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Cuando compramos las entradas, ningún mercado grande de Latinoamérica iba a perderse el concierto, excepto nosotros. No importa cuánto avance nuestra revolución, de algo de lo que podemos estar seguros es que nunca estaremos seguros de si un concierto programado, anunciado y vendido, se realizará.Por eso decidimos irnos a una de esas provincias que mantenemos, concretamente la de Buenos Aires… bueno, para ser completamente honestos, fue por eso y porque, fuck, era el regreso de Soda Stereo en el Monumental Antonio Vespucio Liberti. Mismo lugar, diez años después de la despedida… en su ciudad natal… en el estadio del River… pagado con dólares a 1/5 de su valor real. Valía la pena por dónde lo viéramos.

Además, estoy ganado a visitar las provincias. Duélale a quién le duela, Baires tiene luz eléctrica gracias a que yo, voluntaria o involuntariamente cedí algo de mi renta petrolera. Mínimo deberían recibirnos con alfombra roja, regalarnos alfajores y carne.

Para estos momentos, la blogósfera debe estar llena de recuentos imbéciles de ‘mi primera vez con soda’, así que voy a ahorrarme esa (autocine del cafetal, 1er festival de rock-pop. Cerati llevaba una boina roja expresamente grande y, como era menor de edad y estaba escapao de mi casa, fue la primera vez que le hice caso a la letra de prófugos), y caeré directo en el recital.

Atención: Spoilers.

Con toda la objetividad que puedo conjurar, afirmo que, durante esa espera infinitamente prolongada por la falta de cerveza en el estadio, había una electricidad especial en el aire. Como si fuésemos a ver a una mezcla de los Rollings con U2. Raro, super raro.

En una suerte de telonerismo virtual, nos entretuvieron durante lo que quedaba de tarde con unos sketches de Capusotto.

A las nueve se apagaron las luces y comenzó a sonar, en playback, el cover de Some day one day. Evidentemente por el ‘si piensas volver… algún día’. Al terminar esa frase, apareció Cerati con el riff inicial de El Juego de Seducción.

La escenografía de la gira es sencilla y efectiva: Seis pantallas verticales móviles, que suben o bajan asíncronamente con tres aros de luces. A medida que progresa el concierto, se revela la idea detrás de esos aros: referencias múltiples a la estética visual de los distintos discos, y finalmente, la de esta gira. En ese sentido, quizás el número más espectacular es Sueles Dejarme Solo: casi al final (en el repique antes del último solo), los aros ‘apuntan’ al publico y comienzan a disparar luces en rotación, cual ametralladoras.

Quienes hayan ido a un concierto de Ahí Vamos, no encontrarán mucha diferencia entre esta Soda y la banda de Cerati. Salvo que el carisma de Zeta es difícil de encontrar en un bajista y… bueno, que es Soda. Es un regalo de Dios que los tipos se reencuentren luego de haber aprendido a tocar sus instrumentos. Cerca de la mitad del concierto, Cerati se afinca en la guitarra durante la suite animal (Sueles Dejarme Solo – (En) el Séptimo Día – Un millón de años luz). De allí en adelante, demuestran por qué para nosotros en Latinoamérica, ellos son la definición de un power trio.

¿Saben? Todo está muy lindo, pero no hay como la ciudad de la furia.

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Y al final hay recompensa

«Para todos esos periodistas que andan diciendo que nos llevamos para el orto, ¡no saben nada! Si esto es amor, ¿como nos vamos a llevar mal si prácticamente estamos haciendo el amor en el escenario?
Y miren que morbosos somos que ademas lo hacemos frente a todos ustedes.
Hay gente que no coje, y eso nosotros no podemos resolverlo»

El segundo bis es una retroexcavadora: Zona de Promesas, Nada Personal y los tipos terminan con Vitaminas. Hasta los muertos quedan brincando. Al final, Cerati no puede callárselo y dice ‘Gracias…’ -Sesenta mil personas, todos, contestamos.

Post-post. Una nota sobre la ciudad: ¿A nuestra clase dirigente no le pasará por la cabeza preguntarse por qué está tan lindo Buenos Aires y en Caracas todo es una mierda? ¿Será que nunca ha ido realmente a Buenos Aires? ¿Será que al llegar se encierran con unas putas en un boliche junto al aeropuerto y nunca van a la ciudad? Por Dios, si mantenemos a los tipos, mínimo deberíamos tener a cambio algo de calidad de vida. ¿De que sirve regalar nuestra posibilidad de futuro, de que sirve este imperialismo bananero si nos tratan como una mierda… en todas partes?

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