Apenas daban las cuatro, cuando una ligera lluvia empezó a caer; pero esto no impidió que como siempre lo hago, me acercara a algún café de los que tanto abundan en nuestra ciudad, era viernes, y la noche que venia se antojaba interesante; el café estaba repleto, quizás por la lluvia, a quien no le provoca un café cuando llueve; hube de esperar algunos minutos antes de conseguir una mesa, y muchos mas antes de ser atendido; mientras esperaba revise mi agenda, buscando el teléfono de alguna amiga que me acompañara con algunas copas, durante el tiempo en que buscaba, la mesa que estaba a mi lado fue desocupada, e inmediatamente una mujer hermosa y con ojos color de cielo, ocupo la silla que estaba justo al frente de la mía, solté mi agenda y casi no alcance a escuchar al mesonero que me saludaba, al tiempo que preguntaba si quería algo; Pedí un café expresso largo, como siempre lo tomo; todo lo hacia sin quitar la vista de esa mujer, parecía que brillaba y que todo lo que había a su alrededor era insignificante, se le veía segura, con aire resuelto, vestía con sencillez, pero era dueña de una elegancia natural; la miraba de arriba abajo, solo eso era una experiencia deliciosa; ella hablaba por teléfono y yo la seguía mirando sin ningún disimulo, estaba dispuesto a acercarme y conocerla, no me importaba si era rechazado, pero tenia que intentarlo. Cuando al fin soltó el teléfono, tome la taza de café que ya me habían servido, me pare y me acerque a su mesa, arrimé la silla que estaba al frente de ella, y me senté —; permiso —le dije sin quitar mi mirada de sus ojos —permiso, después que esta sentado —expreso con semblante severo, haciendo ademán de pararse y marcharse —no te vayas —, le dije tratando de ser convincente —le invito un café —agregue, tratando de ser amable —tengo dos opciones —dijo —; o me paro y me voy, o me quedo y usted se larga —le tengo otra opción —me apresure en decir —¿Cuál es? —Preguntó con voz desafiante —quédese, y me acompaña con el café…se lo ruego —, agregue sin ocultar mi ansiedad. —Accedo solo, por que su atrevimiento me divierte —dijo, cambiando el semblante —además dispongo de diez minutos, y los puedo perder con usted —agrego, con un dejo de indiferencia. —eso no sonó gentil, pero por ser usted lo soporto —, dije, mientras notaba que me miraba con interés.
A medida que hablaba con ella, me atraía mucho mas, era de aguda inteligencia, y tendría según mis cálculos, unos veinticinco años; eso sumado al hecho de ser soltera; detalle este, que me ocupe en averiguar durante la conversación; es la mujer perfecta —pensaba yo —, esta oportunidad no puedo perderla, tengo que invitarla a salir —; te invito a cenar mañana —dije. —no puedo —contesto de inmediato —su respuesta me dejo sin palabras, el mundo se me vino abajo, me estaba rechazando, y no era lo que esperaba… —mañana puede ser tarde y el día de hoy aun no termina —dijo, interrumpiendo mis pensamientos —; dame tu teléfono, que a las ocho de esta noche te voy a llamar. —termino diciendo —. Le di mi numero; le pedí el de ella, y me dijo que no, aclarando que era ella quien llamaría.
Ya en mi apartamento seguía pensando en esa mujer, tenia el teléfono en la mano, esperando que sonara, aunque todavía no era la hora. Mientras me bañaba y vestía, planeaba lo que iba a hacer; sabia que esa mujer era especial, es el tipo de mujer que se consigue quizás, una vez en la vida; hermosa, inteligente y decidida; no podía equivocarme, me sentía como si fuese la primera cita. Hice un plan; primero la llevaría a cenar, quizás algo italiano, luego, iríamos a un bar, en donde la conversación pudiese fluir con tranquilidad, con la sola compañía de algún solista que tocara una guitarra o un saxo. Decidí llevar las cosas con calma; esta noche no intentaría llevarla a la cama, esta es una mujer que puede ser para toda la vida, y no solo para una noche.
A las ocho y dos minutos sonó el teléfono, el numero en la pantalla me revelo que la llamada era desde un teléfono domestico, o uno publico —. Hola, ¿quien habla? —Conteste, tratando de no lucir ansioso —es la mujer que te gusto —, me dijo una voz calida al otro lado de la línea —te espero en el mismo café —dijo sin siquiera despedirse.
El corazón me latía con fuerza; el encuentro con esa mujer me emocionaba. En pocos minutos llegue al café, y para mi sorpresa, ya ella estaba allí, y al verme se paro de inmediato —, no te preocupes, ya pague la cuenta, vamos a otro sitio —dijo, mientras comenzaba a caminar con premura. —Esta bien —, dije, mientras le indicaba el camino a una trattoria que se encontraba cerca. — ¿A dónde vamos? —Pregunto con inquietud —allá —, dije señalando con la mano la pequeña trattoria. —No quiero ir allí, prefiero que vayamos a un restaurante japonés que quiero conocer… estoy segura que te va a gustar —dijo, abandonando un poco su tono seguro —esta bien, —dije —pero, ¿Cómo sabes que me va a gustar, si no lo has visitado? —El chef, es el mejor; lo conozco de otro restaurante —contesto, esta vez retomando su seguridad. —Entonces vamos allá —dije, mientras la guiaba a mi auto. Al sentarse a mi lado, la abertura de su falda me insinuó el interior de su muslo —; usted es una mujer deliciosamente bonita y atractiva —, dije mirándola a los ojos. —Eso me lo han dicho muchas veces, pero reconozco que tú sabes decirlo mejor —dijo, mientras me mostraba una sonrisa. Todo en esa mujer era especial; la quiero para mí, —pensaba, mientras recorríamos el camino hasta el restaurante.
Ya en el restaurante, y a sugerencia de la anfitriona, que hacia las veces de maître; decidimos tomar el salón tatami, que nos ofrecía una intimidad por demás oportuna. Comer con ella fue una experiencia fascinante, no dejamos de mirarnos, y casi antes de terminar con la tempura de vegetales, y la bandeja de sashimi, dimos también por zanjado el capitulo de la botella de sake; cosa que elevo nuestro animo a un nivel bienvenido por ambos; sin embargo yo estaba decidido a continuar con el plan, esta noche no la llevaría a la cama. —Vamos a bailar —le dije —. No —, respondió de inmediato —mejor llévame a la cama, y hazme el amor —dijo, al tiempo que sus manos atraían mi rostro al suyo, y nos besamos.
Escogimos un discreto hotel del centro, para nuestro encuentro; todo ocurrió como en una película con un guión perfecto, en la cual ella y yo éramos los protagonistas. Hicimos el amor hasta que amaneció, pero aun la luz del día que se colaba a través de las viejas cortinas, no pudo romper la noche que parecía continuar. Ya entrado el mediodía el sueño pareció vencerme, mas el roce de sus manos en mi rostro, hizo que abriera mis ojos, para encontrarme otra vez con ella. — ¿Qué haces ya vestida? —le dije, mientras me sentaba a la orilla de la cama —. Me voy, querido —dijo con dulzura —; yo te llevo, espérame —dije —no hace falta, yo tomo un taxi —contesto. —No te puedes ir así —, dije confundido —; quiero llevarte, ver que llegues bien, no se… quiero atenderte… además no se nada de ti, no tengo ni tu teléfono, ni tu dirección; solo se que te llamas Verónica, quiero saber mucho mas de ti, es mas, quiero ser parte de ti, y que tu seas parte de mi —detente —, me dijo —fuiste estupendo, me sentí bien contigo, pero… — ¿pero que? —dije, a modo de pregunta —. No me llamo Verónica —, contesto —soy casada, tengo dos hijos que están de viaje con mi esposo y llegan hoy en la tarde, no busco una relación con nadie, tengo un matrimonio feliz…; solo quería hacer el amor con alguien y te encontré a ti. —Me dio un beso en la mejilla, abrió la puerta y se fue.
Me quede sentado mirando la puerta, no dejaba de pensar en ella, no lamentaba que me hubiese engañado, lamentaba que fuese de otro, que no siguiese conmigo; al menos —pensaba —ella tenia mi teléfono, ojala algún día yo vuelva a ser parte de su plan.