Antes pensaba que la noche estaba herida de estrellas. Que en su piel dulce ébano habían penetrado invasores mosquitos que dejaron las picadas blancas y brillantes. Que el ojo del cielo se menguaba de mes en mes por la tristeza y el dolor. Pero luego me di cuenta: la noche esta herida de luz de ciudad, que no deja brillar a sus lunares, que invasores faros han nublado a los astros, y que el ojo del cielo mengua de mes en mes por la tristeza y el dolor.