El año quebrado
Un cómic Punk-Rock con aseveraciones de la cotidianeidad colombiana: el mundo nunca había estado tan confundido. Me gusta pensar que estamos en una época de transición. Es que ya ha pasado algo de tiempo. Los productores de T.V hablan de enormes inversiones y las familias esperan con una sensación de vacío y flemas estomacales la próxima gran fabricación de la cultura. No sé cómo hacer las cosas bien pero al menos tengo mis esperanzas puestas en la des-configuración total de la forma. En el arte, claro. La originalidad de nuestros productos radica en su velocidad de fabricación y su total ausencia de orden y estructura. Una ausencia que, de todos modos, resulta bastante planeada.
No sé cómo trabajar, ajá. Pero no dejo de preguntarme todos los días quién soy yo, quién soy yo, quién soy yo O_o!!. Mis enemigos tendrían que darme la mano y una palmada en el hombro si lo que quieren es verme totalmente destruido. Creo que apenas hasta ahora hemos inventado la literatura introspectiva. Oh sí, de este procedimiento unilateral y repetitivo tenía que venir aquella famosa frase. La de “La literatura está muerta”. Ejemplo:
“Claro – dijo Claudio – con todos esos estereotipos mediáticos de la estrella de rock inyectándose heroína y los chiquillos mocosos que le roban sus preciados pensamientos para después imitarlos tenemos otra reelección asegurada.. ¡Ja ja ja!, el arte, ¡ja ja ja!, se lo han creído. El mundo reducido a las tendencias musicales de la radio. Debimos darle la droga desde su décimo cumpleaños. Afortunadamente la química ha llegado para quedarse. Ya no tendremos más de esos fastidiosos creativos revolucionarios-. Claudio enrolló su billete de dólar para inhalar una sustancia grisácea creada en los laboratorios de los colegios gubernamentales y besó con gran pasión aquel enorme afiche de Enrique Iglesias con una camiseta totalmente mojada mientras comenzaba a tener alucinaciones de redención yuppie: un nuevo Mesías Tibetano quien llevaría a toda la generación Messenger a una salvación segura. Aldea global, aldea global, todos con todos, los pensamientos solitarios desaparecerán, decía el Mesías en las fantasías solidarias del empleado del gobierno de extrema-derecha Claudio.”
Obviamente estaba siendo sarcástico. Le dije a ella que lo último en la que pensaba era en la importancia de las cosas (Oscar Wilde destruido por los avances de la falta de tacto de nuestros tiempos). “Deja de quejarte, ¿de qué te quejas si nada importa?”. Hicimos camisas con el logo “Imbécil perjudicial”. Tratamos de vender la mercancía cuando el producto fuerte aún no estaba listo. Las críticas a aquella tierra misógina y tradicionalista se veían débiles frente a nuestro abuso del tiempo libre y las conversaciones menos productivas que un Pica-piedra podría imaginar. Estaba harto de ser tan joven y tan pesimista. Necesitaba un cuarto con menos pizza y cereales Kellog’s en el piso. Necesitaba un cuerpo con menos abusos de la masturbación y los hábitos alimenticios de las carnes congeladas Zenú, leche achocolatada Alpín. Necesitaba una memoria menos destruida por la marihuana y los video juegos con toda esa competencia absurdamente épica de la Nintendo y Sony (verás, cuando Microsoft llegó a la jugada ya yo me había deshecho del acné). Necesitaba un alma menos ridiculizada por la transición del programa Los Ositos Cariñositos a la película It.