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La Fuente de la Vida: Réquiem por Aronofsky

fountain.jpgVarios argumentos universales confluyen en el libreto de “La Fuente de la Vida“. En principio, reconocemos la influencia literaria del tema de la enfermedad, acometido recientemente por nuestro ganador del premio Herralde, Alberto  Barrera Tyska, quien lo entiende como una metáfora de la inseguridad contemporánea.En el mismo sentido, cabe destacar cintas claves de la tragedia occidental como “21 Gramos“, “La Vida Sin Mí“, “Invasiones Bárbaras“, “El Gran Pez“, “Million Dolar Baby“, “Mar Adentro” y “Fur“; solemnes melodramas agónicos destinados a recuperar nuestras ganas de vivir, al estilo de los manuales de autoyauda y de los largometrajes clásicos en la onda de la “Fuerza del Cariño“. Al respecto, la tesis de ellos garantiza una posibilidad de trascender al campo de lo material a través de la energía del afecto, como en “Ghost”. Algo similar a la propuesta católica de reencarnación, elaborada por Mel Gibson en “La Pasión de Cristo“.

Por tanto, “La Fuente de la Vida” también se alimenta del tópico de la inmortalidad desde un enfoque multicultural y mestizo, a caballo entre la ciencia ficción, la épica medieval, la metafísica new age, el impresionismo kistch, los códigos cifrados, el futuro fantástico, el misterio precolombino y la medicina del siglo XXI, en una misión imposible condenada por la crítica inquisidora y defendida por el club de fanáticos de Darren Aronofsky, el responsable de semejante pasticho intelectual, amado y odiado a partes iguales.

A favor, los comentaristas incondicionales reivindican la coherencia del realizador, al preservar el poderío estético de su narrativa compleja contra la presión y represión de los estudios. En efecto, “la Fuente de la Vida” prolonga sus investigaciones experimentales iniciadas en “Pi” y “Requiem For A Dream“, a una escala de monumento riesgoso. Una proesa titánica comparada, a menudo, con el descalabro de la ambiciosa “Dune” para David Lynch. Sin embargo, se le prefiere equiparar al éxito de “2001″ y de su heredera indie, “Primer”.

Según el punto de vista encontrado, el blockbuster denso falla en el intento de amalgamar innumerables referentes ajenos, dentro un entramado poético, con la pretensión de erigirse en un tratado filosófico para la posteridad.

Incluso Brad Pitt le hizo el fo en plena preproducción, porque desconfiaba de la viabilidad de la empresa y de la calidad del plot. De ahí el drástrico recorte de su presupuesto, de 75 a 35 millones de dólares, y la inmediata contratación de la figura estelar de Hugh Jackman en reemplazo de galán de “Babel“.

Por cierto, la actuación del caballero de porte heroico, es uno de los aciertos de la puesta en escena, a la altura de la contribución de Rachel Weisz en el papel femenino principal. Estimulantes interpretaciones opacadas por el lúgubre rendimiento económico de la obra.

La trama gira en torno a una mujer con un padecimiento de carácter terminal, y a la aventura de su marido por encontrarle una cura, en diferentes planos temporales y subjetivos.

El objetivo es dar con el paradero de la fuente de la vida en el interior de un árbol cósmico, emparentado con el paisajismo neobarroco de las pinturas ingenuas, alusivas a las portadas de los discos de metal sinfónico. El equivalente a una opera rock con discurso trascendente de por medio. Cojan dato, radioescuchas de Paul Gilman y Alfredo Escalante.

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