1956, 1978, 1993 y 2007. Cuarto remake del clásico de ciencia ficción, “Invasion of the Body Snatchers”, basado en la novela homónima de Jack Finney. La versión de posguerra contó con la dirección del indiscutible Don Siegel, el de “Dirty Harry”, y fue a la postre clasificada dentro de la corriente de películas metafóricas sobre la guerra fría. Apenas comenzaba la saga bipolar derivada del hito de 1953, “War of The Worlds”.
La de los setenta casi supera a la original bajo la batuta del implacable y anarquista Philip Kaufman, quien la trasladó de California a San Francisco para transformarla en una parábola del miedo durante el reinado de la era postwagarte, tras el fracaso de Vietnam.
La de la década del noventa desmontó el aparato industrial militar de Bush Senior en la primera invasión de Irak, al replantear el libreto en una base de las fuerzas armadas. A pesar de recaer en los hombros de Abel Ferrara, el encargo jamás convenció a los especialistas. Posiblemente, no la entendieron o no la quisieron entender.
Finalmente, la del 2007 arrastra consigo uno de los expedientes más gráficos, demoledores y fascinantes del Hollywood posmoderno, con material suficiente como para escribir las secuelas de “The Player” y “Sunset Boulevard” al unísono.
Intrigas, chismes, amistades peligrosas, altercados, despidos y traiciones acompañaron la producción del film, en un anticipo de su posterior hundimiento financiero, al contabilizar cifras en rojo. Por tanto, si quieren conocer la crónica del descalabro anunciado de “Invasion”, pueden adelantar hasta la próxima casilla.
La Caída
El relato de hoy arranca con la figura todopoderosa de Joel Silver, productor de “Matrix” y patrocinante oficial de “Invasión”. Según cuentan por los pasillos de la meca, él quedo prendado con el rigor antifascista de “The Dawnfall” y “Das Experiment”, al punto de convocar a su realizador alemán con el propósito de perpetrar una interpretación gótica y apocalíptica de “The Body Snatchers”.
Naturalmente, Oliver Hirschbiegel aceptó el desafío luego de imponer sus ligeras condiciones en un contrato de corte fáustico, donde supuestamente perdía el control del montaje final, para cedérselo por completo a los inversionistas de la empresa. A la larga, ese simple gesto de ingenuidad le costaría no pocos dolores de cabeza en su breve pasantía por el sistema de estudios.
Después de encarar un rodaje harto accidentado, el vía crucis del autor lejos llegar a su feliz termino, empezaba a recorrer su segunda vuelta, acechado literalmente por los pilotos de “Speed Racer”.
Para resumir, el responsable del proyecto entregó el fruto de su esfuerzo al comité evaluador y acto seguido, se lo rebotaron. De inmediato, Joel Silver exhortó a Oliver Hirschbiegel a depurar su propuesta y a agregarle secuencias, al gusto de los acreedores, pero el kaiser los mando a freir monos. Lo demás es digno de un capítulo de surreal life.
A partir de entonces, los hermanos Wachowsky salen de la nada a arreglar el entuerto, con su operación de cambio de sexo incluida en el paquete. Andy y su transamérica hermana Lana, antes conocida como Larry, se abocan a reescribir el guión, mientras encomiendan a su títere de “V de Vendetta”, James McTeigue, la tarea de rediseño y remodelación a lo “Pymp My Ride”.
Por extensión, “Invasión” luce como una máquina enchulada a varias manos. A veces recuerda la trayectoria de “El Exorcista 4″, encendida con elegancia por Paul Schrader y fundida por el piquero descerebrado de Rene Harlin.
En otras, apreta la full chola de Meteoro para fungir como vehículo de Daniel Craig y Nicole Kidman. Sin embargo, cuando el piloto germánico toma el volante, la orientación de la carrera emprende verdadero vuelo intelectual.
Con todo y sus obstáculos, la aventura de Hirschbiegel cobra sentido al encausarse por sus viejos caminos verdes. El atajo de su recorrido alcanza para incomodar y perturbar al grueso del público, aunque el entendido resienta el lastre del deja vu. No obstante, la revisión aporta lo suyo como testimonio de la alienación posmoderna.
Aun así, debemos reparar en la siguiente advertencia del gigante Tonio Alarcón de la revista Dirigido: lo que no era fácil de prever es que el film resultante, Invasion, defendería de forma tan perversa las tesis republicanas de unidad y armonía contra el enemigo, dándole la vuelta como un calcetín a la reivindicación de la individualidad subyacente en todas las anteriores adaptaciones de la novela, al recetar como remedio contra los males de la humanidad, la escalofriante insensibilidad de los invasores extraterrestres.
Agradecimientos a JJ por la info de insider.