Reflexiones sobre el comportamiento polìtico del venezolano en el 2006

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Segunda entrega 

IV
Entrando en materia, la acción política del venezolano ha experimentado un viraje importante que nos permite ver ¿dos sociedades?, dos formas de actuar ¿diferentes? Con ¿un similar objetivo? ¿Se muestra similar propósito en la participación venezolana? No lo creo así. Quizás un poco reducida en intensidad, con relación a cuatro o seis años atrás, se sigue mostrando una marcada distancia social, una percepción estereotipada de los grupos con relación a la clase, genero, raza, ideología o lugar de vida. Observamos una vigente polarización donde el protagonista de cada lado reduce su percepción acerca del grupo rival a categorías simplistas y rígidas, con una fuerte negativa de orden moral. Hay un interés por Venezuela, no se puede negar, pero se revelan distintas representaciones de ideal democrático a defender por un lado o abolir por otro, sin asumir las cuotas de responsabilidad que todo este asunto genera. Y aunque estas posiciones resuenan como presente novedoso están, más bien, teñidas de un pasado aún no resuelto. Venimos de un espacio donde la abstención es conocida y reiterada en varios años electorales, esto es lo que refiere Murillo en su libro de Estudios de sociología política como la “apatía de las masas” quienes se muestran agresivamente desinteresadas por los acontecimientos políticos locales, nacionales o mundiales. Es un proceso de alineación ciudadana frente al asunto político basado, principalmente, en un sentimiento de impotencia ante la exagerada complejidad de los mismos que lleva a la creencia de una fuerte inutilidad e invalidez de que cualquier esfuerzo individual genere la resolución de estos[i]. Impotencia palpable, en Venezuela como un no hacer masivo.  Un despertar y luego un hacer exagerado descoordinado y repleto de torpezas. Cuatro notorios comportamientos: uno con tendencia roja sangre que es una pluralidad ideológica que respalda a un gobierno social visiblemente izquierdista. Que no se muestra a gusto con el juego democrático o la convivencia de opiniones disidentes en un mismo espacio sin que eso signifique violencia o la imposición de una opinión sobre la otra. Hay partidarios de esta tendencia equilibrados y abiertos al diálogo inteligentes, apasionados y fervorosos creyentes de que sus postulados son las únicas y verdaderas razones de un cambio profundo en la sociedad venezolana. El radicalismo está presente en esta tendencia y hay pocos moderados: su accionar es aguerrido, vehemente y lleno de sentimiento. La violencia en la comunicación política es evidente: aunque la última etapa del tiempo electoral ha obligado, a este discurso, a disfrazarse de un empalagoso y desmedido amor acomodaticio, volátil y conveniente sólo para los tiempos de campaña. Una vez concluido este proceso, de seguro, se reactivará la posición ególatra presidencial.

Una segunda actitud es el multicolor comportamiento de la oposición producto de una coalición inteligente de intereses amarillos, blancos, verdes y azules, que después de mucha discusión logró conseguir alcanzar esta tendencia. Es un reflejo no socialista y en principio asimétrico de la tolda roja. La actuación política de oposición ofrece vencer el problema de la inseguridad, asunto que se ha escapado por completo de las manos del gobierno quien no atina a controlar la matanza recurrente entre venezolanos. Enfatiza en la libertad de culto, la descentralización, desarrollo regional y autónomo de los estados. Ofrece más entrega de dinero ¿populista? sin ningún tipo de intermediarios y no más odios o rencillas del pasado. Esta actuación esta plagada desorden. Muchas  palabras, opiniones y colores distinguen a la oposición del 2006. Y si bien, se muestra por primera vez en muchos años, crecida y un tanto más adulta, le falta aún vello facial y anda con los pantalones cortos. La oposición de hace cinco años se mostraba similar a la visión de un hogar donde el padre, autócrata, gobernaba a su familia y al hijo menor, muy rebelde, con tenaz crítica; sin embargo, el pequeño ya crecido seguía viviendo en la casa de aquel, recibía su dinero y no mostraba (a pesar del constante censurar) actitud suficiente y fuerte para mudarse de la comodidad del hogar; hacer vida propia a su modo y caso omiso de la opinión paterna. Esta metáfora por muchos años reiterativa, para mí, era leída en las actitudes malcriadas y las pataletas infantiles de la oposición. Ahora bien, la asociación de gran cantidad de posturas disímiles ¿es realmente positiva para gobernar en caso de que la oposición gane estas elecciones? ¿No es conocida por los venezolanos nuestra extrema dificultad para ponernos de acuerdo en cosas sencillas y no se diga en los asuntos de gobierno y política? Si la oposición gana las elecciones del 2006 ¿cómo sería un gobierno repleto de posiciones políticas disímiles? ¿Cuánto tiempo tardaría la transición y el re-encuadre de la nueva administración? ¿La posición roja estaría dispuesta a soltar el control del poder actual?
Producto de mucha observación puedo comentar, también, sobre una tercera posición que es más un silencio omisivo que un color de pertenencia. Es una opinión silenciosa, observante ¿una omisión? Abstenida a veces y otras actuante pero según criterio personal e intelectualizado. Un poco más equilibrada y fría; este tercer comportamiento es más bien apolítico y repleto de “sin rostros” no cuantificable en cifras y sí en porcentajes: repleta de intelectuales y otros que no lo son tanto; personas cansadas de la constante violencia dicotómica y atentas a que ambos discursos son muy parecidos, quizás no en propuestas pero sí en actitudes de perfecto reflejo asimétrico de modos y palabras. Dentro de este grupo se encuentran, también, aquellos a los que la política electoral les interesa un bledo porque consideran que no les incumbe, lo suficiente, como para tener participación activa en la toma de posición o en el ejercicio del voto. También forman parte de este grupo los que conocen las letras y la historia venezolana repleta de altos, bajos y caminos ondulantes que enseñan a guardar prenda y/o a comportarse con cautela en los ciclos de bochinches emocionales típicos de la tórrida volatilidad latina. Los llaman los neutros. Este grupo es muy cuestionado por las otras dos tendencias: aquellas coinciden en criticar a los que no toman partido; se considera inconveniente, poco patriótico y pusilánime abstenerse en la actualidad. En este último escaño ¿o primero? se encuentran a los que se han llamado “ni-ni”, indiferentes, observantes del quehacer político. Poco  convencidos de que alguno de los ofrecimientos incite su actividad política o participación.

Continuará…


[i] [i]MURILLO, Francisco  (1.968) Estudios de sociología política. Tecnos, Madrid. Capítulo 1 P.: 40 y siguientes.

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