Dir: Jared Hess.
Intérpretes: Jack Black, Héctor Jiménez y Ana de la Reguera.
Si los nachos son la versión Tex Mex de la gastronomía azteca, la nueva cinta del chico de Escuela del Rock es, sencillamente, la revisión pinche gringa del pintoresco cine de luchadores frijoleros, por estilo de los clásicos Blue Demond y El Santo, a quienes Jack Black intenta remedar con poca fortuna en esta comedia.
Por eso, Nacho Libre no les ha causado ninguna gracia a los compatriotas de Belinda,así como tampoco ha despertado mayor interés crítico en Estados Unidos, muy a pesar de ser la segunda película del recién beatificado Jared Hess, el director de la estupenda Napoleón Dinamita, con la que catapultó a la fama al genial Jon Heder, todo a base de un calculado y efectivo humor nerd.
Ahora con más presupuesto y menos libertad creativa, el mismo cineasta ha acometido esta producción “basada en la historia real de Sergio Gutiérrez Benítez, un sacerdote mexicano que durante más de 20 años llevó una doble vida como luchador,recaudando dinero para el orfanato que fundó”, según afirma el comentarista Pablo del Moral.
Así pues, el joven autor hace lo que puede para no pasar desapercibido frente la invasiva omnipresencia del protagonista, cuya forzada y repetitiva gama de morisquetas llega a deslucir el buen trabajo del realizador.
En cualquier caso, el brillante director de fotografía, Xavier Pérez Grobet, sí sobrevive para cumplir su misión de enaltecer el relato con imágenes coloristas de procedencia kistch.
Ello permite a Jared Hess continuar con sus investigaciones sobre el sentido plástico del absurdo, aunque lamentablemente, en esta oportunidad, se termine viendo obligado a someterse a los oscuros designios de Jack Black, pues por algo puso los cobres para la movie. Con todo, una ocasión excepcional para descubrir el insólito universo de este joven cineasta en ascenso.
Dir: Luis Llosa.
Intérpretes: Tomas Milian, Isabella Rossellini y Juan Diego Botto.
Cine Halmark con aires de familia en la discutible adaptación de la novela homónima de Mario Vargas Llosa, a cargo de su cuestionable primo, Luis Llosa, el director de par de fiascos, Anaconda y El Especialista, ambas superadas por el resultado de La Fiesta de Chivo.
De tal modo, el cineasta peruano se ha reivindicado tras debutar sin fortuna en sus dos primeros largometrajes, aun cuando su tercer producto dista de ser una obra maestra del séptimo arte.
En realidad, es un telefilm de lujo con algunas figuras de cartel, bajo la inspiración de la reconstrucción historicista a la forma espectacular de Hollywood. Por ello, el guión aborda de un modo superficial el tema central del libro, al reducirlo al ámbito folletinesco del conflicto personal, marcado por las condiciones adversas de un contexto hóstil. Cualquier parecido con nuestras miniseries culturales de época, con dictador incluido, es mera coincidencia.
En este caso, el archivillano de la trama no es el benemérito, ni tampoco Pérez Jiménez, sino más bien el longevo dictador de Republicana Dominicana, Rafael Leonidas Trujillo, quien hizo de su país una pequeña isla del diablo, con el apoyo, por cierto, de muchisímos otros malucos internacionales, marginados a conciencia de la cabeza del reparto( no vaya ser que se nos ofendan los auténticos creadores y artífices de semejante autócrata).
Luis prefiere narrar el típico relato maniqueo, en lugar de denunciar a los verdaderos responsables del asunto. Luis hace leña del árbol caído, pero no se atreve a desnudar la sabia del poder real en ejercicio, siempre oculto detrás de la corteza política. Paradójicamente, después viene para acá, a Venezuela, a tirárselas de machito frente al status quo, recibiendo tratamiento mediático de Rock Star. Me gustaría verlo haciendo lo mismo en la Dominicana de Chapita.
Así las cosas, la peli va de El Hundimiento o de la declinación del gorilita en cuestión, desde la perspectiva y la memoria melodramática de sus víctimas, liderizadas por la protagonista de la tragedia, una chica violada por el pedofílico tirano.
El gran problema de la cinta consiste en hacerle poca o nula justicia al espíritu del texto original, al explotar morbosamente el detalle del encuentro entre Bella y Bestia, sin llegar a profundizar, como Don Mario, en la naturaleza humana del King Kong de marras.Ni Peter Jackson lo habría hecho peor.
En resumen, casi una biografía oficial del que te conté, según el punto de vista objetivo de los cinéfilos de oposición. Para los del gobierno, el último eslabón en la campaña sucia del imperio mesmo.Para mí, el simple y clásico mea culpa a base de golpes bajos. Sea como sea, el complemento perfecto para el polarizado ambiente político del país.