No es un Mister Venezuela disfrazado, no es una foto fija de una revista de peluquería, es el emblema de una cuña largometrada contra el tabaco a vuelo de campaña institucional.
Gracias por no fumar, decreta el capitán del viaje, quien aparte viene más anabolizado que de costumbre, más maquillado que antes, más mesiánico y solemne que nunca, menos divertido que Cristopher Reeve, más políticamente correcto que Spider Man, más gélido y maquinal que Terminator, más conservador que el señor Increíble, más maniqueo que siempre, y tan pavoso, cursi, melodramático,pacato y romanticoide como Roque Valero en Ciudad Bendita, por no hablar de la Marisa Roman de la trama y sus folletinescos dilemas morales,subrayados hasta con lágrimas de cocodrilo.
Superman regresa así a los orígenes de la soap opera americana, que no de la historieta original, bajo la bandera de la lucha antiterrorista.
En tal sentido, si el hombre de hierro del año 82 fue el ícono de la guerra fría desde la perspectiva del bloque occidental, el prototipo del 2006 es una síntesis heroica “del lado bueno” y justiciero de la nueva cruzada bipolar. En pocas palabras, es el integrado encargado de poner en cintura a los apocalípticos de ahora, a fin de preservar la seguridad y la estabilidad de la gran familia puritana.
No en vano, el elegido retorna aquí, justo a tiempo, para contrarrestar toda suerte de catástrofes y debacles en proceso,con evidentes resonancias y alusiones al once de septiembre.
Así pues, asistimos primero al aparatoso y simbólico rescate de la “escéptica” Luisa Lane en un avión a la deriva. Técnicamente,la escena parece la continuación idealizada del trailer de Vuelo 93, como si un angel caído del cielo pudiera salvar a las víctimas de semejante tragedia. La misión imposible se consumará en un aterrizaje sin perdidas humanas que lamentar, en un campo de beisbol, para más señas.
A partir de entonces,el terreno de la cinta quedará abonado para los demás milagros por venir, pero sobre todo para la propia resurrección del mito Superman, según el clásico evangelio del blanco y negro o del mismo Mel Gibson en The Passion.
Atención cinéfilos y entendidos, porque la estética de la movie no oculta su descendencia del arte barroco cristiano, con sus imágenes devotas,ultrakitsch,apologéticas y glorificadoras al servicio de la propagación de la fe. Verbigracia, las estampitas sagradas a contraluz, las visiones demiurgicas, los cenitales totalizadores ,los enfoques globales y los ángulos favorecedores para el perfil épico del protagonista, aun en sus momentos menos felices.
Por consiguiente, la fotografía lo retrata con un pudor casi publicitario, a diferencia de la iconoclasta tercera parte, donde el autor, Richard Lester, se atrevía a degradarlo y a bajarlo al inframundo de los mortales, encuadrándolo borracho dentro de una cantina de mala muerte.
Por el contrario, ahora si acaso lo vemos compartiendo una inofensiva cervecita con el impoluto y asexuado Jimmy Olsen, en un sport bar tan antiséptico como anodino, tan elemental como representativo de la despersonalizada puesta en escena, incapaz de superar a los mejores antecendentes del género, como la escenografía gótica de Tim Burton para la serie del paladín encapotado.
Malas noticias para quienes esperaban una adaptación heterodoxa, revisionista, desmitificadora o al menos refrescante a la usanza de la cada vez más estupenda, Batman Begins. Frente a ella, la cacareada secuela de Brian Singer no sólo está por debajo, sino que además constituye un retroceso conceptual ante la clara evolución de su filmografía.
Como si estuviera descubriendo los efectos especiales de una cónsola de edición, el director se deja deslumbrar por el juego de artificio, renunciando a hurgar en la complejidad de su historia y en las contradicciones de su personaje, apenas enunciadas entre flash backs de poca altura,pero jamás desarrolladas a plenitud.
La superficialidad del guión rehuye de la profundización introspectiva, para resignarse a la descripción de acciones pirotécnicas y lúdicas, como de video game. En cualquier caso, extrañamos al Brian Singer de Sospechosos Habituales y X Men.
Por ende, a la pregunta retórica de si el mundo necesita realmente a Superman, la película responderá de manera afirmativa en función de una serie de argumentos trillados, como la inminencia de una hecatombe global a cargo de una pandilla de villanos sin escrúpulos.
Por fortuna, Kevin Spacey encabezará la lista de los más buscados, derrochando humor negro en cada una de sus acertadas apariciones. Por desgracia, será escoltado por una estereotipada y disfuncional bandita de matones, entre los cuales figurará el impelable cliché de un fundamentalista árabe. Del resto del reparto, el novio de Luisa, el superniño y la superabuela resultan siendo complamente prescindibles como caracteres secundarios.
Por su parte, Lex Luthor convence en el diálogo altisonante y siembra dudas en el manejo de los cristales.De hecho,viéndolo manipular la criptonita en forma de adorno new age, uno comienza a preguntarse si todo no será más que una gran tomadura de pelo, orquestada por el geniecillo detrás cámaras.
Sea en broma o sea en serio,el extendido metraje requiere cuanto antes de la Gillete de Yasuri, para recortarle, como mínimo, sus tres peores secuencias:la del paseo aereo en pareja, la del hospital en clave telenovelera de Leonardo Padrón y la del padre con el niño en su cuartito azul.
Asimismo, cabe reconocer una virtud indiscutible: el contrapunto sarcástico sobre la prensa amarillista, cuya crítica planea alrededor de ciertos pasajes de la película, donde el editor del Daily Planet desnuda su sed vampírica por la muerte, el sexo y la noticia mercancía.No por casualidad, lo incorpora Frank Langella, el otrora Dracula de los setenta. Del Ciudadano Kane al Citizen Nosferatu.
Con todo, no es suficiente para concluir que el mundo necesita a este Superman, pues en definitiva, ha ofrecido lo mismo que los demás candidatos populistas de la Marvel y compañía: fuerza bruta,evasión,sacrificio,fantasía en lugar de realidad,promesas, polarizaciones,prejuicios,conflictos binarios e ideas anticuadas sobre el amor, el papel de la mujer,la política, la diversidad, el presente, el futuro y el sentido de la vida.
En suma, otra regresión a paso de los cangrejos posmodernos.La antítesis de V de Vendetta. El hermano mayor de los 4 Fantásticos. Cualquier similitud con el Conde, Hugo y Bush es mera coincidencia.
Esta sección y este artículo felicitan a la colega Luisa Lane por hacerse ganadora del prestigioso premio Pulitzer.¡Bravo por esta Tamoa Calzadilla del periodismo anglo!