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Andre in the club with iPod

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Nuestros amigos atrapados en los años cincuenta nos invitaron a salir un sábado. Siempre he querido vestirme como Carlos: guayabera-kakis y un Dodge con aletas. El club-hacienda-cafetalera-de-mil-setecientos era extrañamente plano para su ubicación en Lomas de La Lagunita (Ovidio dice que eso se conecta por detrás con Macaracuay, yo lo he visto en Google Earth).

Andrea, prototipo de mi posible hija, quiere que la acompañe a la piscina. Tiene 6. Se le está cayendo un colmillo de leche y está aterrorizada. No quiere que se lo termine de arrancar, prefiere seguir sangrando.

Mientras Andrea visita el espejo por enésima vez, busco a mi esposa. Desde la piscina en el patio colonial veo que al otro lado del campo de golf, A. está sentada en una trampa de arena que en realidad es un cajón con niños jugando con cubetas. Me siento a su lado, me presenta a un tipo como de cincuenta años con el que está hablando. Es obvio que alguna vez algo ardió. Me hago el loco, el tipo le hace una seña, le pide un encuentro, un beso. Ella se niega. Lo miro. No entiende o no quiere entender. En el iPod suena algo duro. Me distraigo entre comillas de nuevo, el tipo repite el pedido, volteo, lo pillo a mitad de un ‘¿pero por qué?. Lo cacheteo con el iPod. Luego le entro a patadas.

El entrevistador le pregunta a Paul McCartney qué piensa acerca de los temas que escribió y se volvieron nuevamente populares a principios de los noventas, por ejemplo Live And Let Die (corte a Axl cantando) y otra canción que no reconozco pero son los Beatles con anfetaminas ¿Acaso el mundo no estaba preparado en los sesentas para ese rock-n’-roll?

Paul, que en realidad es Al Pacino con barba (a la Carlito’s Way), sonríe con una respuesta y adelanta que ha estado trabajando en un tema recientemente. Saca la guitarra y empieza a descargar una mezcla entre Keep on rocking in the free world y Freedom de George Michael pero sin lo pangola. Freeeeedooooooooom! repite gritando. Un himno instantáneo. Too old to rock and roll, too young to die 30 años después sigue siendo verdad a pesar del Barrett. Paulpacino, homo pre-iPod(us), con sus sesenta y dele, todavía patea traseros.

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