Hay otra vastedad
detrás de nuestros párpados,
no sé aún si más fría
o dulce que la tierra.
Antiguos naufragios la circundan,
olvidadas expediciones de sueños,
desde cuyas velas, desgastándose al sol,
viejas palabras dicen adios eternamente.
Hay otra vastedad
detrás de nuestros párpados.
Cruzan su espacio puentes interminables,
colgando hacia la nada,
como miradas suspendidas que duermen,
soñándose a sí mismas,
saliendo de otro rostro,
cayendo en otro abismo.
Hay otra vastedad
detrás de nuestros párpados.
De ignotas latitudes,
sin ángulos ni rostros,
A veces, tras los arcos de sus vetustas puertas,
tendemos nuestra piel al sol,
para secar sus sueños de húmedas madrugadas.
Hay otra vastedad
detrás de nuestros párpados.
Y es siempre el hombre solo quien la habita.
Encendemos antorchas cada noche,
y abrazamos en el sueño nuestra sombra.