Una mañana de agosto del 2001 en Caracas, Elmer Szabó fue encontrado, muerto, abrazado a una cama. Triste y solitario, días después de que su corazón estallara como una fruta madura por el sol. Muchos dicen haberlo visto, muchos dicen haber hablado con él o lo que es peor, muchos lo confunden con otra persona. Pero, más allá de estas vanas dualidades, lo importante es lo que nos ha legado; sus dudas, sus monstruos, sus inquietudes como extranjero en un país del trópico, sus regresos del infierno y también sus llegadas al paraíso, en fin, nos ha dejado su testimonio, su poesía. Palabras como: “Costa hendida entre dos aguas. Recuerdas colores regados como mosaico en la montaña; recuerdas un tambor y músicas de sangueo; recuerdas sombríos comedores de mono o esperrugidos perros persiguiéndote; recuerdas una pilandera vestida de sangre, móvil cayena, viviente flama, reina del aire y la oscuridad...” resonarán por siempre en nuestros corazones e iluminarán, como una antorcha, las agrestes cuevas de nuestro ser.

    Por eso, en nombre de alguien que hizo de la intemperie su forma de vida, de alguien que nunca fue incluido dentro de los poderosos círculos literarios o artísticos de nuestro país, y que por nobleza evitó el servilismo y las sonrisas falsas dentro del salón de las luminarias. Hoy, en Panfleto Negro, estamos inaugurando una nueva sección que llevará como título el nombre de uno de sus poemarios: Melancópolis. Melancópolis será una sección permanente, que hará el intento, de recoger y dar a conocer a aquellos escritores, poetas, textos y manuscritos de Venezuela y el mundo, que por equis razones, no han sido incluidos en antología alguna o, simplemente, no han llegado a darse a conocer del todo y a ser valorados en su justa medida. Esperamos, sinceramente, cumplir con nuestro cometido y que los lectores de Panfleto Negro se sientan gratificados al descubrir estos maravillosos tesoros.