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La Utopía como Maldición
El tigre espantado del fogonazo, vuelve de noche al lugar de la presa. Muere echando llamas por los ojos y con las zarpas al aire. Así habría contado el poeta Martí la muerte de Carlos Díaz Loyola, el macho anciano que batalló con el nombre de Pablo de Rokha y que se suicidó un 10 de Septiembre de 1968. El poeta chileno nacido en 1894, había cumplido un legendario rito literario: el de anunciar su muerte en el poema "Epitafio en la tumba de Juan el carpintero", de su libro Los Gemidos publicado 46 años antes.
La mitología sobre la vida y obra de Pablo de Rokha, nos habla de una leyenda desgarrada entre Ulises y Prometeo, de un bárbaro constructor de lenguajes barrocos, del creador de una lírica social que se transforma en épica, de un poeta maldecido por la crítica oficial de Chile y desconocido por la crítica internacional, de una condena que convirtió al poeta más pueblerino de su país en un farragoso escritor indescifrable para las grandes masas. Otras mitologías dicen que muchas veces deseó empuñar la espada y no la pluma y que la distancia entre su ser y su querer ser desmesurado e insatisfecho, le hizo embestir más molinos de viento que los que su capacidad humana podía soportar.
Idolatrado por sus amigos y escasos discípulos, despreciado por sus enemigos literarios y políticos, de Rokha fue autor de una obra para la cual se usaron todo tipo de epítetos. Se dijo que su poesía era apasionada, épica, afectada, vulgar, satánica, barroca, infantil, romántica, caudalosa, rebelde y otros adjetivos que sería demasiado enumerar. Autor de 48 voluminosos libros que vendía por sí mismo a través de la larga geografía chilena, la figura de Pablo de Rokha se despliega, con su tremendismo y su redundancia lingüística, en la publicidad del sensacionalismo y la historiografía fácil, como un elemento icónico del estereotipo cultural al cual nos tiene acostumbrado la chilenidad del pelambre y del chisme vitriólico. Pero des sus poemas y de sus textos de estética, así como de los innumerables artículos publicados en revistas y periódicos, se conoce poco o nada.
El poeta nacido en Licantén, provincia de Curicó, Chile, el 17 de Octubre de 1894 y pernoctó durante gran parte de su infancia entre cóndores, arrieros y contrabandistas que le enseñaron a disparar, reír y vivir. Era la época en que su padre, un jefe de aduanas y capataz agrícola, se desplazaba por los resguardos cordilleranos, en donde el poeta conoce a los personajes de sus futuros poemas: el rucio Caroca, Raimundo Contreras, don Lucho Contardo, don Juan de Dios Alvarado. Posteriormente fue internado en el Seminario San Pelayo de Talca donde, junto a los clásicos, conoce a hurtadillas a uno que otro maldito prohibido: Voltaire, Rousseau, Rabelais, Baudelaire. Por oposición se vuelve antirreligioso y muy pronto debe abandonar el colegio por ateo. Allí, además de la afición por los clásicos griegos y latinos, adquirió el apelativo de donde proviene su nombre literario: el amigo Piedra. Emigra a Santiago, donde la bohemia, Whitman, Nietzsche y otros próceres, lo deciden a la aventura poética. Folletín del Diablo, su primera publicación, es el reflejo de sus angustias anarquistas. Por otro lado, la Biblia y la figura de Moisés-remanentes del Seminario-habían marcado la concepción profética y enunciativa que más tarde tallaría indeleblemente su lenguaje.
Frente a su primera obra de envergadura, Los Gemidos , sus enemigos sacaron estacas y afilaron sus uñas. Mientras el joven Pablo Neruda hablaba en 1922 con admiración del libro, otros críticos más tradicionales (Hernán Díaz Arrieta, Raúl Silva Castro), lo describían sarcásticamente como un autor patológico y delirante. El poeta había adherido en 1920 a la Internacional Obrera Anaquista y más tarde al Partido Comunista. En 1916 había robado a su novia Luisa Anabalón Sanderson-conocida después como Winétt de Rokha- al más puro estilo western a su suegro, un coronel del ejército aterrado de un enlace tan siniestro para su genealogía. Entre 1922 y 1927, el poeta macera las páginas de sus primeros libros: U, Satanás,Heroísmo sin alegría, con angustia y diatribas desmesuradas como su vida. Tuvo nueve hijos, de los cuales dos murieron prematuramente y otros dos pasaron a la leyenda trágica de la muerte violenta. Con la muerte de su esposa Winétt en 1952, víctima de un cáncer, el sino funesto del poeta se cierra inexorablemente.
Su obra como su vida está llena de relámpagos y soledades. Escribió en los periódicos La Mañana, La Razón, La Opinión y Democracia de Santiago y en las revistas Juventud y Claridad, verdaderos baluartes de la cultura estudiantil. Creó las revistas Numen, Dínamo, Agonal y su ya simbólica Multitud, que sostuvo por 24 años. Candidato a Decano de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Chile, candidato a diputado, presidente del sindicato de Escritores y de la Casa América, representante oficial de la cultura chilena para Latinoamérica, el poeta no dejó nunca de poner su energía al servicio de sus ideales políticos y estéticos. El Premio Nacional de 1965 lo recibió cansado, desalentado, agotado de una larga lucha contra un destino que le quitó los seres más queridos y lo aisló de un ambiente que no entendió nada de su obra ni de su utopía. En su impresión, el Premio Nacional me llegó tarde, casi por cumplido y porque creían que no iba a molestar más. El propio Partido Comunista lo expulsó en 1940 por motivos de dogmatismo ético.
Pablo de Rokha fue un verdadero innovador en su obra literaria. Suramérica (1927), junto a Tentativa del hombre infinito de Neruda, es uno de los primeros textos surrealistas del continente. En Los Gemidos, ya está presente la antipoesía y el estilo fragmentario que caracterizará la escritura de las vanguardias. Escritura de Raimundo Contreras (1929), articula una visión metafísica con la figura heroica de un personaje que trae por primera vez, a este lado del continente, la idea de lo nacional popular. Jesucristo (1933) y Moisés (1937) son la expresión de una nueva épica heroica que incorpora los valores cristianos. Carta Magna del continente (1949), Idioma del mundo (1958) y Genio del Pueblo (1960) son cantos en los que el ideal latinoamericanista se expresa con toda la impureza y fragmentación barroca que forma parte de la historia real del continente. El poeta logró expresar, con su obra y su vida, ese destino trágico que materializa las múltiples contradicciones de esta Hispanoamérica caótica y fragmentada que busca realizarse en lo que es y lo que quiere ser. Dos rasgos hacen su obra única: su sentido latinoamericanista, que va más allá de la tematización hacia un espíritu de integración que se concretó en su viaje por 19 países del continente y una cabalgata mítica con Lázaro Cárdenas en México, siguiendo las huellas de Emiliano Zapata, y su visión estética sobre lo popular y lo nacional en poemas como Epopeya de las comidas y bebidas de Chile, Campeonato de Rayuela y La Posada de don Lucho Contardo. En ellos, la valorización de lo nacional popular transforma objetos y actos cotidianos en símbolos míticos de un territorio caracterizado por estereotipos nacionalistas.
La poesía farragosa, dinámica, innovadora y a veces relampagueante de Pablo de Rokha, no ha sido motivo de una lectura acuciosa ni de los críticos ni de los lectores, y algunos de sus autopublicados y casi inencontrables libros, brillan como tesoros en la librerías de libros antiguos o en casa del jefe de estación de una ciudad perdida en el sur de Chile. Todo el mundo lo cita de oídas y aún a los especialistas es difícil sacarles un comentario sobre alguno de sus poemas.
La tentativa rokhiana de escribir un discurso poético equiparable a la complejidad de lo real en todas sus dimensiones-políticas, éticas, psicológicas, naturales, sociales, económicas, religiosas, filosóficas, afectivas-permanece como un sueño inconcluso, todavía no visible en otros escritores latinoamericanos. La obra del poeta se presenta como una estructura antinómica de seres y objetos en estado de conformación, que no se decanta en una solución estática. Los textos se muestran desde un yo omnisciente que busca establecer un puente con el mundo y que expande su discurso hasta las fronteras de lo que se puede conocer. Es lo que su obra repite interminablemente desde el primero hasta el último poema: la tensión dialéctica entre un yo desmesurado en busca de su destino fáustico y el mundo caótico que quiere ordenar y convertir en paraíso de todos los hombres, por medio de una escritura que es aspiración, utopía, movimiento hasta lo inalcanzable.
Es por eso, que más allá de sus pantagruélicas peleas con Neruda, Huidobro y otros escritores nacionales e internacionales por motivos no siempre claros, más allá de sus desbordes verbales y sus ademanes violentos, más allá de la leyenda y de la historia de pasillos, subsiste la imagen intransable de este patriarca cósmico que defendió sus ideales políticos hasta las últimas consecuencias, que fue un pionero de la vanguardia literaria hispanoamericana y que amó a su familia, a sus amigos y a su pueblo con un cariño en que se le iba la vida. Poeta que lo hizo todo: nacional, continental, mundial y también pueblerino y agrario. Obra, vida y utopía pueden resumirse en su propio texto: La batalla de la vida va perdida de antemano, pero lo heroico es ganarla. O parafraseando a Martí : el tigre murió con las zarpas al aire y echando llamas por los ojos.
Canto de la fórmula estética (1929)
(Fragmento)
1
Al poema, como al candado, es menester echarle llave; al poema, como a la flor, o a la mujer, o a la ciudad, que es la entrada del hombre, al poema, como al sexo, o al cielo.
2
Que nunca el canto se parezca a nada, ni a un hombre, ni a un alma, ni a un canto.
4
¿Qué canta el canto?. Nada. El canto canta, el canto canta, no como el canto del pájaro, sino como el canto del pájaro.
5
Seguramente, arden grandes mares rojos, y un sol de piedra, negro, por ejemplo, hincha la soledad astronómica con su enorme fruto duro, tal vez la tierra es un gran cristal triangular, otra vida y otro tiempo gravitan, crecen, demuestran su presencia, atornillados a la arquitectura que canta su orden inaudito.
6
Cojo un tomate, adquiero la vieja moneda del otoño, tomo un cinema, voy organizando aquel beso y aquel verso que anidó en aquellas pestañas inmensas.
8
¿Edificio de intuiciones?. Edificio de imágenes, sí, edificio de imágenes, que son productos químicamente puros del no-conciente.
10
Escoged un material cualquiera, sí, un material cualquiera; no obstante, un material cualquiera determina la biología del poeta, la diagnostica; escoged un material cualquiera, como quien escoge estrellas entre gusanos.
11
Porque hay un material auténtico, como la aceituna del soltero, la empanada del casado, o lo mismo que el vino del día lluvioso, que es la guitarra del calendario, y un material de estafa, de escarnio, que se parece a las locomotoras en el templo, al militar que seduce garzas claras con la espada, gimiendo hacia adentro aquellas violetas enfermas de tiempo y pianos sin aureola, a la higuera que produce lirios.
12
Pero se trabaja exactamente con barro y con sueño....
13
Sólo que la alegría de la golondrina depende de la primera gota de agua.....
14
Cuando Dios estaba aún azul adentro del hombre....
16
Que el poema haga reír y haga llorar como una mujer rubia o un hermoso caballo.
17
Y, además, que se ría solo y llore solo, y llore solo con la más morena de las colegialas, sacándose la camisa.
18
El canto, como el sueño, ha de estar cruzado de larvas.
19
El canto, como el mundo.
20
El canto, como el genio, ha de crear atmósfera, temperatura, medida del universo, ambiente, luz, que irradie de soles personales.
21
Medio a medio de la poesía, Tú, lo mismo que el sexo, medio a medio.
Poema pertenece al libro Ecuación
(volver)
Los días y las noches subterráneas (1942)
Como a una espalda de años, la azota la cadena del mar, y ruge, cuando la gran águila roja, por la cual caminan todos los muertos del mundo, cavando sus sepulturas, estremece el atardecer ululante, mi palabra del sol, sentada como montaña.
Tú, entre navíos y fusiles, desnuda como un puñal de oro, con sólo un ojo en la cabeza de plata santa, con la lengua untada de miel y chirimoyas, expandiendo el maíz y el frejol y las chichas y las fogatas y las hojas de marzo, rodeada de maderas y gallinas y flores y buques y reses, sentados en la funeral piedra, a la puerta, de los pueblos antiguos, comerciantes en aceites, con tus tres retratos en la cara.
Ganados y canastos, la gran azúcar negra del crepúsculo, de donde emergen los cuervos, estrellándose contra los cementerios subterráneos, contra los cráneos de Dios en la tiniebla, y dentro del cual las azucenas paren lagartijas, o pescados de sangre y de muerte, llenos de lluvia, como los castaños del sur de Francia, o estrellas de vidrio o palomas o la agricultura...
Si, naciente, relampagueante, surgente, a la manera de las pataguas llenas de torcazas del año, y también religión en los viñedos, cubres mis poemas, la cuchilla social, el amor, la tinaja esclesiástica en donde arde y ruge el vino, poderosa, Winétt, estrellada por el grito del cielo, clamante, como un álamo trágico, a la entrada de la estación caída, viajera de los abandonados pueblos y los cortijos, en los que murieron los dueños, y todo es pasado, antepasado, pretérito, como el último lanchón de las bahías, y llegas cantando la tonada matemática de las cántaras, toda de humo, fina, sin tiempo, guinda de aquellas huertas inmensas, que engendran la primavera.
Sobre algas fuertes como sexo o coyunturas, y árboles submarinos, cargados de moluscos y pescados y patos santos y canarios de océano, gravita tu cabello adolescente.
Un caballo mineral galopa la historia, y ha anclado un gran navío empavesado de banderas corsarias; soy como forjado a cuchilla, hechos a balazos o a hachazos, con la herramienta de piedra de las cavernas, con el combo de los herreros, con el puñal de los que afrontaron la suerte y la muerte, cruzados por el cinturón de los héroes, con la voluntad afilada del cazador de tiburones o de elefantes, con la mochila del espía y el pecho de hierro y cruces del soldado y del pirata, con el elemento colosal del panfletario, del orador de masas, del político dramático, que tiene un dedo de fuego, con la espada del alacrán, clavada en las entrañas de Dios, como un corazón colorado, o una gran idea, con las plumas de los recuerdos extranjeros, con el león de ceniza, que está rugiendo en la soledad de las culturas, con el gaznate de los asesinos, con el canto enorme y augural de los carreteros, de los arrieros, de los palanqueros de la aurora....
Aquí, el chacal de los presidiarios siberianos, aúlla, el toro del Sinaí, la lepra judía y el estercolero de diamantes elementales, las tetas hinchadas de sol, entre los cuernos de Dionysos, el desierto de asfalto sin ruedas, fruta de goma y regia y vientres de serpientes o ídolo o ébano, el tambor de cuero de muerto de los guerreros del occidente, el veneno renacentista, en la azucena de esmeralda y ópalo de las marquesas, que arden perfume y sexo, el tam-tam oscuro y precolombino.
Palparás las entrañas del cielo y del mundo, oirás su grito de piedra, cortado y desventurado, sin lágrimas, porque el hombre creó el dolor y el sueño, sentirás cómo te crece, entonces, un gran árbol infinito y amarillo en medio de la lengua, cómo Tamerlán y Lenin te saludan desde la muerte, y como tú comprendes por qué el héroe bolchevique es imprenscindible para, en carne y sangre, entrar a la historia, entendiéndola, cómo se refieren el mundo, el sol, el trigo, en el pan cuotidiano...
Con sólo andando el Gran Poema, en el vértice de vértices irás distribuyéndote, haciéndote cosas y sombras y espíritu, tú que eres una canción pura, de torrentes y finos puñales, tú que empuñas la bayoneta florecida del himno, tú que vienes, siempre, desde el origen de los números, entre terribles pieles de víbora, y estás en la libertad crucificada, bajo el signo social de la hoz y el martillo, y la persecución de los antros malvados acosándome desde el pelele.
Guitarras sin figura, como pájaros viudos, cantan en las almenas, en las murallas de la edad del tiempo, y el sol ruge como un toro.
Poema pertenece al libro Morfología del espanto
(volver)
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