Death to the Pixies

... para arúbalo, jimijaz y doggie wan kenobi,
colegas del pasillo del rock.

Yo no conozco a Pixies. No podría comparar lo que hace Kim Deal ahora con lo que hacía antes. Si esto le molesta a alguien, puede dejar de leer e irse a la sección de Tedios que maneja mi amigo Pedro Rodríguez y que siempre es muy buena. No sé que hizo Kim Deal antes, pero es algo de lo que ella quiere desligarse, así que qué carajos. Lo que me ocupa es una de mis bandas favoritas: The Breeders.

Title TK es el título del nuevo trabajo de la banda de las hermanas Deal, trabajo que yo sólo podría catalogar como misterioso. Tras nueve años de “inactividad” (al menos Kim formó The Amps en el 95, banda que se disolvió un año más tarde), The Breeders regresa con un sonido distinto y una banda renovada. Kim compone los doce temas del disco en el que participan Armando López en el bajo, José Medeles en la batería y Kelley Deal complementando lo que se le ocurra a su hermana, porque, en efecto, con la música de la banda parece suceder lo que es leyenda tantos hermanos gemelos: las guitarras se completan las frases entre ellas y el juego de voces parece obra de telepatía.

Ya esto venía sucediendo en Last Splash, el disco anterior. P.O.D. (el disco debut) aún no he logrado asimilarlo por ruidoso, pero Last Splash, sin dejar de ser un disco casi punk, es complejo y brillante. El célebre bajo de Cannonball, el crescendo de No Aloha, S.O.S. sampleado por Prodigy para darle vida a Firestarter, la simplicidad alegre de Flipside y la perfección de Divine Hammer: son muchos momentos históricos en un sólo disco. Un sonido muy elaborado, a ratos denso y a ratos casi plano. Title TK, sin embargo, parece un demo-tape. Un demo de una banda nueva grabado en un garage durante un par de fines de semana de trasnocho. Además, es, digamos, poco animado, comparado con lo que uno espera de Breeders.

Por eso, la primera vez que uno oye Title TK resulta extraño, ajeno. Quizás sólo Huffer (no por casualidad el primer single del disco) atrape a la primera oída.

Pero luego es difícil librarse de esas letras que encajan a la fuerza con la música. Uno poco a poco va, no entendiendo, sino fijando sonidos, descubriendo la riqueza de un trabajo pensado y complejo, en el que pareciera que las improvisaciones fueron calzando hasta generar un producto pulido.

Esa es, además, la actitud de la banda en escena. Sencillos, reducen el espacio acercando los amplificadores al borde, dejándoles menos de un metro de radio a los músicos para maniobrar. The Breeders no planea un set de maromas, The Breeders viene a hacer música.

Un rodie prueba una guitarra y Kim se le acerca (silbidos y aplausos generales) a pedirle un caramelo y un encendedor para su cigarro. Los aplausos impacientes se disparan cuando los cinco se disponen simétricamente frente al público. Kim con una franela que dice “crackwhore”. Kelley, como si fuera al mercado. Todos sonríen ante la familiaridad con la que los tratan sus fanáticos y nosotros sonreímos ante la poca distancia que ponen entre ellos y nosotros.

Tipp City, originalmente de The Amps, abre el set. Huffer es coreada por todo el mundo entre brincos que no cesan mientras Saints y Flipside la siguen casi sin interrupciones. Kim presenta Head to toe como un tema de amor escrito por una mujer en Londres para una mujer en América, lo defiende como un tema hermoso, y se dispara un ruido al mejor estilo de las descargas de Sonic Youth. Kim bromea con Kelley y cruzan con dificultad la batería para contarse cosas al oído. Kelley toma el micrófono para I just wanna get along y la actitud que parece el sello de la banda se prolonga hasta el final del siguiente tema, el largo y dulce Off You, del TK. Las hermanas parecen sorprendidas de que las cosas salgan bien y sonríen cuando se pelan. Se les olvidan las letras y no importa porque los fans las completan. Algo así como lo que queda cuando se ha sido punk y se crece, pero no mucho.

La interpretación de Cannonball es sin duda la más esperada y democratiza la histeria y el brinco, pero quizás el tema mejor ejecutado sea Full on Idle, el cover que The Breders hace del tema de The Amps. Es complejo y Kim lo sabe. Toma el micrófono y deja a un lado la guitarra. Enciende un cigarro y aunque tiene el micrófono en la mano, se acerca al paral para contarle algo al público. Ambas se ríen cuando se dan cuenta. Inhala y el tema empieza. Kim grita y lo que parece un tema improvisado, es copiado a la perfección en vivo.

Kelley toma el violín para cerrar con Drivin´ on 9, dejan los instrumentos y salen de escena.

Sin excepción, todos los que piden un encore gritan “One divine hammer! One divine hammer!”. Y la reconocen desde el primer acorde. Se despiden de nuevo y José baja a darle la mano a los más cercanos, a firmar discos y franelas y a regalarle el setlist a algún coleccionista. Provoca no estar en un festival y tener que salir a otra tarima donde hay otro concierto imperdible, sino en una sala cómoda y sentarse a disfrutar el sabor que deja un buen concierto, un buen ambiente.

   
 


Canta lento cuando cantes mi canción

The Covers Record
Cat Power. Matador Records, 2000.

Nunca me han gustado los albums de covers, ni los tributos ni los homenajes, quizás por mi resistencia natural a las colecciones de grandes éxitos o porque muy poca gente sabe hacerlos bien, fríamente, sin perder los papeles. La mediocridad de las versiones hechas por fans radica, creo yo, en que la mayoría sólo copia sin entender y ni siquiera igualan al original (¿para qué se hace un cover entonces?). Los que se salvan, son los que imitan con una comprensión profunda del tema a interpretar: el All along the watchtower de U2, el The man who sold the world de Nirvana. Sin embargo, inclusive en esos casos, la fórmula queda intacta y el tema termina siendo mas o menos el mismo.

En los 90s, Dylan publicó una excepción llamada Good as I've Been to You, que terminó pareciendo más un álbum suyo que uno de covers de blues. Cat Powers emula esta práctica deconstuctivista y se apropia de todos los temas en The Covers Record.

Charlyn (Chan) Marshall, mejor conocida como Cat Power, es una tipa de treinta años que lleva menos de diez tocando, no compra discos, no colecciona música, le dan ataques de pánico en escena, y no evidencia nada de esto en sus grabaciones.

The Covers Record comienza con una versión de (I Can’t Get No) Satisfaction de los Stones, quitándole todo lo que funciona: el intro de guitarra, la sexualidad abierta, las maromas vocales de Jagger, el coro; tanto así que la primera reacción al escucharla puede ser sostener la contraportada del disco y preguntase si no se habrán equivocado en la imprenta (un useless information, un more and more, cantados muy lentamente, son la clave).

Susurrando con una guitarra tímida, un abandono sensual y una tristeza que dejan a Hope Sandoval, de Mazzy Star, como una ordinaria reina de carnaval, Marshall pasa el resto del disco reconstruyendo piezas, inclusive propias, hasta el punto de dejarlas irreconocibles y excelentes. La versión de Wild is the Wind iguala en guayabo y registro a mi favorita, cantada por Nina Simone. Sea of Love cierra el disco, exigiendo cigarrillos, cleenex, botella y barbitúricos.

Tal como el anterior, Moon Pix (1998), Covers es un disco de silencios para espantar a la gente, para regalárselo a ese amigo que no termina de suicidarse, para ponerlo en shuffle y repeat, una tarde de un domingo caluroso, y escucharlo asomado en el balcón, con la mirada perdida en la ciudad.

-Daniel Pratt
<[email protected]>

 
     


 

Outro: Extravaganza

Aceleré el paso al oir la voz de Perry Farrell gritando “Don´t stop me now! Don´t stop me!”. Ahí estaban: Dave Navarro en la guitarra, sin camisa y de pantalón de cuero negro. Sadomaso; sencillo, pero sadomaso. Farrell, por su parte, enteramente de blanco, lucía un abrigo de piel, un sombrero de copa con plumas y botas de punta fina. Corría de un lado al otro mientras sonaba “Stop!” del Ritual de lo habitual. En las pausas repetía sus planes de asegurar su culo por un millón de dólares y elogiaba el decorado de alambres y el ánimo de la gente. Jane´s Addiction, decía el bombo de la batería.

A duras penas reconocí la mitad de los temas. No soy un fanático, pero no puedo no decir nada ante la energía de la legendaria banda. La guitarra agudísima, la voz quiróptera y la potencia de la batería. Los ritmos en el bajo, tan complicados como perfectos.

    Stop.

Farrell sale de negro. Chal de terciopelo y pasos de bailarina por todo el escenario. Salta desde la batería mientras Navarro se apoya en un monitor.

Lástima el fallo de sonido durante Jane Says que deja el steelpan mudo. Habría sido un cierre espectacular.

 




Dato del Mes

O. me dio permiso para hacer el dato del mes, quizás para reirse o tal vez para aparentar magnanimidad. Tratando de no echarle a perder su cuestión, primero voy a recomendarles el Harlem Nocturne de New York Ska-Jazz Ensemble en su disco homónimo en vivo, creo recordar a Horacio Blanco flipeando por esta gente en Radio Pirata hace muchos años.

En la misma onda y mucho más fresco, la grabación en vivo I Dig, de la agrupacieon de música académica The Intergalactic Contemporary Ensemble, está lleno de estándares de Jazz que se han convertido en piezas de detectives; de allí: el tema de Man With The Golden Arm, el tema de The Naked Gun y el tema del clásico de Welles, Touch of Evil

-Daniel Pratt
<[email protected]>