Esta es la primera parte de un relato que escribí hace 6 años atrás, cuando tenía 20, la vagancia y el desanimo son las culpables de que hoy lo pegue aquí. Al que se detenga a perder el tiempo leyéndolo, pierda unos segundos más y deje su comentario, me gustaría saber que opina.
Era un sábado de mierda. Se acababa la tarde y nada parecía cambiar. Estaba en casa, no había nada que hacer. Cuando no tienes nada que hacer lo más fácil es comprase una botella y emborracharse hasta la coronilla. Pero ese día no tenía ni un centavo partido por la mitad en los sucios bolsillos de mi pantalón. Daba vueltas por la casa como un animal enjaulado. O como dice una amiga: Parecía diablo en botella. Fui a mi cuarto y busqué una cajetilla de líder. La cajetilla tenía sólo dos cigarrillos. A lado había un libro de poemas románticos. La portada decía Poemas Románticos. Vol. 2. Tenía varios autores. No me gustaba ni uno. Fue la Nena quien me regaló aquel libro.La Nena era mi vecina. Su casa quedaba detrás de la mía. Los patios colindaban. Los separaba una pared de bloques. A veces nos trepábamos sobre la pared y conversábamos por horas sobre cualquier cosa. De cierta forma puedo decir que esto empezó con ella. O por lo menos que ella tuvo algo que ver. Una tarde, (hace un año y medio mas o menos), conversábamos sentados sobre la pared que dividía nuestros patios. Y ella dijo.
-Tengo que escribir un poema para la clase de literatura. Y no se sobre que escribir.
Yo dije.
-Que te parece si escribes sobre como la mierda a veces tapona los baños.
-No seas asqueroso -dijo ella.
-Bueno, entonces escribe sobre mí –le dije.
La Nena rió. Tenía los dientes más perfectos que he conocido, y totalmente blancos. Siempre envidié la blancura de sus dientes.
-Si, sería factible escribir sobre la amistad –dijo, ella hablaba así, con ella aprendí el significado de algunas palabras. Cuando estaba leyendo algún libro y me tropezaba con palabras difíciles, era ella mi salvadora, mi diccionario ambulante.
-De hecho sería preciso –dijo-. Sólo que no creo tener la habilidad necesaria.
-Sólo tienes que escribir lo que sientas y piensas de la amistad.
-No se trata sólo de eso –dijo-. Se necesita un estilo auténtico y estético para que el mensaje llegue.
-Porquerías –dije-. Quieres que yo te lo escriba.
-Qué has leído tú de poesía. Eres analfabeto en ese sentido.
-Me estas retando. Te voy a escribir un poema para que veas. Pero yo elijo el tema. Para cuando lo necesitas.
-Para pasado mañana –dijo-. Pero no vayas a escribir un poema al estilo beat generation.
-Qué –dije.
-Nada, que no vayas a escribir con malas palabras. Es para el colegio.
Me estaba limitando, pero no importaba. Esa misma noche le escribí su poema. Fue un poco más difícil de lo que había pensado. Demoré tres horas en escribir algo que me gustara, pero al fin cedió la vaca. Desde luego pensé que lo que me gustaba a mi talvez no iba a gustarle a ella. Pero el poema lo había escrito yo, y era a mi primero a quien tenía que gustarle. Se lo enseñé al siguiente día. Lo leyó muy detenidamente y varias veces. Leyó unos versos en voz alta. Finalmente dijo que le había gustado. Un día después día me trajo el libro de poemas románticos. Me lo regalaba para que leyera algo de poesía. Dijo que yo tenía talento para escribir. Que era algo natural. Que leyera bastante para que entrenara mi estilo. Pero yo sabía que lo mío no era perder el tiempo escribiendo. Ya había probado con el poemita. Tres horas, demasiado. Si la cosa era perder el tiempo, yo prefería gastarlo viviendo. Desde ese día la Nena no paró de fastidiarme con la literatura. Me prestaba sus novelas para que las leyera. Yo las leía completas a veces, otras me aburrían demasiado, y no lograba terminarlas. Tenía muy poco que hacer, así que leía, pero me jodía tener que hablar sobre tal trama, tal personaje y tal estilo con ella. Ya no salía al patio para no encontrármela, pero de alguna forma terminábamos encontrándonos.
Hubo una novela que me gustó en particular. Se llamaba Santuario de William Faulkner. Me gustaba porque era oscura, extraña y brutal. Toda la trama giraba alrededor de la violación de esta flaca llamada Temple. La muerte de un retrasado mental y el linchamiento de una pareja con su hijo de meses. Tenía todo para despertar la morbosidad en el lector. Pero la Nena me explico que no sólo se trataba de eso. Que el libro tenía que ver mucho con nuestra sociedad. Los personajes se movían en un mundo donde el bien y el mal se entrelazaban. Ninguno era un santo. En la novela todos los que querían ser justos lo hacían movidos por motivos personales, y en medio de la ignorancia. Como a Horacio que lo mueve el sentimiento de culpa. O la mujer que quiere salvar a Temple sólo porque siente celos de ella y Lee. O la muchedumbre que quema vivo a Lee y a su familia, porque piensan que él es el autor de la violación y la muerte del retrasado mental, justificando así su necesidad de sangre. Y ni que decir de Popeye el sicópata del libro. La Nena se alargaba en estas explicaciones. Yo sólo sabía que era un buen libro y no quería estirar explicaciones. Para eso estaban los críticos.
Ahora tenía el libro de poemas románticos en la mano. Encendí un cigarrillo. Lancé el palo de fósforo encendido sobre la cama. Pero no sucedió nada. Ni siquiera las sabanas prendían fuego ese día. Abrí el libro por una página cualquiera. Leí apenas un verso, y tuve que cerrarlo. No lo soportaba. Tiré el libro sobre la cama, volví andar de un lado a otro. Arrojaba la colilla del cigarrillo por la ventana de la sala cuando vi aparecer a Tito tras las rejas del frente. Cuando Tito aparecía por la casa no era otra cosa que vicio. Tito había sido un buen amigo, pero ahora estaba enganchado en la droga. Fumaba polvo. Siempre tenía broncas con sus viejos. Ya se habían enterado del asunto. Y tenían miedo porque Tito empezaba a robar, y se les habían perdido varias cosas en la casa. A mí me buscaba para dos cosas: Fumar polvo o a ir comprarlo. Esta vez no sabía con cual me iba a salir.
-Epa, man, ábreme pues.
-Que más Tito, ya te abro. Tito estaba tan delgado y pálido que daba miedo verlo. Parecía una calavera andante. Un año atrás o quizá un poco más, Tito había tenido cualquier pelada que quisiera. Era más alto que yo, 1,80 o más. Tenía cuerpo atlético y un rostro un poco parecido a Collin Farrel, el actor de Holliwood. La misma Nena dada muy poco a cosas del romance, no paraba de insinuársele (sutilmente claro) cuando lo tenía cerca. Pero ahora ninguna mujer se atrevería a verlo más de cinco segundos. Estaba hecho un asco. Y no quería saber nada de ayudas o rehabilitación.
-Que fue –me dijo. Sus manos sudaban. Por lo visto venía de fumar.
-Déjame pasar un chance a tu casa.
-Entra –dije.Tito antes había sido muy hablador. Contaba chistes buenos, e inventaba cosas para hacer reír. Pero el basuko le había quitado todo eso. Era poco lo que decía, y cuando estaba triquiado hablaba aún menos. Lo estaba ahora. Se sentó en un sillón de la sala sin decir palabra. Reconozco que esta nueva personalidad de Tito me caía mejor. Pero sabía que no era la suya y eso me molestaba.
-Qué ha pasado –le dije.
-Nada, solo quería estar un chance en tu casa. Afuera esta muy feo el clima. No se a que se refería, si al tiempo que hacía, o algún dealer que lo perseguía para cobrarle. Tampoco quise preguntar. Mejor lo dejaba tranquilo hasta que se le pasara lo mojoneado. Fui hacia la cocina a ver los fósforos que había dejado allá. Cuando regresé a la sala Tito estaba bajando un cigarrillo.
-Hay chance de hacerle a una pistola? –me dijo.
Respiraba por la boca y sudaba bastante.
-¿Cuanto has fumado?
-Unos diez paquetes.
-No te hará daño?.
-He fumado hasta de treinta paquetes.
-No vayas a dejar nada votado en el piso.
-Fresco –dijo.
Armó la pistola en un instante. Se había hecho un maestro.
-Pégate un jale –me dijo.
-Sabes que yo más le hago a la yerba.
-No va a caernos nadie de sorpresa –me preguntó.
-Mamá sólo llega de noche.
-Ya van a ser las siete.
-Ella esta aquí a las nueve.
El humo dulzón del basuko empezó a inundar la sala. Ese olor siempre me parecía agradable. Incluso me gustaba más que el olor de la yerba. Pero los efectos de la yerba eran mucho mejor. Sin pánico, ni sudadera.
-Presta un jale –le dije.
Pegué tres jales y se lo devolví. Era un buen material como diría cualquier zombi. Enseguida se me anestesiaron los labios. Las manos empezaron a sudar. Y el corazón empezó acelerárseme. No entendía para qué fumaban eso. Era cien veces mejor pegarse una botella de cualquier cosa.
Se termino la pistola. Nos quedamos sentados y mudos. Tito miraba el piso. Yo miraba por la ventana. El cielo se iba ennegreciendo por pedazos. Por lo visto ese sábado no tenía ya nada que darme. A no ser que saliera a la calle chiro, esperando encontrar un amigo para remarlo. Quince minutos más tarde Tito se fue.
Se termino la pistola. Nos quedamos sentados y mudos. Tito miraba el piso. Yo miraba por la ventana. El cielo se iba ennegreciendo por pedazos. Por lo visto ese sábado no tenía ya nada que darme. A no ser que saliera a la calle chiro, esperando encontrar un amigo para remarlo. Quince minutos más tarde Tito se fue.
-Nos vemos –le dije.
Tito no tenía plata, lo sabía. Y si la tenía era para ocuparla en su vicio. No había ni que decirle nada. A las ocho de la noche me dio hambre. Me prepare unos verdes fritos y un huevo. Y me senté con el plato frente al televisor. Mi mamá llegó a las nueve.
-Huele a cigarrillo –dijo-.
Tú sigues fumando, no entiendes que te hace mal.
-Y la Cintia –pregunté. Cintia era mi hermana, tenía trece años. Dos años atrás todavía era una niña, pero de repente se había convertido en la mujer más deseada del barrio. Y sólo un ciego podría decir lo contrario.
-Se quedó donde la tía –dijo-. Mañana viene.
Mi mamá se acostó a las diez. Yo no sé en que momento me quedé dormido. Y tuve un sueño espantoso con un hombre de un machete, que me perseguía. Yo corría angustiado y el seguía detrás con el machete levantado para destazarme.
Hola J, me gusta el texto, en general me gustan todos tus textos. En la mitad de este me aburrí un poco y comencé a saltar líneas. Recupera la tensión al final cuando pregunta por la hermana y parece que la está buscando porque se la quiere cojer (igual no, es lo que me pareció, el personaje está drogado), en todo caso crea espectativa. Tus personajes se repiten de manera obsesiva, es siempre el mismo tipo buscando algo como un desesperado: los abortos, el alcohol, el hijo que no quiere ver crecer, el sexo, los personajes marginales. Creo de que deberías buscar por otro lado, esto ya lo tienes dominado, es algo que ya sabes, y también es la via más obvia para mostrar el infierno; pero hay agujeros mucho mas oscuros y menos evidentes (esto lo debes saber tú mejor que yo). Por cierto, me encanta la palabra «destazarme». Saludos + suerte.
En el libro «la verdad de las mentiras» de Vargas Llosa, si mal no recuerdo leí que las estadísticas marcan que las mujeres son las que más leen, y por lo que veo son también las que más comentan, por lo menos mis textos.
Alejandra tu comentario me parece muy acertado, hay una obsesión constante con la búsqueda de yo no sé que, creo que si lo supiera dejaría de escribir, no lo sé. Lo que sé es que me encanta que te detengas a leer las pesadillas que padezco. No imaginas lo bien que me hace sentir.
Es verdad, ya necesito otros registros, pero ante todo quiero seguir escribiendo lo que me gusta, aunque empiece a ser repetitivo. Siempre habrá un nuevo giro, una nueva herida frase, un sucio cubículo con una bella flor. Y no sé si es el infierno el que muestro, trato de meter el dedo en la llaga de la humanidad, de la que veo alrededor, de la mía mismo, tal vez si insisto lo logre alguna noche.
Espero seguir en contacto contigo, quiero decir espero me sigas leyendo, y ojalá la continuación, que subiré en pocos días, llene tus expectativas.
Besos + besos y más besos.
Alguien me habló alguna vez acerca de «las constantes en los escritores», tal vez eso aclare a la chica que comentó arriba… Me tocó sumar con los dedos eso del Anti.Spam… Ah, y yo, como el personaje, me cuesta ser crítico, pero me agradó tu escrito, salvo el final…
Un gusto Cubodebasura, es bueno alguien con un enlace, me voy a dar una vuelta por allá. Si te refieres a este escrito, ese no es el final, tiene continuación, por si no te diste cuenta en el titulo dice (Parte 1), eso siempre habla de una segunda parte
Lo lei con detenimiento y vi muchos personajes que con decir tres cosas de ellos intrigan y sugieren un monton; me agradó mucho, y en cuanto a lo de ser repetitivo, quizas sea solo una especie de estilo, a mi me parece muy bueno que incluyas bastantes diálogos es una forma menos cansona de narrar y leer en mi caso.
Yo tambien recomendaria experimentar con infiernos de otra categoria, lo peor que puede pasar es q no te guste, en fin, es solo una opinion. Saludos