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Parte II
Ella responde: Sobre las relaciones

Arrastro una historia anonada. Soy flaqueza máxima. Mis piernas se doblan. No llego, no llego. ¿De dónde sale la fuerza cuando sigo? Soy el sordo, el exabrupto, el golpe en la mejilla, el veneno de la suavidad, el manto del loco, el que hostiga el fervor, la ciénaga sin fulgor, la horma de nuestra ignorancia, el que se hace, se deshace, se hace. CADENAS 10 P. 113.1

Le comento que la historia de la competición social es tan vieja como maquiavélica. Tan estúpida e importante para muchos que (a mi entender) es uno de los juegos neuróticos en los que el ser, aún sin querer, vive engarzado. Algunos conscientes buscan deshacerse de consideraciones alejadas de su realidad pero la reunión social, como corriente invisible, los coloca en esa vorágine. Ella dice que soy la que se enrolla pero no se da cuenta que es ella, la que estando en lo social, me involucra en los desaciertos que allí surgen. Ella sabe que no vengo de Plutón y que soy su más preciada creación. Está convencida de mis argumentaciones lo que pasa es que teme asumir el reto que significa pensar diferente. Pelea conmigo pero sabe que estoy en razón.

Permito que me observe mientras yo hago lo propio con ella y en calma. Actúo como si no entendiera: mi deber es mirar lo que ocurre en su desenvolvimiento con el mundo feroz que le compete. Ella se guarda todo. Comenta, sólo, en la noche cuando susurra a mi silencio y nadie escucha. Me dice que detesta esa lucha humana de ganar le a otros. Lo dice quedito, con los ojos cuajados de lágrimas. Desprecia la necesidad insensible de sentirse vencedor a costa de cualquiera cosa. Repulsa ver lo oscuro de lo humano que muestra el monstruo fiero y animal (que ruge, muerde, araña y mata) a fin de lograr quedarse con el trofeo (un hombre, cargo, una posición y hasta mínimos liderazgos grupales) cosas tan absurdas a su mirada que la hacen sentir fuera de lugar. Y es que, ambas, hemos aprendido a mirar la verdad de las cosas. En nosotras desapareció la necesidad de subterfugios que inventan bondades donde no las hay. Vileza es solo eso: la mierda es mierda y huele mal donde sea. Ya en una o en otros.

Se justifica diciendo que soy la que se siente mal. Y no es así. No tengo que lidiar con el problema. Ella si. Me limito a observar y ofrecer directrices que originan pequeñas soluciones pero que no evitan la repugnancia de ver tanta bajeza, cercana, unida y ¿similar? Si acaso se pudiera criticar algo es su idealismo ¿el ser humano es malo y bueno al mismo tiempo? Detesto estas etiquetas pero pareciera que es bueno cuando no tiene que enfrentarse con la vorágine social. Desde afuera y desde lejos las soluciones siempre parecen fáciles. Insertarse en la brasa crepitante y resolver desde allí es mas de héroes y heroínas que otra cosa. Saber que las cosas pueden ser diferentes genera, en algunos, la extrema dificultad de adaptarse a las realidades concretas. Eso es actual, pero pocos se dan cuenta en la magnitud en que ella lo hace. Por eso es que se usan tantas formas de evasión social. Pero no se entiende de ese modo. Y se asume como normal joder a todo el mundo a fin de lograr lo que se desea y no hay límites (en la jodienda) a fin de alcanzarlo. Por último, ella comprendió (y aceptó) que hay que mentir para lograr estar en lo social y asume el reto con templanza, pero se pregunta ¿qué se hace con la sensación interna de poca autenticidad que deja la mascara constante y perenne? Al averiguarlo en diferentes conversaciones, algunas personas comentan que no la sienten, unas que hay que sobrevivir y otras que esa sensación pasa; ella suspira. El precio a pagar por mentirse asimismo o montar escenas externas para probar ideas o transmitir mensajes es muy costoso porque se van entregando pedazos de vida a toda situación, persona o asunto a fin de alcanzar ¿qué cosa?: ¿reconocimiento? ¿posición social? ¿respeto? ¿unas formas específicas de poder? ¿ventajas? ¿pre-ventas? ¿relaciones de poder y de control con todos?. Ambas preferimos calidad a cantidad. No necesitamos (ni queremos) ser amigas de todos. Se busca más la relación enriquecedora que la que absorbe la propia energía. Se aprecia la consideración, el respeto y afecto de unos pocos y “reales” con los que se pueda contar en momentos difíciles. Es mas beneficioso que ser el amigo de todos que después se convierte en el puente roto (nadie lo pasa) por lo titánico en la tarea de ser malabarista.

Las mentiras pequeñas y para el caso específico colaboran en una evolución tranquila en lo social. Pero existen los límites y hay que usarlos. Nunca conveniente ceder parcelas propias a fin de lograr pre-ventas externas. Nada es estático. Todo pasa. Y lo que hoy es, mañana quizá siga siendo, pero a lo mejor no. Y si para tener mañana, lo que no se tiene hoy hay que ceder dominios (y se hace a fin de alcanzar eso tan querido) a la vuelta de tres esquinas (si no te atrapa la muerte) se produce el cambio (que es propio y perenne) y aquello (que tanto se deseaba) ya no es tan importante ahora, porque hay otras necesidades o formas de vida. Lo llamamos economía del esfuerzo. No desgastar energías extraordinarias en áreas que no dependen de una misma (y muy pocas dependen del propio poder) Estos conceptos se podrían leer (para alguien muy social) como de fracasados. Pero la competencia (si se nos obligara a utilizar este término) sería la capacidad de superarse asimismo. La habilidad para ser mejor a lo que fue la propia persona, en otro tiempo. Aceptar que se puede mejorar a raíz del vencimiento de las propias limitaciones, superando la auto prohibición, para triunfar en situaciones donde otrora se salía perdedor. Las estrategias sólo se basan en el replanteamiento de las propias cualidades y la creación de nuevas pericias para superar los propios impedimentos. Así se pueden excluir las traiciones (y sólo a veces) las puñaladas traperas o el vilipendio de la propia acción; o por lo menos no tomarlo en cuenta porque la mirada y concentración (como los caballos de carrera con gríngolas) está en asimilar el propio aprendizaje. Y este surge del desarrollo de la nueva experiencia producto del encuentro del ser individual con el social. Donde ambos son modelados e influenciados al mismo tiempo.

Somos los jornaleros incansables. Cavamos, cavamos y mientras más cavamos más crece nuestra tarea. Cavamos buscando un agujero. Nuestra marca es este caminar tropezando. Estamos hasta los huesos de tinieblas. La mugre nos sube a la boca. El sucio embarra nuestra verdad. Somos los hijos de la pureza. CADENAS 20 P. 119

Cuestionamos en los mandatarios el dominio despótico sobre sus gobernados sin tomar en cuenta que están reflejando conductas típicas de toda una forma social: actual y venezolana. Nadie quiere sentirse perdedor. Por el contrario hay una necesidad muy arraigada de saberse ganador todo el tiempo. Y es que sólo estos reciben laureles y son admirados por todos: aceptan reconocimiento, atención, ¿afectos? y desde allí se pueden controlar acciones y destinos ¿de muchos? Ejercer poder (en forma de manipulación o coacción) para que el otro obedezca y haga lo que aquel quiera es, en muchos casos, una motivación intrínseca de algunas personas que están en el poder. Pero para que eso se mantenga necesariamente requiere un contrapeso, porque son dos caras de una misma moneda: si no está el individuo que necesita ser dirigido y por ende obedecer, aquel tirano no existiría. Esto nos invita a deducir que no es el mandatario de turno el que da lidia en estos menesteres sino que lo social camina, actualmente, por este escaño de la veta de la mina. A nuestra mirada actual le cuesta creer que hay una referencia directa a la eliminación de la libertad de expresión (aunque en estos tiempos todo es posible) La problemática reside en un juego de poder, pases de factura y lo que se quiere es que el otro se pliegue a la voluntad del poderoso. Y eso es mucho más peligroso. Se está en presencia, a mi entender, de una necesidad social de someter y dejarse someter. Hay una exigencia y un hambre de obediencia. Con una aceptación mayoritaria, en el sentido de que eso está bien, para el respeto en las relaciones sociales; el resto permanece callado. No se está frente a un problema político, se está ante egos que, enfrentados en espacios sociales prominentes buscan reafirmar su valía. Es un choque de egos. Una sociedad enferma ¿genera lideres equilibrados? ¿Podría lograrlo?.

No sé quién es el que ama o el que escribe o el que observa. A veces entre ellos se establece, al borde, un comercio extraño que los hace indistinguibles. Conversación de sombras que se intercambian. Cuchichean, riñen, se reconcilian, y cuando cesa el murmullo se juntan, se vacían, se apagan. Entonces toda afirmación termina. Tal vez al más pobre le este destinado
el don excelente: permitir.
CADENAS. AMANTE [1.983] P. 242

Desde la necesidad de obedecer y ser obedecido las relaciones se convierten en situaciones de poder y de control. Por eso le digo que no son tiempos para las relaciones de pareja que ella quiere. Se lo comento, solo, cuando está calmada; en otro momento no toma en cuenta mis observaciones. A veces pregunta ¿y por qué no son tiempos para esas relaciones? Le respondo con dudas porque sólo sospecho que hay una forma de mentira en el ámbito relacional que obliga a que las mismas se tiñan de su tono; da la impresión que relación es estar disfrazado y para ella eso es letal, aunque no un impedimento para reconocer a los que no juegan esa lid. Por otro lado estaría la situación económica que influye sinceramente sobre cualquier encuentro social y lo otro: los excesos de libertad. Esto conduce a reflexionar sobre su costumbre de ser ¿dueña y señora? de la propia existencia y lo difícil de abandonar (dicha costumbre) cuando se le agarra el saborcito. Para dejarla partir habría que enamorarse (muy afiebradamente) ser correspondida y que se reciban estadios deliciosos como los ofrecidos por aquella. Así se podría ceder la delicia por algo igualmente sabroso y en compañía. Y eso no pasa siempre.

Sumado a su amor por la libertad está su miedo al compromiso y esas no son salsas adecuadas para el platillo de una relación de pareja. Habría que ver si de veras desea comprometerse y lo lleva como un sello en la frente. La conozco y no creo que sea así pero habría que atender a la imagen que ofrece a los otros . Lo que si estoy segura es que tiene que aligerar su carga. Cuando se vuelve tan compleja se le nubla el entendimiento. Se desconecta de sí y de los otros. Hay un inmenso fluir de palabras y las dudas se colocan en su ribera. En esos momentos escribir se le derrama por todos lados. Y eso es bueno sólo a veces. A ratos habrá que poner la línea divisoria entre la mujer que escribe y la mujer que es mujer. Le insisto en que escribir (no necesariamente) la aleja de una pareja, siempre y cuando, sepa canalizar ambas situaciones. Entiendo que una mujer artista no se relaciona igual con el mundo que un ama de casa (sin menospreciar a ninguna) pero requerirá una forma de reunir ambas situaciones a su constante reflexión por lo que sucede en su mundo. A veces esto le impide una relación armónica consigo y su ambiente. No digo que no asuma la extrañeza que rodea su forma de ver el mundo. Lo que le digo es que aprenda a manejar su singularidad, que respete y valore su condición auténtica y que eso no amilane su actuar para hacer contacto con los otros .

Es un nuevo escalón dentro del desarrollo de su arte. Y esto no lo enseñan en la universalidad ni en los talleres literarios. Hay que coordinar con el duende. Aceptar sus exigencias pero también solicitarle espacio para continuar siendo el ser completo que se desea. Le digo que no permita que su arte la convierta en una tullida que necesite de muletas para andar cuando no está escribiendo porque la disciplina la absorve por completo. Entiendo que no es fácil, comprendo que el amor por la escritura la ha colmado pero hay que organizar la embriaguez para que todo tenga espacio. Le comento que seguirá escribiendo; pero que ubique cada cosa en su lugar y que la borrachera de la palabra no la coloque en la posición de perder lo alcanzado.

Que tenga miedo al amor solo la hace humana y femenina. Esa vulnerabilidad, que no le gusta admitir ante extraños, es su realeza y un arma muy poderosa. Es comprensible que se muestre luchadora, hacerlo de otro modo es suicida en esta sociedad asesina de talentos, pero a cada plato su sal y a cada instante su acuerdo. Hay personas y situaciones que le han demostrado que puede ser tal y como es y otras que no. Aprender a jugar con eso es agotador, lo entiendo, pero productivo.

Por último y en definitiva le digo que cuando se canse (que es muy natural por su posición llena de reflexión, palabra y responsabilidad) suspenda. Que se de un break.. Tomarse las cosas con calma le permitirá acallar el bullicio interior (repleto de cuestionamientos, tormentos, autocríticas y torturas) y ver el mundo desde una perspectiva sino positiva (como es la utopía del New Age) por lo menos con una visión equilibrada y real de su circunstancia. Descansar, bajar las armas, relajarse, soltar el costal de obligaciones que suele cargar al hombro, le conviene y mientras mas pronto mejor. Esto le permitirá ver con otro lente su opción de seguir colocándose en lugares donde conocer personas para ver si encuentra lo que busca. Y todo desde la serenidad. No queda de otra. Hay que seguir andando. Continuar oliendo ambientes. Persistir en el deseo de consecución. Aún hay tiempo: hay que insistir. Hasta ahora (y en otras circunstancias) la insistencia solo ha permitido el logro de lo anhelado.

Pues que sea la buena costumbre adquirida después de este nuevo desvarío.

1 CADENAS, Rafael. Antología (1.958-1.983): Monte Ávila Editores. Caracas. 3° edición corregida, 1.996.

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