No vengo a pedir piedad.
No vengo a decirle a ojos extranjeros,
me disculpen por la pobreza que mi tinta,
arrastra en los papeles donde dejo el eco de lugares,
pintados como solfas
que guardan el criollo canto,
ese que encuentro en las raíces de los pueblos.
Fue una vez recuerdo,
que salí a buscar;
Salí a escudriñar en los archivos inspirados,
una idea de cómo ser poeta.
Anduve por las bibliotecas de mas alcurnia,
identificando las clases diferentes de poetas,
esos que deben graduarse en la vida.
Busque alguna categoría,
una sí:
que diera cabida al rumbo de mis letras.
A la existencia de sus intenciones.
Busque el castigo al delito por cantar fuera de las reglas,
esas que poetas confundidos en su egoísmo
y soledad desparramada,
llenaron de estilos y acuerdos.
Esos poetas que lejos se detienen,
de caminar por el extenso salado de las arenas
que humedece el océano navegante de soñares esparcidos.
El mar lleno de una libertad blanca,
me regalo el secreto de las espumas.
Me regalo el enigma de sus burbujas,
que se bañan de caricias que descienden de la luna.
Yo no tengo reglas poeta susurro a mi oído:
las brumas…
Olas y mareas,
asi como todos los reflejos del cielo que viven en mis aguas,
puedes cantarlos a tu manera:
puedes cantarle lo sé,
de la manera que le hablas a las piedras,
esas que embelesadas,
te sonríen alla en los desiertos de tu pueblo.
Disculpa poeta que también yo tome la palabra,
hablo el Rió Colorado,
rió que irriga los surcos y campos de mis tierras de Arizona.
Deja que te diga que en ese eterno dormir,
de rocas y lagartijas.
De serpientes cascabeles.
Escorpiones,
y nocturnas lechuzas que cuidan el silencio,
ese donde se esconde la soledad de las arenas.
Se esconde la ausencia del bullicio,
como huyendo de la envidia,
la misma que es amante, concubina del egoísmo.
Esto, todo lo vez,
hasta donde tu mirada alcanza
encontraras el canto de los zanates,
y en el auditórium de los aires,
aparecerán las canciones de cenzontles,
en coro con torcazas y toda ave que transita en los vientos.
Todo esto poeta esta ahí:
llévalo en el morral de tus recuerdos,
Para que un día puedas usarlos en tu canto.
Todo esto será la suelta inmensidad de un archivo
donde la vida lleve
buscando la clasificación de tus poemas.
Yo sabrás, sigo siendo el rió,
que viene a dejarte en cestas derramadas
miles de aretes y collares que olvidaron las estrellas,
cuando desnudas jugaron y se amaron en mis aguas.
En esa aguas también encontraras las veredas cristalinas,
que en madrugadas se evaporan
al copular con las arenas y hojas derramadas.
Es aquí donde quiero un día traigas de paseo,
A la hembra esa que adulas en tus poemas.
Aquí dejaras que en tus dominios nunca heredados,
le acaricien y adornen el vaivén de sus figuras.
Deja si que la hembra esa que llamas señora,
desnuda le adornes con la luz de las luciérnagas…
Asi: su cuerpo será el paraíso ese en que tu poeta
te pierdes pensando en los placeres de la noche.
Esto es lo que yo darte puedo,
mas imagino que cuando en el Bio Bio
tus pies descansaste en el correr de sus Chilenas aguas,
pudiste encontrar la memoria de los follajes,
en el navegar de hojas titubeando su llegada al océano.
Hojas pintadas de nieve que alumbran
la profundidad de otoños e inviernos extranjeros.
Cuéntame poeta siguió diciendo el Rio Colorado,
supe que conociste también las aguas,
de muchos hermanos ríos diferentes?
Una lluvia me contó él verte por Iquitos,
abrazando el correr del Orinoco,
que te invito a beber las savias de la selva.
Tu y los búhos de la noche,
juntos conocieron almendras en su vestidura.
Vez, que tu adueñas el retumbo de tambores,
esos que encontraste navegando en el Motagua,
rió donde supe recogiste algas y cadáveres
acecinados por puercos dictadores,
que muertos los dejaron navegando en esa Guatemala,
flor de pascua en la cintura de América.
Supe que cuando en la Mosquitea,
merodeabas los silencios de la selva,
en esa patria Nicaragua,
siempre fuiste sí:
acompañado de un nerviosismo de venado.
Fueron las corrientes del Rió Tipitapa,
esas que en la selva pregunta al Once Coco Segovia,
otro rió que te dio el derecho
de encontrar la raíz de las ideas.
Ahí aliviaste tú sed por los encantos.
Ahí reposaste la sed de tu cansancio.
Esos ríos jornaleros poeta,
son los que alimentan la luz de los luceros,
esos que a Honduras y Nicaragua
les pintan desde el mundo de las estrellas,
con sus cabellos peinados en hilos de plata.
Una de las pasadas madrugadas poeta,
una garza en su viaje procedente de Alaska:
dijo haberte visto en la extensión de un blanco invierno,
en la Provincia de Alberta,
entusiasmado como un aullido de lobo,
en los millones de nieves volando como plumas,
de palomas violadas por el viento.
Ahí se que conociste el desnudo misterio de las rocas,
Congeladas en la sonrisa y su mirada
estancadas como un sueño lento, eterno
en el latido inmóvil de la montaña,
que admite al Athabasca River llevar su paso,
como una vena que alimenta el corazón de la mirada.
Poeta también Canadá te dijo:
Llena los frascos vacíos de tu tinta,
llénalos con los ecos del Slave River
en su marcha al Océano Ártico lugar de su destino.
Encontraras diferentes sinfonías,
que de las aguas se evaporan
en un aplauso de hojas desfilando hacia los suelos.
Mis aguas cuando al mar arriban en su final,
abrazan la llegada de infinitas corrientes diferentes,
que arrastran recuerdos germinados con las lluvias.
En esa llegada escuche de tu nombre,
navegando alguien dijo: le vi en el Delta del Paraná,
en un día de trabajo, con su maleta,
en la proa de un buque
esperando encontrar en el alcance de su mirada,
la Provincia de Misiones, en la Republica Argentina.
Que cosa quieres poeta?
Si ahí fuiste sí:
un pescador desnudo en los latidos de la pampa.
Encontraste la música del malambo.
Encontraste la melódica cadencia de la zamba,
hecha un ritmo embelesado en regalar a plena luz,
lo que tus ojos en pagos y estancias,
deleitaron como el churrasco cocinado por el Gaucho criollo.
Te llevaste en la sonrisa de tu alma,
El abrazo celeste de Ushuaia a Catamarca.
Nos perderíamos en un eterno,
hablando de todo lo que regalado se encuentra
como una vestidura en el universo.
Poeta déjame entonces decirte adiós,
déjame recordarte que en el respiro de la Naturaleza,
encontraras siempre el soplido
que absorber te deje:
el derecho sí…
De cantar con esta libertad,
que en este momento despides de tus ojos.
Negor Len