![]() Le pregunte en inglés de dónde era y me dijo "Uruguay", le dije "¡ah, eres uruguaya!" y comenzó la música, su acento del sur, sus elles dentales revoloteando por todo mi cuerpo, recordándome o mejor dicho despertando a ese animal que vive en mi deseando lujuriosamente a una mujer del sur para compartir su vida. Lo que no terminaba de creer es que fuese fanática de Miller, nunca imagine que conocería a una mujer que lo fuese, es una de esas cosas que dices "lo que le falta para ser perfecta es que le guste Henry Miller". Venía de una semana en París, era arquitecto y estudiaba Cello (otra de esas cosas que uno dice en broma para representar a la mujer perfecta) así que comentamos juntos la magnificencia de la ciudad-luz y le hablé de Viena, la ciudad de la música. Me rendí a su risa, su mirada inteligente, su gesto de entrecerrar los ojos y sonreír de medio lado para expresar placer. En medio del espiral de nuestra conversación acelerada, sentada en el piso apoyada hacia atrás en las palmas de sus manos, abrió las piernas y puso su equipaje entre ellas, no es común que alguien abra las piernas Por lo que pude ver de su equipaje y por la forma como vestía, provenimos de la misma tribu de nómadas. Nos encontramos en un punto de nuestros viajes a través de nuestra clave secreta, un libro, un gesto, una manera de sentarse y la infinita cadena de casualidades que me impulso a estar sentado en ese momento en ese lugar. Me gustó infinitamente y quisiera encontrármela de nuevo. -Alejandro Graziani |
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