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Res o no Res

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El próximo lunes se completará la segunda medida de fuerza dispuesta por las entidades que representan al campo. Como pocas veces –o nunca- sucedió, sectores agropecuarios de distinta composición como la Federación Agraria y los representados por la Sociedad Rural, confluyeron en una medida directa contra la política del Gobierno para el sector. La pelea es la de siempre, los productores que dicen que el Ejecutivo no alienta el crecimiento y recorta la rentabilidad del sector, y el Gobierno que dice evitar se dispare la inflación y quiere asegurar que la carne “no falte en la mesa de los argentinos”. Drama existencial, personajes “shakeaspeareano”, del Ser o no Ser, a nuestro Res o no Res.

 

A comienzos de la semana, Felisa Miceli, enojada, se expresó de manera muy dura contra los dirigentes del sector, ya que en el Gobierno no entienden por qué se ha tomado una medida de fuerza tan agraviante. Es que, hasta el próximo lunes los “productores” no enviarán una vaca al Mercado de Liniers. El “campo” reclama por un Plan Ganadero, por la eliminación de las retenciones, y para que el Gobierno no entorpezca más las exportaciones, y las oportunidades de ganar nuevos mercados.

 

Pero, convengamos que hoy el campo ya no es lo que era. Aunque, muchos productores se fundieron en los diez años de “Menemato”, la mayoría del campo se tecnificó. Cuando, ahora, el titular de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), Mario Llambías, o cuando Luciano Miguens, su par de la Sociedad Rural., dicen que no se está respetando el modo de vida de los productores, o que no se escucha “al hombre de campo”, aquel que “tiene tierra debajo de las uñas”, no hacen más que valerse de una metáfora que poco se corresponde con el real de la realidad.

 

Hoy, el campo es el gran sostén de la economía argentina, y probablemente, el sector que más contribuyó con sus divisas a que Kirchner pueda amarrocar 30 mil millones de dólares en el Banco Central. Y es, también, quién contiene a la mayoría de los asalariados “en blanco” de la población económicamente activa. Sin embargo, lejos estamos de aquella figura romántica del productor que andaba todo el día a caballo. Hoy no faltan las cosechadoras de punta, ni las pick – ups 4 x 4, ni los más sofisticados agroquímicos. Estamos frente a los grandes pooles de siembra, a los fondos de accionistas que mediante empresas que tercerizan la prestación de servicios, rentan campos por todo el territorio y los someten al monocultivo de soja sin respetar la rotación y los ciclos del suelo.

 

Aunque, hay que reconocer que la complejidad de quienes entran en la categoría de “campo”, es muy amplia. Pero, seguro que la Sociedad Rural (SRA) no habla en nombre de los productores que hasta hace unos años estaban con el agua a la altura de la cintura. Si todavía hay un pequeño productor por ahí, no puede luchar contra Goliat. Solo le queda alquilar su tierra al valor que le pongan en la mano, para que le quede margen de ganancia, luego de que deba pagar la cosecha. Y ahí esta el Gobierno de Néstor Kirchner, en un tira y afloje, porque la tajada es grande, y el próximo años es un año político. Ya se ha cumplido más de un año desde que el ex Ministro de Economía, Norberto Lavagna –hoy dama en busca de compañía- elevara las retenciones a la exportación de carne del 5 al 15 %. El campo ha mantenido la misma postura, quiere “reglas claras”, quiere un Plan Ganadero, y quiere también la eliminación de lo que ellos denominan impuestos “distorsivos”, los derechos a la exportación. Todo esto en palabras de Luciano Miguens, presidente de la SRA.

 

Para la dirigencia de la Sociedad Rural y de la Carbap –la entidad más fuerte que integra la CRA- el Gobierno no hace más que equivocar el rumbo. Le recriminan a Kirchner haberlos “castigado” con una reducción del 30 % del precio de la carne, rebaja que no se trasladó al precio de venta al público y que solo perjudicó al sector más vulnerable de la cadena de la carne, los productores. Las entidades que representan al sector agropecuario están convencidas de que el Gobierno está jugando a favor de los grandes trades exportadores, es decir, los grandes frigoríficos que se quedan con la mayor diferencia. Lo mismo sucede con el trigo, ya que son las grandes multinacionales las que están llevándose altas tasas de ganancia a expensas de los productores. Pero, por otra parte, el Gobierno también está sosteniendo el modelo agroexportador ya que día a día el Banco Central interviene en la economía comprado o vendiendo divisas para asegurar que el dólar se mantenga a tres pesos. 

 

            Sin abandonar su doble discurso, el Gobierno dice defender la producción, asegurar un abastecimiento estable de los mercados de alimentos y garantizar el consumo a los sectores de más bajos ingresos. Pero, entonces ¿por qué se quejan los sectores del campo? ¿Todavía existe “el hombre de campo? ¿La SRA, la CRA, en verdad representan a los productores cuyo modo de vida dicen defender? ¿Por qué el Gobierno y los grandes productores ganaderos, que se despellejan por las cuotas de las exportaciones, no elevan el número de cabezas de ganado para atender la demanda de carne vacuna para consumo interno y para la exportación? Mientras estas preguntas no encuentren respuestas, nosotros consumidores, comamos el asadito sin chistar, porque el pescado, otra vez, está podrido.

 

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