Un recorte de diario

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Este texto fue publicado en un diario llamado El Debate hace varios años. Un abrazo para todos.

Ángeles profanos
Por Armando Borgeaud y Osvaldo Croce
 

“Que los hay, los hay. Estos ángeles profanos deben existir para que la mayoría canalla pueda subsistir.
De lo contrario la mayoría de los países no funcionaría.
Son los que leen las leyes, reglamentaciones, decretos, disposiciones y luego tratan de adecuarlas a la realidad de cada uno en lugar de azotar con la letra impresa la desesperanza de cualquier mortal.
Son los que comienzan cada conversación diciendo ¿en qué puedo ayudarle?, ¿qué necesita? Y colocan una sonrisa sincera en la cara que asoma detrás de la ventanilla.
Son los que antes de negar revisan, buscan, consultan y llegado el límite proponen alternativas factibles.
Son los que prometen devolver el libro, llamar si encuentran lo solicitado, efectuar el trámite para aliviar nuestra carga burocrática. Y cumplen.
Son los que están en las Cooperadoras Escolares donde casi nadie paga la cuota, los que reciben partidas del Ministerio destinadas a cosas innecesarias y tienen que hacer equilibrio comprando elementos de su bolsillo para que las clases puedan seguir adelante.
Son los que hacen llegar tu currículum al sitio justo donde precisan alguien con ese perfil. Son los que recuerdan un nombre si alguien pregunta a quién se podría llamar para un trabajo.
Son los que llaman por teléfono para dar la buena noticia, los que apagan el celular y ofrecen su oreja, los que dan la moneda que falta frente a la máquina del colectivo, los que devuelven una carta que recibieron por error.
Son aquellos capaces de dar una tarde de su vida para acompañar un viaje doloroso.
Son los que fotocopian el único formulario existente, los que prestan el departamento, los que tienen agendas con  huecos para tí, los que recuerdan la dirección de quien se  ocupa de resolver situaciones como la consultada.
Son los que bajan el dramatismo de la vida con una palabra amable, los que siempre dejan un margen para que podamos equivocarnos, los que miran de costado cuando fallamos.
Son los que tienen un paraguas, o si no comparten la mojadura. Son los que ponen la cara, el cuerpo y el hombro sin pasar facturas nunca.
Son los que son capaces de dar un dato aunque los perjudique. Los que recuerdan cuando todos olvidan. Los que se hacen cargo de sus palabras. Los que no necesitan aclaración de firma.
Son los que abren su corazón y muestran miserias para que veamos que no somos únicos en la desdicha. Son los que dicen aquello que sienten sólo cuando saben que harán bien.
Son los que saben callarse la boca si perjudican al hablar. Los que toman partido por nosotros y luego nos hacen ver los errores cometidos.”
Esta enumeración la escribió la Negrita Magdalena, periodista de alma, en una tarde de penas al paso. Sin dedicatoria especial, la presentó al jefe de redacción que farfulló cualquier cosa y la sumergió en una bandeja de papeles hacia el olvido. Por supuesto, el gordo Manzanares la rescató, iluso, imaginando ser merecedor de figurar en la lista de su compañera de trabajo. Cada tanto desarruga el texto y lo lee como quien exhibe un pañuelo del adiós.
 

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