Estaba pensando pausadamente
En lo que Salomón me dijo,
Me dijo que en tu alma
En tu retórica figura
Poblaban sumergidas
La libertad y las espigas,
La claridad y las mañanas
Y todos los viejos poemas
Y los nuevos,
Entonces reí, grité como un lunático,
Reí infinitamente
Frente al señor de la peluca,
Y me dije entonces,
Por qué no?
Si es tan grande la tierra
Y son tan pocos sus dueños;
Así prosigo riendo
Desde este departamento
En donde las verdades de la tierra
Caminan como siluetas,
Y te digo entonces
Todo lo que me place
Sobre estas líneas obscuras,
Obscuras para quienes no llevan lámparas,
Por que de que vale escribirte
Sino es con cierta oscuridad
Que nos esconda de algunos señoritos
Con trajes negros como la noche
Y cierta palidez espiritual,
De que vale si nos descubren,
De que valen los versos
Sino es para ocultar algunas realidades
Y así rosearlas de nuestras verdades,
De tus verdades y mis verdades,
De las verdades del mundo y de la vida
Y de otras tantas cosas que se me olvidan.
Voy sin saber a conocerte
Y a que me conozcas
Sin ceremonias ni fanfarrias,
Sin festines y sonrisas
Por que Salomón me dijo
Que eras el corazón de tu gente,
De tu gente y de tu lastimado pueblo
Y que su voz retumbaba en la tuya,
Y que sobre sus lágrimas
Corrían tus lágrimas latientes,
Y sobre su sangre
Pronto despertaba Maisanta,
Y gemía y rugía y lloraba
Y por eso decidí adscribirte
Por que para que sirve el alma
Y el sufrimiento infinito
Sino para soñar y versar,
Para llorar y escribir,
Para pintar y plasmar
Experiencias junto ha algunas realidades,
Y entonces ponerse aún más triste,
Por que todo sufre
Sufren los pueblos hambrientos,
Sufren las juventudes esperanzadas
Que mueren frente a la frustración,
En mi caso particular
A veces sufre mi madre del corazón,
Sufre frente a sus hijos,
Llora junto a su pueblo lastimado,
Gime con el deseo de hacer
Y sin embargo no hace,
Por que de que sirven las minas
Sin el poderoso pico
Y la metálica pala;
Quiero que sepas señor
Que mientras hay funcionarios,
Monjas claroscuras cantando
Entre las minas de toda nuestra extensión,
Mientras hay hombres perversos
Jugando con las convicciones del prójimo
Detrás de toda esta inmensa latitud
Y de todas las batallas públicas,
Vive un corazón que decidió no respirar,
Vive un corazón que llora y gime
Por todas las laceraciones impías
Y hasta por el sentimiento maltratado
De sus vetustas raíces.
Por esta razón cuando Salomón
Impenetrable como el otoño
Me contó sobre tu canto,
Yo de inmediato
Me dispuse a escucharlo,
Y en ese canto lleno de clarines
Pude escuchar constantemente
El stacatti latiente,
En cuya sensación
Desemboca el alarido de los pueblos,
De tal modo que a veces
Sobre esa canción que ruge
Para libertar algo incomprensible
Que ha tenido entre cadenas
A todos nuestros patrimonios,
Sobre ese canto pegajoso, húmedo,
Cae la esperanza de un pueblo hundido,
Y de muchas de sus juventudes,
Y de otras tantas personas
En donde el sonido de las cosas que odio:
Hoyas, pitos, redoblantes,
Gritos roseados de blasfemia,
Fantasías inciertas con deseos desterrados,
Son cotidianidad perpetua.
Entonces cuando escuché
Un montón de historias tuyas
Al fin me decidí a escribirte,
Porque comprendí que detrás de tu figura
Se ataba la empuñadura
De todo nuestro extenso patrimonio,
Y del rostro hambriento de las calles
Y de todas las cosas ignoradas
Por algunas congruencias personalizadas;
Y me dije entonces
“No tolero la injusticia”
Y así entregué mi cuerpo desterrado
A los largos caminos,
Y de pronto fui explorando
Las inmensas variedades de la vida,
Fui prestando mis ojos
A quienes aún no logran ver,
Fui cediendo mi alma
A quienes aún no desean sentir;
No por ti, ni por tu férreo partido,
Sino por ese llanto eterno
Que desencadena la alevosía
Y desemboca ante los oídos
De quienes desean escuchar;
Y así he ido detrás de la primavera
Y de las más duras necesidades del hombre.
Por esta razón infinita,
Te pido señor
Que no abandones ese latido inmenso
Que nos mira y persiste.
En efecto, si ocurriese
Serían desangrados miles de barrios,
Serían cercenadas gargantas
Que erguidas entonaron tu nombre
Y seguirán entonándolo
A pesar de los tiempos.
Así que piensa un poco,
Reflexiona a oscuras,
Para que prestes a quien necesita
No a quien cree necesitar!,
Para que alimentes
A quien le cae la verdad de la miseria,
No a quien se regocija
Entre vulgares festines
Financiados por el provecho
De algún partido ortodoxo;
Piensa en las calles, en los niños,
En la silueta hambrienta
Que nos mira desde los rincones,
Piensa en algunas madres
Y en algunos padres destrozados,
Piensa en quienes hacen
En aquellos rincones olvidados
Y sin embargo no obtienen nada,
Piensa en la patria que nos llama,
Piensa como el guerrillero socialista,
Piensa en todos por igual.
En instantes yo me marcho
Mi esperanza aquí fallece,
Y la estrecha primavera
Apenas comienza en todos lados
De nuestra madre tierra…
R.R.D
Agosto/2003