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There Will Be Blood

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There Will Be Blood

Sobre la avaricia se ha escrito, dicho y filmado mucho, pero muy pocos han podido diseccionarla con maestría. En la novela La Perla de John Steinbeck, contemplábamos la historia de una pareja y en cierta forma todo un pueblito, que se desquiciaba luego de que, en una mañana de pesca, los indios Kino y Juana encontraran una perla; la perla representaba la renuncia de todos a sus principios, desde la propia pareja de indios que se aferraban enfermizamente al aljófar, pasando por el médico que se niega a atender al hijo herido por la picadura de un alacrán hasta que se entera del hallazgo de la pareja y acude a toda prisa a la casa de los nativos, pasando porque todos los amigos de la pareja solo se acercan a ellos movidos por la avaricia y así sucesivamente, tendremos a un usurero que ofrece una cantidad ínfima de plata a cambio de la joya y finalmente, Coyotito, el hijo de la pareja de indios, muere ahogado por la codicia del padre. Creo que esa es, hasta ahora, la visión más dura que he conocido sobre la avaricia, sobre esa sensación que muchas veces tenemos de que las personas no se conforman con nada.

Claro que, quien hable sobre la avaricia enfrenta el riesgo de usar un discurso demagógico que niegue cualquier noción de progreso. Balzac dijo “Detrás de toda fortuna hay un crimen” lo cual es de por si un acto de hipocresía absoluta, ya que el propio Balzac pudo acumular una gran riqueza sin necesidad de cometer crimen alguno, la acumuló escribiendo. Hablar sobre la riqueza, sobre las formas de obtenerla, sobre la legitimidad o no de acumular dinero, siempre será una invitación a hablar de uno mismo, es decir, ¿puede una cinta como Syriana hablar contra el libre mercado y al mismo tiempo ser una película distribuida a nivel mundial por Warner Bros.? En fin, saquen ustedes sus conclusiones…

Dicho esto, There Will Be Blood, es una obra maestra. Basta contemplar los primero 20 minutos, que transcurren sin diálogos y que por momentos nos recuerdan al mejor Kubrick, para saber que Paul Thomas Anderson apunta alto con su quinto film. La historia es simple, Daniel Plainview (Daniel Day Lewis) es un minero que en busca de plata encuentra petróleo, pero no puede comercializarlo en la ciudad, hasta que un día llega hasta él un misterioso personaje (atención, este es un dato importante ç, por eso no les digo quien es) que le hace saber que en un pueblo solitario y repleto de personas ignorantes “el petróleo sale del suelo”. Al comprobar esto, Daniel Plainview, comenzará una fascinante escalada hasta convertirse en un magnate petrolero.

Esta escalada tendrá algunos obstáculos, los cuales serán vencidos por Plainview, sin problemas, si debe sobornar sobornará, si debe mentir mentirá, si debe matar matará, si debe alejar a su hijo que ha quedado sordo (en una secuencia demoledora), pues lo hará…

Pero el mayor obstáculo que deberá enfrentar Daniel Plainview, será el predicador Paul Sunday (Paul Dano), que desea convertirse en el guía espiritual del pueblo, un personaje que al igual que su oponente también está dispuesto a cualquier cosa para lograr sus objetivos; de hecho, es este personaje la verdadera alma de la película.

El logro de Paul Thomas Anderson al adaptar la novela Oil de Upton Sinclair (que no he leído, pero después de haber visto el film tengo que encontrarla) es convertir a sus dos personajes principales en dos caras de la misma moneda, así se evade el típico discursito de Personas Avaras Sin Sentimientos Dispuestas A Todo Con Tal De Tener Dinero Vs. Personas Buenas Llenas De Sentimientos Movidas Por La Bondad. Al contrario, la visión pesimista del film nos permite concluir que todos somos egoístas, que a todos nos mueve el afán de enriquecernos, bien sea de dinero o, como en el caso del predicador, de fama y reconocimiento; todas las personas llevan a un inescrupuloso por dentro, de alguna forma, todos estamos tan dispuestos como Daniel a hacer cualquier cosa para lograr nuestros objetivos y satisfacer nuestro intereses, sean estos legítimos o no.

Cinematográficamente la película es tremenda, es raro que no haya nada malo que decir sobre cualquier film, pero este es el caso de There Will Be Blood, es una cinta incuestionable, incluso incuestionable en sus tres horas de duración. La dirección de Paul Thomas Anderson es cercana al clasicismo, lo cual no deja de ser sorprendente si tomamos en cuenta el trabajo previo de Anderson; en Boggie Nights y en Magnolia la cámara se movía para descubrir a los personajes, la cámara giraba y se acercaba nos mostraba lo que queríamos ver y luego se alejaba para acercarse a otro personaje, en Punch Drunk Love eran largos planos secuencia los que seguían a Adan Sandler y Emily Watson; pero en esta la cámara permanece estática, buena parte del metraje transcurre con una pasividad admirable y luego, cuando tiene que ocurrir, todo es frenético y acelerado.

Respecto a Daniel Day Lewis se ha dicho mucho, todo lo que se ha dicho es verdad, su actuación es bárbara, pero sería injusto no calificar a Paul Dano, cuya actuación también es memorable. Igualmente, la presencia del niño Dillon Freasier cuyo papel como H.W. el hijo de Plainview también es notable, aunque nadie lo recuerde al finalizar la proyección ya que Daniel Day Lewis opaca a todos.

10/10

John Manuel Silva.

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