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Estimado Sr. Supremo,
Me imagino que este debe ser uno de los tantos papelitos que usted recibe, y por eso no quiero fastidiarlo mucho.
Sólo quiero que sepa el caso de María Uzcátegui. María tiene un problema en los riñones. Grave. Los exámenes se los tuvo que hacer en una clínica, pues en su ambulatorio local, así como en dos hospitales públicos, le dijeron que «no hacían eso». No salvan gente pues.
Yo, que se de dónde viene su cuento, estoy preparado para ese tipo de cosas, pero verá Sr. Supremo, ella no. Ella cree en usted. Ella votó por usted -grandísimo hijo de puta- y tuvo que pasar por un colapso emocional para armase de valor y pedir prestado el millón que le hacía falta para sus exámenes. Solo por eso, por cagarse en su esperanza, es usted un maldito, mil veces maldito.
Yo, que me calo sus alocuciones, su política agraria, que me calo todo su segregacionismo de mierda, fui el único que salió a ayudarla, porque, insisto, el aparato que usted a instaurado funcionará a veces para hacer propaganda, pero en realidad no sirve para una mierda.
Espero no haberle molestado ni distraído de sus importantes deberes. Maldita perra.
Muchas gracias.
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