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Mi ciudad cambia de Alcalde.

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San Antonio de los altos es una ciudad de mierda, aquí no hay personalidad, los sanantoñeros son como los habitantes de Miami, bobos vacíos, ignorantes, pero con unas ínfulas que no le caben en el cuerpo a los muy cretinos. Por eso el Alcalde eterno de esta ciudad es igualito a sus habitantes. Juan Fernández es el clon de las doñas chancletudas como la actual presidenta de la junta de condominio del edificio donde vivo. Juancito es idéntico a los viejos cincuentones que bajan con sus lentes Oakley a comprar pan en los picachos. Juan es la copia fotostática de los maricos de traje y corbata que hacen cola en los bancos de la ciudad, diciendo guevonanadas como “estas colas no se ven en los países civilizados, yo fui para Estados Unidos el año pasado y no jo, el banco tiene como treinta taquillas, sales en cinco minutos así vayas a retirar millones”. Fernández es la misma miasma que las señoras que, al hacer una simple cola de cinco o seis personas en la oficina de la luz eléctrica, gritan “bueno pero que servicio tan chimbo vale, ¿ustedes no nos van a atender nunca?”. Juan Fernández se parece a los artistas salidos de esta ciudad, a cantantes tan gloriosos como Jerjes, aquel chamito de pelo lacio que hizo algo de bulla en los 90´s, o las banditas de aquí, que si La Nave tocando en un desfile de traje de baño de una tienda inaugurada en el C.C. La Cascada por allá por el año 96, que si unas bandas arrechísimas que se van a presentar en la fiestica cervecera de alguno de los locales de la panamericana y que siempre terminan siendo un bluff bastante intrascendente, el mismo poprockcito inofensivo y para niñas. Juan Fernández es la encarnación perfecta de los hijitos de papá que andan con carrito nuevo a los 14 años, jodiendo, chocando otros carros y huyendo del lugar del accidente a sabiendas que papi paga este golpecito. Juan Fernández es el clon de los pavitos que se encaraman en los autobuses de La Rosaleda con sus celulares con cámara y mp3 del que salen las voces de Wisin y Yandell, esos pavos ridículos que hicieron de las crestas Punk una caricatura, esos chamines sometidos que se las tiran de niños grandes, esos bolsas que organizan dulces coñazas en la misma Rosaleda y se graban con sus celulares para luego subirse a youtube. Juan Fernández es similar a “los culos” que pueblan esta ciudad de anime, esas nenitas que a los 14 exhiben sus carnitas en La Cascada o en La Casona en una minifalda o en los, ahora de moda, shorcitos; esas carajitas que a los 15 andan colgadas del brazo de algún pavito de mierda con pelo pseudopunketo levantado con moco de gorila, esas niñitas a las que uno ve con distancia y, ¿por qué negarlo?, con arrechera, uno las ve y sabe que sus virguitos desaparecerán debajo de esos maricones y, muy en el fondo, se muere de la envidia al ver a esos bolsas con esas nenas. Pero que va, ya eso no tiene arreglo, apenas cruzan la barrera de los 15 esas crisálidas se transfigurarán en horrendas mariposas repletas de banalidad y estupidez, posteriormente esas señoritas harán, igual que mi prima Fabiola cambiarán sus discos de Radiohead por los de Olga Tañón, la transformación en Doñas, en madres, en señoras y pasarán, apenas pasado los 30, todo un sábado hablando mariqueras con sus vecinas, entregadas al chismorreo, y la habladera de paja para luego, llegados los 50 someterse sin chistar o protestar al autoexilio que puede transcurrir en el ancianato de los picachos donde languidecen los viejos que nadie visita y que nadie quiere o en su defecto pasarán toda la tercera edad en las asociaciones de vecinos, juntas de condominio o algún tugurio partidistas bien sea un circulo bolivariano como el de las viejas chancludas que se reúnen todos los días en el Centro Marzi, o de alguna organización adeca (entendiendo por adeca cualquiera de sus derivaciones, Primero Justicia, COPEI, Un Solo Pueblo, etc) como las doñas ridículas que se funden en una licra y reúnen en la redoma para agarrar el autobús y bajar a Caracas para apoyar la marcha por la democracia.

Hay algo irónico, vaya usted al Central Madeirense del Centro Comercial Los Altos y encontrará usted a esas mismas Tremebundas verificando cuidadosamente los precios de cada producto, sacando cuentas con calculadoras pequeñas y discretas, llevando sus ojos para atrás en gesto de inflexión cuando están en la ventanilla de la charcutería, evidentemente calculando si pueden o no pedir cien gramos mas de mortadela porque para el jamón no va a alcanzar. Diríjase usted a cualquier panadería y notará como los mismos señores de los lentes Oakley deben medir con cautela la cantidad de canillas que ordenarán no se les vaya a pasar la cuenta. Escuché bien a los pavitos maricos que se recuestan en las puertas del Egui a martillar a sus amigos ya que gastaron la mesada en meterle “una tarjeta de veinte” al celular con cámara y ahora no tienen ni para un tequeño. Lo arrecho es que cuando el charcutero le dice a la señora que no puede quitarle don lonjas a la mortadela que está en la bandeja, entonces la vieja exclamará en voz lo suficientemente alta como para que la oigan las cajeras “¿qué te pasa a ti chico, si tu lo que eres es un pobre charcutero? A mi no me vengas a descargar tu rabia, solo porque tu no estudiaste, becerro”, no faltará alguna persona, otra doña encopetada o algún canoso amigo con complejo de veinteañero que se una al reclamo de la individua y aquello se convierta en una cayapa de insultos dirigidos a rebajar al charcutero y elevar el nivel de los consumidores de embutidos que esperan ser atendidos por ese “pobre carajo que no estudio y que, a diferencia de mi, no llegó a ser alguien en la vida”. De pinga es ver como el prospecto de Nelson Bocaranda, le espeta a la jovencita que le sirvió un marrón oscuro en vez del marroncito claro que le pidió, “no joda, allá en los Estados Unidos y Europa coño, te sirven aquellos cafeses no joda, grandotes y con espuma y canela, aquí le pides un simple café a una niñita de estas y no sabe servírtelo”.

Un pana me dijo que los sanantoñeros eran como ugandeses que se creían lores ingleses (les agradezco que no me jodan con que soy racista o que se yo).

Esta ciudad está depauperada, en crisis, la gente está pelando bola, pero no por ellos se llenan de humildad, al contrario, los sanantoñeros son una bologna de engreídos acomplejados, unos señores que prefieren gastarse la quincena en ropa de marca antes que en comida, unos bolsas que viven metidos en BeerWorld no porque realmente disfruten tomando cerveza con un televisor gigante que muestra un ladillúo partido de baseball, sino por el hecho de estar allí, para ver y dejarse ver, para ver “gente bonita”. Claro que, en algún momento, alguien tendrá que decirles que su propuesta rumbera no es más que una farsa, que lo que ellos hacen es material de desecho y que si creen que son modernos porque escuchan puki puki con reggaetón mientras portan unos pantalones Tommy Hilfiger o unas camisitas Banana Republic, es porque OBVIAMENTE no saben donde coño están parados.

Por cierto, ¿quincena? Sí quincena. Y es que, a lo mejor tampoco lo han notado, pero ellos no son más que subempleados, proletarios con apartamento, pobres con un poco de real, pero pobres al fin. Algún día los sanantoñeros sabrán que tener un tostiarepa no te hace millonario, que insultar a alguien que no puede defenderse no te hace portentado, que caminar con actitud y franela de Johnny Bravo no te hace modelo y que andar con las virginales tetas peladas no te hace Roxana Díaz y que tener celular con cámara solo te permite grabar tu mediocridad, pero no te da estatus ni mucho menos. Juan Fernández es todo eso elevado a la enésima potencia. Por eso lleva 15 años de mediocre reinado sobre este reino de papel crepé.

Juan Fernández ha gobernado igual a Bush, igual a Chávez: sobre la base del medio y la manipulación de los sentimientos más ramplones de la gente común, recurriendo a medidas efectistas y grandilocuentes más tendentes a impactar visualmente que ha generar un cambio real e importante, acusando a sus enemigos de ser chavistas y echándole la culpa a todo el mundo. Su gobierno se ha basado en la amenaza de los “chicos malos” que merodean en la ciudad a los cuales hay que contener con toques de queda, como el que se impuso a mediado de los noventas, o medidas absurdas como aquella de pasar revista en todas las casetillas de vigilantes y elaborar una lista de los visitantes a las residencias para, según él, controlar la delincuencia; en paralelo los carros en San Antonio se roban con la misma facilidad con la que tu te cambias las medias. Otra de las medidas del Alcalde ha sido pintar, repintar, recontrapintar, reultrapintar, acomodar, reacomodar, requetecontracomodar, superrequetecontracomodar, remasterizar, remodelar, rehacer, y todos los sinónimos existentes o no en el diccionario castellano, la maldita redoma que, en los últimos tres años, pasó de tener una fachada de iglesia, a una fachada andina, a una fachada con lucecitas, a una fuente, a un árbol, a otra fuente a quien sabe que garabato de mal gusto hecho para justificar el cargo y la supuesta renovación de la ciudad. El Alcalde también gusta de hacer cabildos abiertos, abiertos para los miembros de su partido ya que nunca se cuestiona al Alcalde; bueno, aunque aquí habría que hacer la salvedad de que no hay muchos dispuestos a enfrentarlo, después de todo las medidas de miedo e impacto han logrado su cometido, Juan Fernández es un Alcalde pésimo, pero tiene a todas las vejucas de esta ciudad metidas en un bolsillo. Ah por cierto, cuando hablamos de miembros de su partido hay que definir con cuidado cual es su partido ya que este caballero ha cambiado de partido de acuerdo a la conveniencia política de la devaluada oposición venezolana: primero el tipo se lanzó por COPEI con el apoyo del entonces padrino mayor del partido en el estado Miranda, léase Enrique Mendoza, luego cuando Salas Römer andaba a caballo confrontando a la bella de chacao y la bestia de sabaneta el señor Fernández se encaramó sobre frijolito y la tarjeta de Proyecto Venezuela lo acompañó un ratico, posteriormente Mendoza se peleó con COPEI y fundó Electores de Miranda Juancito, cual hijo pródigo, se unió al chiripero de su papi político y EM fue la tarjeta que lo acompañó durante las elecciones del 2000, entonces llegaron los new kids on the block de Primero Justicia y Fernández se puso donde había, negó a Mendoza tres veces y fue reelecto con la venia de los entonces amigos Julio Borges y Leopoldo López, luego de que los capos de PJ se pelearan Fernández se arrimó a la sombra de Julio Borges, pero esta no supo cobijarlo. Es un similar recorrido al que ha hecho José Fernández “josy”, el eterno candidato, junto a Ismenia Zambrano, a la alcaldía de Los Salias, josy también fue copeyano, también fue justiciero y ahora es de Un Nuevo Tiempo, ahora, en su cuarto intento josy intenta bajo el lema “consolidemos la victoria de Un Nuevo Tiempo para los sanantoñeros” embucharse el triunfo del 3 de diciembre.

Juan Fernández es un Alcalde al que le gusta la parranda barata, debe ser por eso que los otrora divertidos e interesantes carnavales que se hacían en esta ciudad han quedado reducidos a un deslucido y esperpéntico desfile de disfraces mal hechos en el boulevard de Las Minas, un carnaval sin brillo y sin ritmo, muy distintos a aquellas parrandas con diablos de yare que disfrutábamos hace años, cuando la Alcaldía no metía la mano en la organización de los mismos. Juan Fernández organiza rendiciones de cuenta en el cine Los Salias y allí asisten las fans enamoradas del Alcalde: Doña Milagro, Doñe Eulalia, Doña Carmen, Doña Juana, Doña etc, ven a su alcaldito mostrar sus cifras y “resultados” sin que nadie pueda contradecirlo. Juan Fernández es el creador de la Policía Municipal de Los Salias; los poliparchas como los llama mi pana Guillermo, bucean, matraquean, les fascina parar a los carros y sacarles una tajada por una infracción que ni siquiera es tal, los parchapolicías detienen el tráfico y ocasionan colas de tres horas en trayectos de 500 metros, los poliraros son fetichistas, su gran fetiche son los radios, por eso pantallean a través del radio, el cambio, cambio, cambio, cambio, cambio y fuera, los hacen con voz firme y audible para impresionar a las jevitas que los miran con estupefacción, todo es en códigos numéricos, en un momento se dicen entre ellos “cambio, sí, copiado, procede un 412, vamos para allá, cambio y fuera”, caminan con cara de sobraos y se encaraman en sus poderosas bicicletas estilo barbie y enrumban hacia destinos insospechados, van a aplicar su 412 en el 69 antes de que les hagan un 13.

En fin, ese es el Alcalde de mi ciudad. Se preguntarán, ¿por qué ha sido reelegido y lleva 15 años gobernando? Pues porque es un populista, porque al igual que Leopoldo López o Juan Barreto él dice lo que la gente quiere oír, si los pobres de Caracas quieren soluciones rápidas a sus viviendas pero el gobierno no puede ofrecérselas, pues Barreto dice invadan esa mierda. Si en Las Mercedes hay una vieja chancluda que cree que prohibiendo beber cerveza en la calle se acaba la delincuencia, pues Leopoldo va y lo hace. Y si aquí las señoras solo viven para chismear, aparentar y perder el tiempo, pues nuestro Alcalde hace lo mismo y le funciona.

¿Quién será el próximo Alcalde de esta ciudad? Ya veremos, por ahora, nuestras ¿opciones?, son el hermano de Pedro Luis Flores y los eternos derrotados Ismenia Zambrano y José Fernández “josy”; pero sobre esto hablaremos en nuestro próximo episodio que será pronto.

Continuará…

John Manuel Silva

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