Cuando los años veía pasar, sin preocupación o embargo, regale mi persona al tiempo. Deje que los días me tomaran por la mano y me entregaran a una inmensa distancia en mis ojos desconocida.
Yo nunca hube conocido las bellezas del ayer guardadas en las alturas de silencios que viven allá en los Cuchumatanes o Sierra Madre.
El destino me llevo por las riveras donde se deslizan los murmullos de las aguas del Suchiate, despertaron el ansia escondida en el sereno de mis secretos; Convivir con los dueños de la tierra, fue el anhelo y esperanza que nació en mi instinto.
Dije adiós a Guatemala, en un lugar donde se leía Tecun Uman, nombre que dejaba florecer la historia de los recuerdos. Cruce por él rió Suchiate la frontera hacia Tapachula, en el estado de Chiapas, un México nuevo, un México desconocido en el destino de mi camino. Una costa húmeda, tendida como pegajosa caricia del caliente viento; noches arrulladas por zancudos, todo típico del trópico.
Moraleja, por ser vecino, sufrí los maltratos insolentes de los Emigrantes Mexicanos y seguridad de aquellos tiempos en esa frontera. Siempre tuvieron una actitud digna de tristeza, pero tradicional en esa clase de trabajo de gobierno. Un recuerdo mas que me lleve y en mi partida lo deje, ya que la aventura seria larga en la riqueza incomparable que recogería y que murmura dentro de las hojas y raíces que pululan y viven en la selva.
llego el momento dentro el aroma de güisquiles (chayotes) cosidos, para comerles con el fresco de su queso de vacas de Montana, me encontré sentado en San Cristóbal de las Casas, la altitud de la ciudad transformaba el paso de las nubes, en una llovizna resbalando sobre la tierra como confeti jugando en primavera.
Tzeltal fue la primera lengua que encontré en el murmullo de aquellos indígenas que caminando pasaban por las veredas, rutas hacia sus destinos del día.
Yo también caminando empecé a largarme en esa distancia, la que guarda eso que me hará sentirme y vivir cerca del palpitar de una idiosincrasia que nació el día en que los Dioses Mayas se bañaron dentro los colores de las flores.
Sentí la sola respiración de emerger como el canto de los silencios ahí en las aguas del Rió Usumacinta. Las aguas me contaron del paso de las razas. Aprendí a conocer que todas aquellas tribus que se desplazan a lo largo de la cintura de América, como es Guatemala, El Salvador y Honduras: representan los últimos vástagos del árbol genealógico de las mayas, primos hermanos de los que fueron dueños de Chiapas.
Cuando en los espacios del ocaso empezó la chirimiílla su canto, retumbo el tum tum de tambores, como un mensaje a los Quiches que suspiran y existen por las Sierras de Nevaj, le cantaban en el silbido de la flauta un consuelo del mañana a los primos Cachiqueles, Sutiles y Pocomchies. Fueron cantos depositados en los vientos y así depositarlos como perdidos en las aguas de Atitlan.
Este lago fue el testigo del tormento en sus aguas, fue quien guarda la lagrima en miles cuando el Español arribo con su espada de muerte y una cruz que amparaba las masacres de nuestros hombres, mujeres, ancianos y niños en ciudades como Palenque, Piedras Negras, Tical, Copan, Yaxchilan, Tzendales, etc.
La condena del progreso empezó su marcha ante mi mirada, con el desprecio se levanto como una cosecha nueva de muerte, todos empezaron a creer que el Dios Itzam Cab Ain, enojado pensaba acabar con todos los seres del mundo.
Y después que se encontró en los escritos de Chilam Balam, el escape de las predicciones de un sentimiento de tragedia, esta que se levanta sola como una niebla, que llego como tomada de la mano con la muerte, me platicaron aquellas gentes que viven con los minutos en Chiapas, la platica fue como una costumbre que camina como un reflejo en el horizonte de aquellas torturas recibidas en el camino de los días.
Aquellas miradas Lacandonas, grabaron el recuerdo en mi silencio que porto como una ola en las extensiones de la selva.
Fue en esas selvas donde encontré la voz del hombre que hablaba con la sinceridad de los cenzontles, desaparecieron los murmullos y quedo solo el sonido de su palabra como navegando en el correr de los ríos para pintar la amenaza, para pintar la traición y así cuidar de los insurgentes hombres creados dentro la misma savia de la Montana.
Guadalupe Tepeyac, fue el lugar donde apareció alguien con el nombre de representante de una comisión por la paz; uno a uno desfilaron los Indígenas haciéndole ver que ellos representaban el hambre, la pobreza, la miseria, así mismo Sr. dijeron: somos la misma herencia de la injusticia y el olvido, somos la mira de los que roban nuestras únicas riquezas que la madre naturaleza nos a dado, así la estatura de los árboles.
Todo lo vi, en Chiapas si Señores: en el mismo municipio de Las Margaritas. La tristeza sigue su marcha, nadie conoció ni encontró un espacio en los periódicos, nadie encontró ni tubo lugar en las radios, ni así todas aquellas cadenas de televisión que llegan a millones de hogares, el interés de trasmitir el ultraje y robo a nuestras razas no tiene valor ni sentido, nos quedamos como siempre con la incógnita de lo que pasa, sin saber ni poder entender los dolores de nuestros pueblos.
Hoy esta mañana empecé a recoger los rezagos esos que viven en los que palpitan en un corazón olvidado y así en mi imaginación empecé a escribir lo que acontece, puedo sentir que las palabras expresan los motivos y condiciones que llevo a los hombres esos que son sangre de la tierra, a tomar las armas como único telegrama al Sr. Presidente, al gobierno que le acompaña y a lo largo de la patria Mexicana, en ese telegrama se pinta la cruda verdad que el pueblo olvidado aquel con olor y color a hojas vive.
En el se pintan algunos de los sufrimientos que en estas ultimas décadas han pasado, sudor que camina como tortura, camina como una historia que vive los mas de 500 anos de humillaciones y desprecios que han sido la marcha de su historia, discriminación constante, así como un invierno sin final.
Hoy se desprenden en un eco las palabras del Señor y Dios de las forestas Yumil Kaxob, diciendo: una a una empezaron aparecer en ese recuerdo que parte del olvido y vinieron como a nacer el presagio que solo de sus labios se formo un día: Las velas, esas blancas, si esas que se ven apareciendo en el horizonte del mar, el mismo ese donde nace el Sol.
Y vienen así, traerán inviernos de muertes y nosotros tendremos que partir en las primaveras de los vientos, iremos a encontrar y buscar la señal del regreso, dejaremos el veneno en el sigzagueante deslizarse de Coatl, (culebra) para que cuide a Ixchel Acna, ( madre selva ) al repique de campanas presagios de lo malo.
Nuevos añoras llegaran de lo distante, barridos en la sangre, llegaran en el vuelo del bejuco y en los colores ahumados de pólvora que vive en los Quetzales olvidados.
Vendrá volando la palabra libertad desde la misma profundidad de los verdes anclados en la selva y así el Tajumulco, empezara a alumbrar en las alturas de la patria, una nueva belleza que alumbre desde la cera de las candelas, el nacer de unas nuevas letras, que aspiran los colores de libertad que viven en unas paginas llamadas el Popol-vu, es ahí donde quedara guardado para los próximos mil anos la nueva luz que recién nació en la patria Mexicana, en un barrio de la selva allá en el lejano Estado de Chiapas.
Es Arizona conde ahora palpo tus recuerdos y le dejo que caminen en letras que encuentren el hogar de algunos ojos, que sean esos que abran las puertas del alma, para aquellos que un día fueran la semilla que levanto el amor que todavía palpita en las venas de la selva.
Negor Len
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