“¿Me da esa Yoka que está ahí, esa misma, porfa?” Julián se acomodaba el morral y sacaba el dinero de su bolsillo cuando ya le habían dejado el yogur sobre el mostrador del cafetín. Tomaba al menos dos de aquellos yogures por día desde hacía un par de meses, desde que había comenzado el exitoso sorteo navideño: “¡Disfruta una Yoka y Gana! ¡Un Carro; un Viaje a Europa para dos personas por una semana; Consolas de Videojuego, y otros 10.000 Premios Por Entregar!”
Wilfredo se acercaba en aquel momento, puso sus libros sobre el mostrador y vio a Julián con la yoka en la mano. “¿Qué, sigues a dieta?” Julián extendió el dedo medio de la misma mano que sostenía el yogur. Luego con el mismo dedo apuntó a su reloj en la otra mano: “El examen es ahorita en la nueve, chamo”. Wildredo pidió una malta y se apresuró a pagar. “A mí me van a clavar, ¿cómo estás tú pa’hoy?” “Clavaísimo”.
Comenzaron a caminar deprisa a lo largo del pasillo principal de la facultad, alejándose del cafetín y dirigiéndose hacia el aula del examen.
“¿Cuántos yogures de esos te has comprado ya, Julián?” Lo pensó un momento antes de responder. “Sin exagerar, yo creo que más de 100”. Julián estaba por levantar la hoja de aluminio que sirve de tapa al yogur cuando recibió un codazo de Wilfredo. Frente a ellos venía caminando la hermosa Vicky; redujeron de inmediato la velocidad. Vicky llevaba zapatos altos, un bluejean claro apretadísimo, y una blusa blanca algo transparente; su cabello negro azabache iba recogido en un moño. Se cruzaron. Despidieron los protuberantes senos para dejar los ojos prendados entre aquellas perfectas nalgas, el cuello esbelto y la provocativa y mínima cintura. Murmuraron entonces unos piropos en simultáneo, sin ninguna intención de hacerlos llegar a oídos de Vicky: “Eso si está rico vale” “Tremenda transmisión, caballero”.
Retomaron su rápido caminar en espíritu más animado. Julián terminó de abrir su yogur y verificó el reverso de la tapa. Esperaba el mismo mensaje de siempre: “¡Disfruta otra Yoka y Gana!”, pero esta vez vio otros colores y un texto diferente. Pasaron unos instantes. Wilfredo había seguido caminando y notó que Julián se había quedado inmóvil unos seis metros atrás. “¡Apúrate huevón!” Julián levantó la cabeza: “Marico, ¡gané!” “¿Ah?…” De pronto Julián comenzó a saltar histérico: “¡GANÉ NO JODA!!!” “¡JA JA JA! ¡GANÉ! ¡GANÉ!” Vicky, al igual que el resto de las personas en el pasillo, se volteó a ver aquel escándalo. Wilfredo, mitad asombrado mitad incrédulo, dijo desde su distancia: “Si hablas paja, ¿qué te ganaste?” Julián dejó de saltar y con una sonrisota feliz extendió el reverso de la tapa de Yoka hacia Wilfredo. “¡Mira!” Wilfredo se fue acercando, agudizando su vista a cada paso.
Los pensamientos de los testigos en aquel pasillo se fueron confundiendo con los de Wilfredo. “Si será lechúo. ¿Qué será, un Playstation? ¿Un iPod? ¿Quizá el mismo viaje a Europa?… ” Ya muy cerca Wilfredo enfocó por fin y leyó, luego se enderezó y miró a Julián. “Más nada… Felicitaciones pues. ¡Apúrate!” y se fue con algo de rabia en el rostro, dejando allí a Julián solo con su felicidad.
Se oyeron unos pasos acercándose, y una voz femenina preguntó justo a espaldas de Julián: “Chamo, disculpa… felicitaciones. ¿Qué te ganaste?” Era Vicky. Julián la miró con cara de preocupación recordando el examen. Vio la hora en su reloj, vio otra vez la tapa de la Yoka, vio a Vicky. Dudó. Le dio la tapa de la Yoka a Vicky: “Te lo regalo, en serio.” Y comenzó a alejarse hacia el salón. “Ah, ¿pero y entonces?” le dijo Vicky. “Es que tengo un final ahorita. Pero mira, no es de gratis ¿ok?, me debes una bailaita por lo menos”. Vicky se sonrió: “¿Es en serio? Bueno chamo, gracias, tan bello, claro que sí… ¿Pero y qué es?” Julián apuró hacia su salón y Vicky leyó entonces el texto de premiación en la tapa: “¡Felicitaciones! Te has ganado:” y debajo, en letra más menuda y en otro color, aparecía escrito: “Una Yoka”.
bien escrito ^^
Gracias Santiago!