Conocí a Américo hace varios años atrás, llegué hasta él como han llegado todos los que le conocieron, por medio de la música, un buen día con un proyecto de banda que nunca se dio los visitamos, el tenia un “estudio” en su casa, un lugar de ensayos, una buhardilla donde se escribieron canciones, se consolidaron bandas, se perdieron amistades, pero por sobre todas las cosas se vivieron muchos sueños de sonidos y grandes tarimas, sueños de rock and roll.
Coloco estudio entre comillas porque en ese sitio todo era improvisado, en el fondo del garage había una escalera metálica larga, antes de comenzar a subirla debías saludar a los perros de Américo que parecían entrenados para matar, el siempre te decía,
– “Pasa tranquilo que no hacen nada” –
Yo siempre pensaba, -no hacen nada, no jodas-, una vez arriba de la escalera entrabas a otra dimensión, pasabas por una puerta de goma espuma y llegabas al lugar de ensayo, plantas de equipo de sonido, mezcladores de miniteca, cornetas de mini componente y una batería destartalada, cualquiera diría que eso era malo, para nada, habías entrado al mundo mágico de Américo Almeida.
¿Cómo este hombre que se había quedado en los setenta con su pelo largo y barba hippie hacia para que aquellos cachivaches sonaran bien?, eso nadie lo sabe, lo que si les puedo decir es que los incrédulos al llegar por primera vez ponían mala cara, algo así como -¿Qué vaina es esta?- pero al salir lo único que se escuchaba era, ¿Américo cuando tienes disponible para cuadrar otro ensayo?, jajajaja que días aquellos, éramos felices y no lo sabíamos.
Al principio este señor no le cobraba nada a las bandas que iban a ensayar, pero después la gente le insistió,
-Coño chamo algo tienes que cobrar aunque sea para pagar la electricidad-
Américo con su tono de Trino Mora les decía,
– jajajajaja ok, déjenme lo que ustedes quieran-
Eso es lo que yo llamo amor al arte total. Con el tiempo puso precio por horas, pero lo que daba era risa, la cuarta parte de lo que cobraban otras salas en la ciudad, sin olor a incienso, ni las teyas de anís que tranquilamente metíamos en casa de Américo.
Cuando le pedías alguna opinión al pana sobre el sonido de tu música, siempre tenía una respuesta diplomática y colorida:
-Coño Américo, ¿que te parece ese tema?-
-Ja,ja,ja pana suena como para elevarte en los cielos, es duro y potente-
Hasta en los desacuerdos musicales este soñador intervenía con su buen espíritu y vibra alegre, una vez le escuche hablando con un pana algo mas o menos así,
-Coño pana no se pueden poner a pelear así, ustedes son hermanos y Dios los juntó para crear esos sonido extraordinarios que crean juntos, no se dejen llevar por los egos y busquen el camino juntos-
Les aseguro que después de eso la banda siguió y lograron lo que querían, a veces necesitamos alguien que nos ilumine la senda, alguien que nos de un empujoncito por la dirección correcta, que sabia aquellas palabras.
Trance, Abbadon, Horus, Metalepsia, Incendiario y muchas tantas mas que no recuerdo en este instante, desarrollaron su música en la gran casa de los Caobos aquí en Valencia, la casa del loco Américo, la casa de los sueños del heavy metal, la casa donde el tiempo se quedó inerte, que buenos momentos los que allí vivimos, que tiempos aquellos.
Hace un par de días me enteré por boca de mi pana Humberto Márquez (Batería de Zagros, pronto hablaremos de ellos en este sitio) que Américo nos había dejado, victima de un cáncer se nos había ido por allá en 2006, esa noche brindamos por el y por su hijo Beto que años antes tomó la fatídica decisión de quitarse la vida, a veces me pregunto ¿porque ellos?, ¿Por qué la buena gente termina el recorrido antes?, como para auto complacerme pienso, -ese es Dios que los llama, que los manda a buscar-, coño chucho tienes un ejercito de buena vibra allá, acuérdate de unos cuantos malucos y llévatelos también, así disfrutamos un poco mas de los buenos que tanta falta le hacen a este mundo.
Américo donde quiera que estés, sigue disfrutando tu cigarrito, deja de gruñir como siempre lo hacías y disfruta del ensayo de Jim, Cliff, Jimmi y Jason, que desde aquí te recordamos con cariño.QEPD.
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