antes recogía cuanta vaina pudiera del suelo para mi colección de recuerdos de conciertos. antes tomaba fotos, filmaba (y cuanto trabajo me costaba llevar una cámara). antes intentaba encontrarme con los artistas, pedirles firmas (que ladilla pasarme todo el concierto intentando que el booklet de su primer CD, edición limitada, no se arrugara ni se humedeciera con el sudor). que gloria representaba tomarme una foto con el bajista, decirle a la cantante que en Venezuela se oye su música.
y no es que ya eso no me importe. es que ya no lo busco. que a la vez es como si me hubieran arrancado un deleite. que a la vez me quita un peso enorme de encima. mi memoria es muy mala. necesito muchísimo contexto para recordar un rostro, un nombre, un beso. estoy consciente de mi problema y por ello me he pasado la vida recolectando cosas que me dirán algo en el futuro. algo sobre quien soy, sobre quien he sido.
y ahora soy otro, con la misma desmemoria.
no se que recordare en unos años. no se si recordare que los músicos se acercaron después del toque a preguntar que canción sonaba, a pedirme faso, a repetir «que lindo» con acento uruguayo.
no recordare el orden en que puse las canciones en el afterparty mas difícil de mi vida. con gente que venia encendida de un concierto bestial y sofisticado y había que seguir así, bestial y sofisticado, porque si no, la gente se iba a ir o iba a sentir «esto me suena un poco barato».
no recordare el rostro de la primera mujer hermosa que me pidió en serio mi numero porque le gustaba la música. no una niña, una mujer. una mujer que quería dar una fiesta por todo lo alto. como recordarlo si ya casi lo olvide. y eso que por primera vez alguien no se queda callado cuando le cuento lo de siempre. «la verdad, pongo música en fiestas publicas o de panas. nunca he puesto música en una fiesta privada. es un stress terrible», que marico. y ella en vez de decirme (o pensar) «que marico» o irse decepcionada, suelta que «a mi me parece que pusiste música muy arrecha». «toma mi dirección de correo y amame para siempre», algún día seré capaz de decir esas vainas. intentaré no olvidarlas luego pero si todo sale bien, ella me lo recordara cada vez que termine una cena romántica para conmemorar alguna vaina.
soy otro, que bolas.
hace solo un par de años habría matado por ir al vernissage de mi primera exposición. así la hubiera organizado yo mismo. así hubiera yo tenido que pagar todo. asi hubiera perdidas monstruosas que eventualmente me llevarían a dejar de creer en el vernissage de una exposición. pero no. me arrancaron esa sonrisa de antemano. al vernissage no fui. y una vieja parece que pregunto si el sonido de la instalación se podía comprar en algún lado. que de pinga. y yo tan orgulloso de mi soundscape de Beckett y el fin de semana de la expo, que otros organizaron, ni aparecí. parece que alguien le dio el URL del panfleto.
es tan duro el impacto de saber que no te amaron?
hace tanto ruido el engranaje de las piezas que finalmente calzan y nos explican aquella amargura, aquella reacción, aquella ausencia, aquella frase, como para no dejarnos oir la música de fondo? Duele tanto un despertar como para querer ser otro? como para querer olvidar el presente? como para intentar engañarnos y no dejar evidencia de lo que sucede?
Janice me dice que si. Se fue a Paris y no regreso nunca. Y cada vez que me piden mi tarjeta, desearía que fuera ella quien me encargara el soundtrack de su vida. música para después de comer, música para desayunar crepes después de una rumba.
así suelen terminar capítulos intermedios de un libro de aventuras. con una gran derrota de la que, dado el grosor del libro, sabemos que el héroe despertará. suele haber un recuento mental: cómo es posible que este carajo que con tanto esfuerzo cambio su walk on part in a cage por un lead role in the war yazca ahora ahí, lleno de barro, bajo la lluvia, con esa herida mortal junto al pecho que aun se ve gigantesca aunque la cámara se aleja para dejarnos ver una panorámica del horror de la guerra.
pues si. el DJ barato falto al vernissage, olvidó su brillante futuro como video-artist, no le dió nunca mas su tarjeta a las carajitas, dejó su soundscape colgando en el espacio y yace ahora lleno de barro bajo la lluvia. fade out.
al menos cumplió sus promesas: fue a ver a sus amigos en Detroit, hizo bailar (barato, bestial y sofisticado) a sus amigos en Chicago y jamás nadie pudo asegurar que se cogiera a una mujer por olvidar a otra. menos a la turca.
déjenlo ir. aunque el libro no se vea grueso y el capitulo en que el imperio termina de contraatacar tenga toda la pinta de ser el ultimo.
lo lindo del depende de jarabe de palo, es que no tiene vergüenza. que confiesa, como se debe confesar, que tanta filosofía, tanta música y tanta vaina, al final, trata acerca de una mujer.
ojalá todos pudiéramos confesar con la misma elegancia, pero no.
adiós amigos, dirían los ramones (qué marico).
-DjBarato
pd: al retiro espiritual me llevo un libro de kapucinski y varios temas de bad plus. velouria tiene una épica narrativa capaz de acelerarte el pulso, sobre todo cuando llueve.
Pana. Qué brutal.
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