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Salvo una que otra cosa de Mano Negra y la gran impresión del famoso concierto que dieron en la Plaza Caracas hace muchos muchos años, el trabajo musical de Manu Chao nunca me terminó de atrapar.
Puedo reconocer sin problemas que debe ser un gran tipo, que debe caerle muy bien a la gente, que posee el don de la melodía pegajosa y que es sumamente hábil para pertenecer al mainstream pero manteniendo su pose de rebelde del underground.
Fuera de eso, Manu Chao –según mi opinión de experto musicólogo mecagoentós- no ha podido desprenderse del eurocentrismo ni del colonialismo europeo. Con su buena onda y tal, Manu viene, se lanza sus viajecitos por Latinoamérica, pasea en trenes destartalados, monta en burro y en mula, se mete en el monte, fuma monte bueno y barato, hace rumbitas proletarias, da dos o tres pasitos de salsa o dos de vallenato o lo que le pongan, elige a alguna negra sabrosona y se encama, fuma más monte del bueno y barato, puede que hasta sea capaz de hacer sus deposiciones en la letrina del rancho y después, cuando se harta de la vida tercermundista, cuando ya no le da más el pellejo de compartir con estos macacos ruidosos, pide un taxi al aeropuerto, compra un boleto de primera clase y –antes, por supuesto, lanza por el váter los restos de mariguana que le quedaron en los bolsillos- regresa a la comodidad del hogar, al buen rollito de Barcelona.
Y al llegar a casa, además de haber comprado varios ponchos de colorines y un gorrito rastafari, tiene más alimento para su música. Porque durante todo ese tiempo, el Manu ha estado saqueando aquí y allá, expoliando sonidos, la música de éstos y la de los otros de más acá, para entonces mandarse su cancioncita: la base rítmica de tal, algunas palabras en francés, otras en inglés y unas cuantas más en español que rimen bien y que se entiendan en lo más básico de esas sociedades tan elementales que le aportaron las músicas que machacará y pasará por su tamiz europeo.
Manu, muy underground, entonces se meterá en un estudio de alta tecnología, con tremendos instrumentos, músicos de alquiler, su propia banda itinerante, grabará un nuevo disco que entregará a una de estas transnacionales de la industria y esa corporación le dará el tratamiento de mercancía que le da a todos los productos que recibe, Manu aparecerá en cada uno de esos grandes medios a los que los globalitontos dicen despreciar, pondrán vallas como las de Coca Cola en los metros de París y Barcelona, y el buen Manu venderá otros millones de discos, cosa que al fin y al cabo es lo que anhela todo músico: que su vaina se venda bien para poder seguir haciendo lo que le gusta.
¿A qué viene todo esto con Manu?
La Rolling Stone colombo-latinoamericana trae un texto sobre Manu Chao que, la verdad es que llega viejo porque fue antes del lanzamiento de su nuevo cedé.
Pero no es del disco que quiero hablar. En principio porque no lo he escuchado. Y en final porque me importa un carajo y creo que no lo escucharé. A menos que se lo compre a un pirata, cosa que no debería molestar a la mentalidad marxistoide de nuestro héroe explorador.
La vaina es que en esa entrevista Manu aborda un clásico del europeo bien pensante: es en América Latina donde deben suceder las cosas interesantes. No en Europa, no tío, joder, donde todo está muy guay es allá, en el Nuevo Mundo, a donde nosotros vamos y observamos ese laboratorio y vemos cómo se joden entre ellos y antes de que nos peguen un balazo o nos metan presos, nos piramos. Porque es que tío, en Europa ya no se puede, todo ha muerto, ya no hay cambio posible, eso está lleno de viejos reaccionarios… Provoca preguntarle, coño Manu, ¿y qué has hecho para motorizar ese cambio? ¿porqué no forman una guerrilla y tumban gobiernos? ¿porqué no nacionalizan empresas y mandan al carajo a las transnacionales?
En fin, si todo está tan viejo, porqué no aprovechan y hacen su propia revolución e instalan a un nuevo tirano en la casa presidencial. ¿O es que esos viejos chuchumecos pueden más que el poder joven?
No Manu, no lo hacen porque ya en Europa, en muchas partes de ella al menos, pasaron por lo peor. Y por eso es que te puedes dar la vida que te das. Y por eso el viejito comunista que es tu padre, podrá tener su pensión para mantenerse sin tener que pedirte plata a ti.
También le tocan el tema de la revolución chavista. Y el hombre dice que la apoya “sin dudas”, aunque dice que tiene cuestionamientos sobre la figura de Chávez. El periodista le pregunta cuáles son esas críticas y cuando uno piensa que Manu va a decir algo interesante que refleje su independencia intelectual y su lucidez, sale con esto:
“…Pero no soy chavista, porque soy Manu y nunca fui de nadie. Tengo muchas críticas sobre Chávez.
¿Como cuáles?
– El símbolo de Simón Bolívar. Bolívar liberó a América Latina con las armas de los ingleses. Para sacar a los españoles vendió América Latina a los ingleses. No me parece el símbolo adecuado. Ponme un símbolo moderno, por favor. Ponme al Chavo del 8, qué sé yo”.
Coño. ¿Nos vendieron a los ingleses? ¿Y cuándo fue que se nos olvidó tomar el té a las 5 pm? ¿Cómo fue que superamos el colonialismo de conducir con el volante del otro lado? ¿Porqué fue que nunca aprendimos a hacer cerveza Guiness ni a jugar fútbol?
Me atormenta ahora saber, ¿cuánto fue que se llevó Bolívar a la tumba por vender el continente a los británicos?
Y, carajo, ¿cómo sería todo si en las millones de vallas y murales del jalabolismo rojo se incluyera la imagen del Chavo del 8? ¿Cuánto le cobrará Chespirito a Chávez por los derechos de uso sobre su personaje?
Se nota que Manu recibió las lecciones de papá Chao: Marx despreció a Bolívar, si soy marxista de café entonces yo también lo desprecio pero de manera superficial…
Dice un poco más delante y también un poco más atrás, que le molesta que le tachen de estalinista en algunos sectores de Europa sólo por expresar su apoyo a la dictadura de Fidel y al gobierno de Chávez. Pero es muy curioso que este tipo libertario, nómada impenitente, librepensador, humanista y ecologista deje aflorar sus preferencias por sistemas totalitarios antes que por la democracia.
Y no lo digo por sus simpatías por Fidel y Huguito. No. Manu cuenta que en Esolovenia vio muchos borrachos tirados en la calle, gente sin hogar y que le preguntó a algunos nativos desde cuándo estaba esa gente así y entonces le contaron que “antes de la caída del Muro no había ninguno, que era un fenómeno nuevo del capitalismo y la democracia”. Entonces concluye, muy brillante: “Yo no estoy tan seguro de que ahora estén mejor que antes”.
Ese “antes”, claro, es algo que Manu no conoce. Ni conocerá: no olvidemos que es francés y español.
El texto también recuerda el gran mensaje de Manu ante los jóvenes cubanos que fueron a su concierto en La Habana: “Todas las mafias que reprimen al mundo se esconden detrás de la palabra democracia”. O sea que, según Manu, los cubanos oprimidos por Fidel no se estaban perdiendo de la gran cosa porque esa vaina llamada democracia –de la cual él sí disfruta- a fin de cuentas es una cagada.
Así que Manu Chao quiere a un hombre fuerte mandando. Pero para verlo de lejos y analizarlo y adorarlo desde algún bar del Barrio Gótico. De lejitos las revoluciones y los tiranos se ven mejor. No se perciben tanto los detalles. Y si te fumas un porro, tío, agarran más onda.
¿Y este es el Señor Esperanza?
Después dicen que la marihuana no tiene efectos secundarios a largo plazo…