Tsotsi es un personaje aterrador: asesina sin piedad a un hombre en el metro mientras le roba el dinero, golpea bestialmente a uno de sus amigos hasta dejarlo en el suelo vomitando sangre, luego asalta a una mujer y le dispara para llevarse su vehículo; en el camino descubrirá que dentro del auto había un bebé recién nacido y cuando se dispone a dejarlo botado junto al carro, se arrepiente y decide llevarlo consigo. Al principio veremos a Tsotsi tropezar varias veces mientras cuida al niño, no sabe alimentarlo, no sabe limpiarlo, lo deja en una bolsa todo el día, lleno de dulce y cuando regresa las hormigas están picando la cara del niño, luego obliga a una habitante de la desoladora barriada en que vive a alimentarlo y esta le propone bañarlo y así paulatinamente, desarrolla una relación afectiva con el pequeño que lo lleva a enfrentarse a los recuerdos de su pasado viviendo en una miseria absoluta, con un padre alcohólico y una madre moribunda.
Las historias de redención pueden parecer manipuladoras por su contenido eminentemente emocional. Además, siempre habrá quien discuta si realmente alguien puede arrepentirse crímenes y cosas horribles, siempre existirá la mente represora que cree que los drogadictos y delincuentes son escoria que merece pudrirse en la cárcel, también están las viejas chancletudas de San Antonio que creen que hasta un muchachito que pone música a alto volumen es “un criminal en potencia que debe ser castigado a tiempo antes de que cometa un crimen horrible” (1)
Afortunadamente una historia como esta nos recuerda que siempre hay tiempo para el arrepentimiento y el perdón. La transformación de Tsotsi es bellísima, desde que entendemos la razón de su comportamiento, su sensibilización al sentir en este niño una representación de su propia infancia y un símbolo de que aún está a tiempo de comenzar de nuevo. Y finalmente lo hace entregándose a la policía para pagar por sus crímenes.
La actuación de Presley Chweneyagae como Tsotsi, ayuda mucho a comprender esa evolución, también la filmación realista del director Gavin Rood, que nos permite ver como Sudáfrica ciertamente ha superado al apartheid que mantenía a los habitantes negros aislados en su propio país, pero eso no significa que los niveles de exclusión y pobreza que dominaban a Sudáfrica hayan cesado, al contrario el aislamiento político ha cesado pero la pobreza abyecta que los aquejaba se mantiene. Es decir el aislamiento político acabó, pero el aislamiento social sigue vivo, y continúa generando conflictos. De hecho Johannesburgo, la ciudad en la que se desarrolla la película, es una de las ciudades más violentas y peligrosas del mundo.
Una gran película, vayan a verla.
9/10
John Manuel Silva.
(1)Las palabras no son mías, son una trascripción de un comunicado que publicó la junta de condominio del edificio donde vivo luego de una fiesta el fin de semana pasado.