El circo del petróleo

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Cuando Tomás entró al circo, se apresuraron a enterrarle un tetero en la boca, a pesar de que no tenía sed. El dulce néctar del oro negro empezó a fluir por su sistema digestivo, intoxicándolo al punto de comenzar a ver doble. Unos trapecistas se balanceaban encima de su cabeza, intercambiando barriles que, al caer al piso, se desbarataban y dejaban fluir más petróleo entre el público. Algunos ya habituados al tetero –y en claro síntoma de abstinencia-, se abalanzaban sobre el líquido para lamerlo. Sus lenguas reptaban por el suelo, mezclando betumen y arena, tierra, polvo; pero ellos seguían succionando al compás de la banda dada a tocar música tradicional.

Los payasos aparecieron, para deleite del público asistente. Venían seguidos de una turba cuya función era reír a carcajadas de cualquier chiste, por más ridículo que fuera. Los arlequines lanzaban tabletas negras –petróleo sólido-, que fungían de moneda de cambio. La muchedumbre se arremetía a codazos, sin ningún tipo de orden, en pro de una de las lustrosas tabletas que saltaban de mano en mano.

-Oye, ¿tú no celebras? –Le preguntó a Tomás el maestro circense con los labios teñidos de negro y aliento a carroña.

-Yo prefiero sólo ser espectador por un rato –replicó el joven, arrancando la teta de plástico que lo asfixiaba-. ¿Dura mucho la función?

-Depende. Por ahora, vamos bien. Mañana, quién sabe, ¡Pero no me negarás que es divertido! –Dijo el maestro, mientras se alejaba con una risa macabra para colocar un pastel de petróleo bajo la silla de uno de los asistentes.

Tomás salió de la carpa, sintiendo un malestar en su estómago. No sabía si era producto del espectáculo, de la bebida o de la situación; lo que sí sabía era que no era un dolor común. Miró su piel y la vio negra, manchas brotaban de sus poros. No era una ilusión óptica, y justo antes de caer al suelo desmayado, vio una inmensa nube negra cubrir el cielo y robar la luz al circo.

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Barman, guía turístico, sirviente y amo de casa, traductor, profesor de lenguas, niñero, encuestador en la calle, extra de películas, vigilante nocturno, obrero de mudanzas, editor de películas, músico de Metro; eso hasta ahora. Aparte de sus incursiones en el mundo laboral, escribió y publicó novelas (https://www.panfletonegro.com/v/2010/11/22/yo-mate-a-simon-bolivar/), colaboró con periódicos y revistas electrónicas y participó en debates y mesas redondas. Hoy en día, colabora con oscuros y desconocidos artistas de todo tipo y añora realizar su sueño, ser dueño de un circo. Por las noches lleva a cabo audiciones para el puesto de “tragadora de espadas” con mujeres de todo tipo. Jamás ha practicado patinaje artístico.

16 Comentarios

  1. Que tal mi pana Krisis

    No entendí loco, es una alegoría, una metáfora, qué es mi pana, le exijo una explicación, al estilo condorito…espero que hayas leído a condorito alguna vez.

    Saludos broder

  2. El final fue ambiguo… Aunque bueno, es un buen veneno ese maldito petróleo, yo creo que Bush es el maestro del circo ja ja… Disculpe si no debo de hablar de política, pero bueno, en ello pensé.

    Me ha gustado. Saludos.

  3. …es todo lo que quieren que sea. Es una sucesión de imágenes, a ustedes de interpretarlas. Me gusta lo del maestro circense como “Bush”, fíjate cuántas opciones hay.
    Si quieres saber algo más, digamos que refleja mi estado particular. Veo a todo el mundo queriendo que lo salven y tratando de cambiar el mundo. Yo dejé de confiar en el hombre. No me interesa, pues lo poco que he visto es que, cuando se trata de “incitarnos” a hacer algo (participar, etc.), al final lo único que queda es una rata que usufructúa nuestro trabajo.
    El ser humano es despreciable, y cuando se inserta en la política es peor.
    No pretendo dar lecciones, sólo puntos de vista, y la escritura me ayuda a hacerlo.
    Saludos, par de dos…
    K.

  4. Yeah, cuando se trata de luchar por el poder (político, religioso -ja, aunque creo que tb. es política eso-, cualquier tipo pues) el humano olvida quién es su hermano, muerde la mano que le ayuda.

    Yo no he dejado de confiar en las personas porque sería desconfiar de mí misma, pero eso no quiere decir que toda la gente me parece maravillosa… Conciente estoy de los defectos humanos, pero si no se hace nada al respecto, tratar de mejorar -y empezando por uno mismo-, jamás habrá un cambio y nuestros descendientes van a sopesar las consecuencias.

    Falta motivación, pero lamentablemente, no entendemos hasta que estamos bien hundidos.

    La escritura es para expresarnos, ya es cosa de cada quién si aprende de lo que lee o no.

    Saludos.

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