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PENSAR COMO UN NIÑO “Las preguntas de Sara”

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– Abue¿Qué necesita el mundo para vivir en paz?

– La verdad, creo que sí todos fuéramos concientes y aportáramos un poco de noso…

– ¡Ya sé!

– Dime Sara, ¿tu qué piensas?

– Abue, en este mundo hace falta que los niños sean escuchados, imagínate un presidente de ocho años, o que el mundo estuviera bajo nuestro dominio. Yo la verdad prefiero que los adultos quiten las manos del fuego, porque nosotros nos estamos quemando por culpa de ellos, creo que nunca toman nada en serio, al menos nosotros nos divertimos…

Todas las noches el abuelo visitaba a Sara en su habitación, era su única nieta. En aquella noche hablaron más tiempo de lo que solían conversar, el abuelo encantado con una sonrisa reflejada en su rostro salió como todas las noches feliz y halagado. Ramón Carrel era un viejo dedicado al cuidado del ganado, por las tierras de Córdoba. Vivía en un pequeño lugar a las salidas del pueblo al que llamaban “Costa De Ángel”, cerca al municipio de Chinú. Carrel era un lector empedernido, ordenado y muy responsable.

En la noche siguiente Sara fue en busca de su abuelo, tenía una nueva pregunta que formularle. Corría apresurada y emocionada, la madera se retorcía a cada paso constante que la niña emprendía, además llevaba un cuadernillo pequeño.

– ¡Abue!

– Hola mi querida Sara, ¿por qué tanta prisa?

– Porque necesito que me respondas lo siguiente…

– Cuéntame, te escucho. ¡Acércate!- El abuelo estaba mirando el hermoso paisaje que se observaba desde su habitación, los ventanales era inmensos, casi recubrían una pared; el ambiente fresco y una agradable vista llenaban de alegría e inspiración al abuelo que sentado todas las mañanas, tomaba una tacita de café.

– Gracias abue…

– ¿Qué me quieres preguntar?

– Abue, ¿es justo que mueran los niños por la guerra que han creado los adultos?

– ¿Por qué me preguntas eso Sara?- El abuelo palideció.

– Lo pregunto, porque estoy cansada de saber que todos los grandes hacen las cosas sin la autorización de los pequeños. No veo cuál es el ejemplo de un hombre que es capaz de matar a otro. La violencia la forman unos y por culpa de ellos la padecen los inocentes…

El abuelo se quedó sin palabras, no entendía cómo una niña de ocho años podía afirmar algo semejante, continuaba pensado qué decir, pero las palabras se las había tragado la impresión y el nerviosismo.

– Pero Sara…- Soltó una sonrisa aparentada, después de unos segundos.- El hombre no es un asesino y los adultos no son los únicos responsables de lo que sucede en el mundo. Hace muchos años cuando era joven la vida era muy diferente, en el campo se respira tranquilidad, algo que tú nunca encontrarás en las ciudades, y yo como viejo que soy, he aprendido a escuchar el ganado, sí el ganado. La vida tiene algo especial que encierra todo lo que queremos, pero hay cosas que se quieren cambiar y las circunstancias lo prohíben. Antes aquí en “Costa De Ángel” la gente era muy amigable, pero cuando surgieron los primeros grupos bandoleros del país, las personas cambiaron, ¿si ves?, las condiciones son las que hacen que una persona viva dependiendo del medio, pero eso no quiere decir que sean malas personas.

Sara desde luego prestó mucha atención a sus palabras, pero sabía que aún el abuelo no había respondido su inquietud. En su cuadernillo de notas, había apuntado algunas frases que había pronunciado el abuelo, entonces añadió:

– Abue, tú dices que “el hombre no es un asesino y los adultos no son los únicos responsables de lo que sucede en el mundo”, pero entonces ¿quién es el responsable de todo lo que pasa?

– Querida Sara, eres una niña muy especial.- Apuntó con alegría, los ojos expresaban felicidad.- Mi niña, la responsabilidad está en todos nosotros, cada uno con su actuar decide qué pasará en el mundo.

– Abue, ¿sabes qué?- Sara río en carcajadas.

– ¿Qué Sara?

– He comprendido que los adultos como los niños pensamos algo muy similar, lo que pasa es que los adultos se complican la vida en las cosas más simples y se preocupan por lo que no es de mucha importancia, en vez, nosotros como niños podemos reír, jugar, llorar, en donde sea, no importa el lugar. Sólo esperamos que los adultos aprendan de nosotros a amar sin condición, y que los adultos puedan ser un ejemplo de vida para nosotros. Creo que falta educación y conciencia por parte de todos.

– ¡Sara!- El abuelo asintió y estallaron unas lágrimas. – No puedo creer que una niña como tú, quiera cambiar el mundo. Eres un buen ejemplo, tu decías que los adultos se complican la vida en las cosas más simples, pero creo estás pensando como un adulto…

Sara y el abuelo soltaron unas cuantas carcajadas.

Realizado: David Chicaeme

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