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Shrek Tercero.

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Shrek Cajita Feliz
Lo que comenzó como una cinta inteligente y un tanto subversiva que posaba una cínica mirada sobre las películas infantiles, sobre los cuentos de hadas y sobre los prejuicios que nos inoculan cuando niños (el ogro malo, la princesa modosita esperando ser rescatada, los corceles valientes que acompañan al caballero rescatista, etc.) Terminó convertido en lo que decía parodiar. Shrek, Burro y La Princesa Fiona, terminaron atrapados por un mercader, que ha de ser muy parecido al Rey enano y acomplejado de la primera parte, y fueron empaquetados en unas bolsitas transparentes que nos regalan cuando comemos una cajita feliz. El ogro mordaz y desencantado con la vida, dispuesto a asumir que es un ogro al que todos detestan y que se encierra a vivir como ermitaño, quedó reducido a ser un muñequito plástico que, al moverle el brazo, suelta un eructo para diversión de los niñitos que le sacan a sus papás 10 bolívares por una diminuta hamburguesa que puede conseguirse, por la mitad del precio y el doble del tamaño, en cualquier puesto hamburguesero, en especial los que se ubican en las respectivas calles “el hambre” que hay en cualquier ciudad que se respete.

La segunda parte de Shrek, era terrible, cursi, vacía; la tercera es mejor, aunque sigue estando lejos de la extraordinaria primera película.

Como toda trilogía forzada, Shrek, empezó a lo grande y se ha ido acercando al absurdo.
La necesidad de sacar material donde no lo había llevó a los productores a hacer una secuela con el matrimonio de los protagonistas y una forzadísima trama en la que conocen a los padres de la chica y encuentran una pócima que los hace hermosos y un picotón de incoherencias más, tapando la mediocridad de la cinta con un excelente trabajo técnico.

La tercera es más ágil, ciertamente está mucho mejor escrita y me hizo reír mucho más que la fallida anterior entrega, pero sigue sin estar tan siquiera cerca de la brillante primera parte.

La trama es obvia y predecible: Por una parte Shrek (Mike Myers) y Fiona (Cameron Díaz) serán padres (y supongo que en la cuarta los veremos divorciándose y en la quinta afrontando la impotencia de Shrek y en la sexta la menopausia de Fiona y así), el padre de Fiona y rey de Far Far Away ha muerto y Shrek es el heredero natural, pero éste, sigue acomplejado por ser un ogro y no acepta la responsabilidad, prefiere ir en la búsqueda de Arthur (Justin Timberlake), un sobrino lejano que podría también ser el sucesor a la corona. Así Shrek, dejará a su preñada esposa en el reino mientras se enfila junto a Burro (Eddie Murphy) y El gato con botas (Antonio Banderas) a buscar al heredero. Mientras el Principe Valiente (Rupert Everet), trata de asaltar el reino en ausencia de Shrek para reclamar un trono que cree suyo.

Como dije, la película no es tan Mc Donalds como Chicken Little o El espanta tiburones, pero ciertamente la frescura y originalidad de la primera no se perciben. En muchas escenas sentía que la única razón porque hicieron esa película es para tener a mi hermano rogándole a mi mamá que lo lleve a cada rato donde el señor de la nariz roja y la camisa amarilla para adquirir uno de los muñequitos de la cinta. Rescatable sin duda, son sus escasos momentos de genuina sátira, como la muerte del rey, el momento en que Shrek se entera que va a ser padre, las caracterizaciones de Rapunsel, Blanca Nieves o La Bella Durmiente, las referencias a la leyenda del Rey Arturo, el personaje de Merlin ridiculizado como un brujo viejo y errante y la tenue burla al papel de la paternidad y de la familia feliz con los hijitos y demás, aunque al final, Shrek está feliz con sus muchachos y los momentos en que los pequeños atormentaban al padre quedan aislados como una simple pesadilla.

En fin, yo la disfruté bastante, es buena, pero siento que a Shrek lo ultrajaron desde que hicieron la segunda parte.

En palabras del gato con botas: “amigos esta trilogía está soberanamente…”

7.5/10.

John Manuel Silva.

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