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Gunslingers
Tokyo Ska Paradise Orchestra. Euro Tour 2003.
Tengo varios artículos en la cola. Vainas de Eels, REM vs Coldplay y hasta mambo hecho en Bélgica y Alemania. Pero después de ver a Tokyo Ska Paradise Orchestra los ánimos de escribir acerca de otra cosa son mucho menores. Así que la sección de música repite, pues ya el año pasado tuvimos la colaboración de Carlos Gabriel Morillo, quién compartió con el panfleto la experiencia de ver esta impresionante orquesta en el Rising Sun Festival, en Japón, el 17 de agosto del año pasado.
Me enteré de madrugada. Leía una revista para mantenerme despierto tras una fiesta de cumpleaños. Faltaba un par de horas para el primer tren cuando ví que en el calendario del Summer Jam festival de Colonia aparecía el nombre Tokyo Ska Paradise Orchestra. Generalmente cuando leo algo así me convierto en un carajito de doce años y me pongo nervioso como una fan de Menudo. También estaban en la lista del Eurockeenes de Belfort, el festival francés más importante, y en el programa del Dour Festival de la mitad francófona de Bélgica. Ya era domingo. El lunes compré mi entrada para el último dia del festival de Dour.
Unos amigos de Londres y el sur de Francia empezaron a averiguar las fechas que les convenían y consiguieron un calendario de catorce fechas en Alemania, Suiza, Francia, Austria, Bélgica, Holanda e Inglaterra a cubrir en tan sólo veinte dias. La mayoría eran sets de 45 minutos en medio de grandes festivales. Pero había unos pocos conciertos dedicados a ellos. Uno se realizaría a pocos kilómetros de Amberes, norte de Bélgica, en un templo consagrado al ska y el metal llamado Lintfabriek.
Lintfabriek es una casa de tres plantas. Para el sábado 19 de julio había dos eventos programados: un festival de hardcore, punk, metal (entre otras maneras de invocar a satanás) y el concierto de los skapara. Originalmente el festival de la yuka era una matineé du rock, pero debido a varias cancelaciones y la baja venta de entradas, decidieron unir las dos actividades. El resultado es un montón de metaleros tocando con la batería de Tokyo. Parecía un desfile de comediantes para un video clip. Gordos, rubios, melenudos, skinheads (lá lá lá), franelas negras y calaveras en donde debía haber japoneses hiperquinéticos vestidos de etiqueta.
Finalmente, después de Poison Idea, Raw Power, Capital Scum y Sick on the Bus, desmontan todo para darle paso a las estrellas de la noche.
En primera fila hay una japonesa que lleva en su diestra los brazaletes del Summer jam festival y de Dour, así que los vería por tercera vez (al menos) en menos de un mes. Yo la había visto en la primera fila de Dour, vestida de idéntica manera, con su camarita recién salida de la fábrica, agarrada de la baranda y brincando con Ska me crazy. Las circunstancias eran radicalmente distintas: Dour era al aire libre, a la una y veinte de la tarde con un calor seco e infernal, tierra seca que se levantaba con el bailoteo demente de la olla y un set que apenas dejaba oportunidad de respirar. 40 minutos intensos de ska. Shot in the dark, Five days of tequila, Skaravan, Call from Rio, Brave Eagle of Apache, Soul Growl, Ska me Crazy, Howlin´ Wolves y otro par de temas, en ese orden y casi sin pausas. La tarima era inmensa y habia una pantalla gigante en la que el director se habría de volver loco eligiendo a cual de los músicos seguir por un segundo. Diez japoneses que brincan de un lado al otro: un percusionista que se acerca al frente a agitar al público con unas maracas, la sección de metales haciendo toda clase de maromas, uno bailando, otro con el teclado en la mano. El MC era el único quieto, pues una lesión en el tobillo lo mantenía sentado en un banquito, alternando entre un saxofón y una guitarra. Recuerdo que durante Howlin´ Wolves los metales habían desaparecido de la tarima, volteé a ver la olla (cosa de diez segundos) y al regresar mi vista, estaban todos allí, bamboleándo trombón, saxos y trompeta en círculos. Con un sonido impecable, además.
Pero en el Lintfabriek de Kontich la tarima no es más grande que la de The fly, si es que aún existe el local de Chacao. No hay espacio para maniobrar ni pantallas gigantes, pero tampoco hay que respirar tierra ni necesidad de resumir el concierto y dejar de lado algún tema. El set es bastante más largo que en Dour y además incluye Filmmakers bleed, el gran tema que no sonó en el festival alternativo del sur. También hay espacio para All or nothing y Down beat stomp aparte de los clásicos que ya habían interpretado una semana antes.
El calor era impresionante. Ellos entraron de etiqueta, enteramente de negro, pero ya al final, eran varios los que tocaban sin camisa. La humedad apenas permite tomar fotos. Hay poca gente, pero nadie deja de bailar. Los pocos rockeros que quedan del pogo metalero empiezan a golpear a la gente, pero al rato entienden que esta gente es otra y que al bailar ska hay menos violencia y más mamis en la olla. TSPO parece un grupo de jazz que se divierte tocando ska: en cada tema hay solos virtousos de distintos de los instrumentos, variaciones sobre los temas centrales y esa especie de disfrute bohemio que refleja un Herbie Hancock sentado en la banqueta y recostado sobre el piano disfrutando la interpretación de su baterista. Todos los músicos respetan y celebran la participación de los demás dando una sensación de colectivo en la que es fácil sentirse incluído.
Los micrófonos inalámbricos les permiten jugar un poco, pero no hay mucho espacio y solamente bailan mientras el guitarrista da UN paso para unirse al público.
Un encore y una sensación de gratitud y de intercambio de energías. Tokyo se va, pero se quedan sentados, en el patio de la casa y se toman fotos con los fans. Uno pide por favor permiso de tocar el trombón, otro pide las baquetas y el rodie entrega unas nuevas, porque en las usadas no se lee el nombre del grupo. Afuera se oyen comentarios: este no es el mejor concierto al que he ido, faltan luces, espacio, pantallas, sonido, pero sin duda es la mejor banda que he visto en vivo en mi vida, yo aún no entiendo que un grupo tan bueno siga siendo desconocido para la mayoría de la gente, suenan en vivo incluso mejor que el el disco en vivo y así. Un bandón.
Gunslingers es el término anglosajón para esa suerte de bandido-pistolero del lejano oeste, ávido de sangre y fuera de la ley, que incontrolable disfruta el rastro de muertos y desastre que deja en su camino. Así se autodefinen con el título de su más conocido disco en vivo, como esos pendencieros alegres que dejan una estela de desorden a su paso, aunque la ley de las grandes disqueras y de un mercado hermético no lo deseen.
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