No había escrito sobre esta película, porque mi intención no es que no se vean las cintas venezolanas. Es decir, tampoco voy a salir diciéndoles que nunca vean nada hecho en Venezuela; pero como esta abuelita impúber ya lleva “nueve semanas de rotundo éxito”, pues ahora sí, voy a hablarles de la penúltima producción venezolana estrenada en nuestras carteleras.
La abuela virgen, debió quedarse virgen para así, no caer en la clásica promiscuidad de nuestra filmografía. Y es que esta abuela, repite las mismas fornicaciones desgastadas y carentes de pasión que nos han otorgado nuestros proxenetas-cineastas. Recurre a los mismos burdeles de la exageración, los chistecitos de radio rochela, las sobreactuaciones de un elenco de Voltea pa´ que te enamores, Ciudad Bendita y los declaro marido y mujer. Siendo Daniela Alvarado la honrosa excepción de la proyección.
La abuela, repite los revolcones de un guión barato con tendencias a ser uno de esos unitarios que hacían Carolina Muzzioti, Henry Galué y el Conde del Guácharo, por allá por los años noventa, antes de la ley resorte, cuando los chistes “picantes” no era censurados con un pitito.
La abuela tira y lo hace sin condón, en los decorados de cartón piedra, en la utilería del Chavo del 8, en la fotografía de unitario, en la dirección telenovelesca, en la musiquita incidental hecha a punta de sampleos en un teclado, y en una producción mal hecha y balurdísima hasta más no poder.
La abuela no es virgen, ni siquiera lo es antes de empezar la función, ya que al entrar al cine y ver el afiche de la cinta, te das cuenta del descarado fusil a American Pie, o a cualquiera de esas películas gringas. Y es esta la principal dicotomía de nuestra filmografía: Por una parte los cineastas (y Olegario Barrera no es la excepción) se quejan de que los Yanquis dominan la industria cinematográfica universal y que eso, ha significado un estancamiento del cine de otros países que no cuentan con los recursos monetarios y de producción con los que cuenta el imperio. Y por otra parte nuestro cineastas, incluso lo que se califican de izquierda, imitan al carbón el estilo de superproducciones gringas, al llamar a actores de renombre para que ejecuten guiones de porquería, al hacer afiches engañosos que nos prometan obras maestras que nunca se sucederán cuando nos sentemos en la butaca a verlas, al utilizar artículos de prensa de dudosos críticos como ese de Diego Kapeky que reza “La Voz pudo constatar que esta superproducción tiene calidad de exportación”. De hecho, el afán hollywoodense se nota en algunas escenas, como en esa en la que Danielita Alvarado cuelga de una construcción y la cámara la toma desde arriba pretendiendo impactar a los tontos que seguramente piensan, “guao, ahora si es verdad que nuestro cine ha elevado su nivel técnico, mira que arrecho Danielita parece Sandra Bullock en Máxima Velocidad”.
En fin, La abuela virgen pierde su pureza desde el comienzo y se trasforma en la clásica prostituta del cine hecho en Venezuela.