El celular timbra.
-Si
-Soy Carlos, te acuerdas de las inyecciones para abortar, dime dónde las compraste loco, tengo un problema.
Tres meses después soy yo el que busca el número de Carlos, reviso los contactos de mi celular, y marco.
-Sabes de algún otro lugar donde vendan las inyecciones, la vieja que me vendía se ha ido, y estoy en tremendo relajo con una menor de edad.
Así van las cosas padres de familia, la niña de sus ojos es una perra cuyo agujero vaginal es más conocido que los huecos de las calles de esta puta ciudad. Su hijo varón no es más que un hijo de puta, insensible, asesino de no natos. Nuestros mejores aliados no son dealer o vendedores de cd piratas sino respetables señoras que trabajan en grandes farmacias y que nos sacan considerables sumas de dinero por pociones que sin duda cambian el rumbo de una vida a cualquiera. Así transcurren los días, trapos manchados de sangre, lascividad, excesos, locura y absurdo.
Alguien me cuenta que Carlos murió en un accidente de transito, y luego me pide lo de siempre, inyecciones para abortar. La chica de 15 años que preñé, no quiso hacerse el curetaje, finalmente ha parido. Ahora me escondo en casa de una tía en Esmeraldas. Veo salir el sol y pienso en el hijo que no quiero ver crecer.