Es tediosa porque es muy lenta. Escenas llenas de calma Zen muestran a personajes con una rivalidad caballerosa, valiente y un frío desapego por las necesidades del amado. Quizás una se ha acostumbrado a la movilización exagerada, de lo interno y externo, en las figuras de los culebrones de América Latina y nuestros excesos emocionales. La trama es grata, no se puede negar, más por lo diferente que por otra cosa. Pero es tan lentamente opuesta que resulta grosera. Me intrigó tanto la disparidad con lo actual que investigué, con una malévola actitud, sus secretos a fin de escribir con saña sobre su tedio.
Resulta que Sonata de invierno ha causado furor en todo el mercado asiático; ha sido transmitida en unos 20 países incluyendo Japón, Taiwán, China y Tailandia; también en Perú y en Méjico; las situaciones contadas muestran un ambiente similar al que se desarrollaba en Japón hace veinte años, y según parece, a los japoneses que han visitado Corea les recuerda al Japón del pasado. Así es como el interés por las telenovelas coreanas, hasta el punto de emitirlas dobladas al japonés en horario prime time, responde a un claro giro en el marketing japonés. Este tipo de novelas mantenían enganchadas a televidentes mayores de cuarenta años. Y hasta ahora, el motor de consumo de esta economía residía en los jóvenes, verdaderos enfant terrible capitalistas, frente a unos padres más predispuestos al ahorro. Por tanto, la publicidad iba dirigida hacia el mercado joven. Sin embargo, el envejecimiento de la población japonesa, junto con el hecho de existir una juventud pluriempleada con apenas poder adquisitivo, ha condicionado de tal forma el consumo japonés, que los jóvenes han pasado a un segundo plano a favor de un mercado a gusto de las obachan (abuelas) Y es que si algo caracteriza a este gusto por las telenovelas coreanas, es que a los jóvenes japoneses les causa repelús. Y no sólo a ellos sino también a los de otras latitudes. Por esto comprendí él por que es una novela tan lenta. El motivo por el que los protagonistas no se han dado un buen latazo y el que no haya escenas eróticas. También acepté, a raíz del hallazgo, que la madre le aconsejara (a la hija) que no pensara en el amor porque eso no era importante (¿¿¿???¡¡¡!!!) Por lo leído, y muy a regañadientes, accedí verla llorar llena de culpa por amar a otro hombre que no era su novio. Justificó, brevemente, que la ruptura del compromiso haya execrado a la protagonista del vínculo familiar: su madre dejó de tratarla y los amigos la abandonaron. Pero, y algún día tenía que empezar a quejarme, todo eso resulta magnífico para un cuento de hadas y no para una novela de adultos. Se percibe una inmensa desconexión con la realidad: la actuación de la protagonista no corresponde al de una mujer de este siglo (por muy enamorada que se esté) y es difícil encontrar a una mujer en extremo víctima (como lucía Yu Gin) mientras caminaba por su dilema emocional. Eso resultó desfasado hasta para una novela que refleje la sociedad de otro tiempo. Un día grité: ¡Hagan un trío y ya! Pero imagínense como hubiera reaccionado ante esa posibilidad si ni siquiera se han metido mano.
Entiendo que las novelas son ficciones y brotan de una visión, de parte de la realidad, que alguien está observando; y aunque no conozco Corea no puedo creer que una mujer actual retorne con un hombre, por obligación, al ver que este no come y decide morir porque su novia no lo ama. ¿Dónde se encuentra este hombre, en Venezuela, llorando por que no lo quise y sufriendo al verme preferir a otro? No lo conozco. Tampoco en el entorno de las amigas. No existe. Sí claro, les escucho decir que soy una cínica escéptica. A lo mejor es cierto y posiblemente estoy acostumbrada al excesivo realismo latino de crear una novela educativa-social-cultural. Por eso me pregunto ¿resulta más conveniente hacer un diagnóstico exacto de la realidad y reflejarlo en un texto, cuento, novela o más bien es conveniente hacer un montaje sobre un romanticismo místico, exagerado, de diálogos dispuestos a quitar el aliento pero absolutamente lejanos a la realidad? La respuesta supone una visión del mundo y la toma de posición ante ella. Y podría convertirse en un estudio filosófico de gran envergadura. O hacer como dice papá: ¡Pero si te fastidia tanto, no la veas!
Mientras observaba mis expresiones saltaban de la sorpresa a la incredulidad, luego al enojo y de nuevo al asombro. Se muestra llena de close-ups donde nunca se sabe si el protagonista está triste, rabioso o con miedo. No ha concluido pero ya sé como va la cosa y él por qué no se han besado. Es una tragedia china (¡perdón! Coreana) que te permite crear sub-tramas imaginarios mientras se desarrolla el conflicto a un ritmo de tortuga desmayada. Se muestra a una Corea activa económicamente, sin problemas de indigencia en calles amplias, faltas de basura y con bellos paisajes naturales. ¿Esa es la verdadera Corea? Y por otro lado, con la mirada bifurcada a nuestra sociedad ¿por cuánto tiempo Venezuela expondrá una realidad teñida en sus telenovelas? O ¿hasta cuándo durará la vista gorda gubernamental en la creación de estos espacios de corte socio-cultural y no tan fieles a la realidad? ¿O es a propósito? Pareciera ser así.
Lo que me gusta de la novela, para no exhibir una amarga disertación, son sus exteriores repletos de una belleza pacífica y solitaria, dignos de caminatas sosegadoras. Donde se manifiesta fuertemente una cultura parecida a la referencia que se tiene. En esos exteriores se nota el respeto, la reverencia y la adoración por lo natural, que la cultura oriental, siempre ha exhibido. Explica el excesivo y elegante modo de vestir representado con muchos suéteres, largas chaquetas y prendas “cuello tortuga” de lana gruesa, que impiden reflejar un abrazo más apasionado o caricias sensuales.