A diferencia del año pasado, el 2008 arranca con muy buen pie para el cine nacional, gracias a dos películas disímiles pero consistentes, “Más allá de la Cumbre” y “El Tinte de la Fama”. De la primera ya hablamos largo y tendido en números precedentes. Ahora toca celebrar el estreno de la segunda, protagonizada con fuerza por Elaiza Gil en el papel de la doble Venezolana de Marilyn Monroe. Su convincente interpretación pasará a la historia de la industria vernácula, como ejemplo de profesionalismo y tesón. A ella se le suman tres secundarios de peso: Alberto Alifa en el rol del esposo de la mujer fetiche, Miguel Ferrari en la mejor contribución de su carrera como la versión “tercermundista” de la diva platinada, y doña Mirtha Borges en un cameo oportuno. Por algo, la señora es la figura talismán del cineasta emergente Alejandro Bellame, quien concibe una dolorosa y tragicómica reflexión sobre el problema del estrellato en un contexto de miseria y explotación mediática de los cuerpos. A su lado, “Puras Joyitas” es un juego de niños. A propósito, el negrisimo guión firmado por el respetado Armando Coll, parece adaptar el sello del melodrama italiano de posguerra a las condiciones sociales de la Venezuela contemporánea. En tal sentido, “El Tinte de la Fama” cobra la relevancia de un durísimo alegato neorrealista inspirado en títulos como “Bellísima” de Visconti y “Ginger y Fred” del inmortal Federico Fellini. Únicamente cabe lamentar el escaso apoyo del público.Por eso invito a la audiencia a descubrirla y a valorarla en su justa dimensión.Finalmente, después de años de evasión retro, llega una cinta comprometida con las angustias del presente, cuyo demoledor desenlace abriga esperanzas para con el futuro de la filmografía criolla.