A Mel Gibson no le importa el rigor histórico

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El rigor histórico no siempre sirve para contar una película. Apegarse casi religiosamente a lo hechos, pueda quizás convertir a una película en sólo un ejercicio aburrido de enseñanza de la historia, y si bien un largometraje puede ser una puerta a determinados eventos, no debe nunca confundirse como una herramienta confiable para la difusión de éste.

Tal vez lo más poderoso de las películas, cuyo contexto son eventos históricos, es precisamente la manera en que los creadores se las ingenian con el fin de destilar esa historia y quedarse con los elementos que sirvan para realizar un relato emocionante y entretenido, ¿y por qué no? Un incentivo para que aprendamos más acerca de nuestro pasado. Ese proceso de eliminar aquellos elementos reales de la historia para adornarlos con invenciones del guionista y los otros involucrados en hacer una película no es bien visto por los puristas e historiadores, quienes acusan a las películas históricas de “falsear la verdad”, es que para mucha gente no ha quedado claro que el cine es todo menos verdad.

Puede ser a veces, un reflejo de la realidad, pero un reflejo nunca es la verdad. Apocalypto, la última película de Mel Gibson que cuenta como se origina el fin de la Civilización Maya, entra en el terreno de esas películas que “falsean la verdad”, pues muchos de los elementos que se encuentran expresados en el largometraje no guardan coherencias con los registros históricos de esos eventos.

La cuestión es totalmente comprensible, la película de Mel Gibson es un relato de supervivencia, venganza y conocimiento, contado bajo los códigos del cine de acción clásico. Naturalmente, la mayor parte de la puesta en escena de Apocalypto cuenta con recursos como la cámara lenta, la edición rápida y el detalle en los elementos violentos, que son característicos del cine de acción estadounidense, el cual en mayor parte se vio influenciado por el cine de acción hongkonés de finales de los ochenta.

Similares características presentaba la anterior obra de Gibson, La Pasión del Cristo del año 2004, donde los elementos de violencia eran explotados a su máxima expresión y ciertos momentos eran exacerbados hasta el punto de casi llevarlos hasta la hiperrealidad, memorable son las múltiples caídas de Jesucristo mientras carga la cruz, por un momento parece ser una película de guerra y no un largometraje con un trasfondo bíblico.

La Pasión del Cristo suscitó una gran polémica precisamente por su falta de rigor histórico, la defensa de Gibson, totalmente válida por demás, es que su intención no era contar “la historia” sino un recuento de lo que pudo haber sido los últimos momentos la vida de una figura histórica, religiosa y política como Jesús de Nazareth.

Lo mismo aplica a Apocalypto, la intención de Gibson, según quien escribe estas líneas por lo menos, no es contar la verdad del final de la civilización Maya sino por el contrario una emocionante película de acción donde elementos de culturas ajenas a la Maya se mezclan para hacer más interesante un relato.

La espectacularidad de la película sirve al largometraje mismo y termina por generar consecuencias, a mi juicio positivas, que se alejan del simple falseo de la realidad y de la historia.

Quien ve Apocalypto indudablemente querrá saber más de la cultura Maya y de su cronología histórica, por decir lo menos. Si en el proceso descubrimos que Mel Gibson y los productores de la películas no son más que unos mentirosos, pues bienvenido sea, estoy seguro que igualmente descubriremos aspectos mucho más interesantes de la cultura Maya que el otrora Mad Max decidió no colocar en el metraje.

El error en que incurren historiadores y puristas en desvirtuar a una película, por su inconsistencia histórica, es una pobre excusa para seguirle dejando la tarea de la difusión de la historia a los cineastas y artistas.

El cine a los cineastas y la historia a los historiadores.

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