Director: Richard Donner.
Intérpretes: Bruce Willis, Dante Smith y David Morse.
Lo voy a decir de una, sin anestesia, sin ironía, pero con temor a equivocarme: Muerte Súbita es la mejor película comercial del mes, con todo y sus defectos.Me explico.Por un lado, la cinta está plagada de los típicos clichés de los policiales de Richard Donner:una pareja interracial dispareja a lo Arma Mortal, un plot de atrápame si puedes(tipo el juego del gato y el ratón de Asesinos), un setentoso contenido conspirativo en la tradición de Conspiracy Theory,una remembranza vaquera en consonancia con su western Maverick,un planteamiento durísimo en contradicción con una débil resolución, una simplificación televisiva coherente con sus trabajos para la serie El Fugitivo, y una forzada transformación de personajes en medio de un final puritano, optimista y regenerador, como la imagen de un mal teniente que deja la botella por un pastel de cumpleaños. ¿Hace falta agregar que borracho no come dulce, y menos Bruce Willis en un papel de Bad Lieutenant, de Sin City, de brazo oscuro de la ley?
No obstante, por otro lado, este film noir, que va de retro, nos trae de regreso a uno de los grandes artesanos de la industria,quien ,con casi ochenta años, demuestra que todavía está en plena forma y más lúcido que sus desmemoriados colegas de las generaciones de relevo.
En efecto, 16 Blocks ostenta la madurez audiovisual del cine negro de Richard Donner,así como su envidiable capacidad de rejuvenecimiento estético. Por ello, este largo ha sido considerado como un clásico producto de serie b, con la factura de la serie A, el viejo sello del autor y la impronta del hiperrealismo posmoderno,afecto a las cámaras en mano del documentalismo guerrillero.El cruce de la ficción con la no ficción, a cargo del cineasta mainstream de La Profecía.
El resultado es, por tanto, contundente en el plano artístico, pero irregular en el ámbito del guión. La puesta en escena se destaca, entonces, por una notable dirección de actores, por un montaje arrollador y por una secuencia inolvidable: el violentísimo climax, en ralenti, donde Bruce Willis le salva la vida a su coprotagonista, a punta de pistola. Algo que nos recuerda a los delirios plásticos de Brian De Palma.
Aunado a esto, el libreto va directamente al grano, al exponer el drama de un policía corrupto, alcoholizado, solitario y perdedor en busca de una posibilidad de redención, lo que sin duda lo convierte en un heredero del legado de Sérpico y otros famosos detectives desesperados, inmersos en el inframundo de la degradación institucional. Esto relaciona a Muerte Súbita con las películas de Sidney Lumet, y de igual manera, con las piezas de sus clones contemporáneos, como el Spike Lee de Inside Man y el Michael Mann de Collateral, una obra maestra en la misma línea que 16 Blocks.No por causalidad, ambas hablan del caos urbano, la barbarie de la civilización, el vacío existencial, la debacle de los valores humanos y el peor de los presentes posibles.
Igualmente, y por desgracia, las dos se saldan con sendos desenlaces tranquilizadores, impuestos contra la voluntad pesimista de sus creadores. Aun así, estas producciones merecen ser estimadas como radiografías de nuestras ciudades del pecado.