Al leer la contraportada de Caracas Cruzada, nos encontramos con que su autor es Psicólogo Social. Tal vez por eso, quizás sin proponérselo, Vicente Ulive Schnell, terminó haciendo una novela de tesis.
Y es que el principal problema de Caracas Cruzada es su tono pretendidamente formal, su evidente intención y, por consiguiente, su falta de frescura.
La novela nos muestra, de manera aislada las historias de:
Andrés, un músico fracasado qué regresa a Venezuela luego de un fallido viaje a Europa y monta una empresa de jingles para comerciales. Después de casarse y divorciarse, hace transcurrir su existencia entre terapias y jingles mediocres, mientras añora lo que no fue y lo que nunca podrá ser.
Chuíto, un chofer de autobús, viejo, representante de una forma de ver la vida que parece extinguirse. A saber, el típico viejo que no estudió, pero que le ha echado un camión de bolas a la vida. El buen padre de familia y buen esposo que se para a diario a trabajar y a sacar a su gente adelante, aunque a veces añore los sueños que no cumplió y a veces se desespere por la vida que le ha tocado, aunque casi siempre se repone y sigue adelante. Esperando, como dice el revelador final de su historia.
Julia, la clásica sifrinita mediocre que cree ser más de lo que es en realidad, una Carlita Tofano, mediocre pero soberbia, petulante pero en el fondo profundamente frustrada. Además una oda a la corrección política; es decir, la señorita que dice “cabello” en vez de “pelo”, o “morirse de la risa” antes que “cagarse de la risa”.
El Willy y El Jimmy, dos malandros atribulados por el ultimátum que les dio un narcotraficante.
Y José Luís, hijito de papi, sifrinito mantenido, superficial, materialista, cocainómano, practicante de un sexo deshumanizado y conquistador de mujeres incapaz de sentir algo.
Poco a poco, todos estos estereotipos y arquetipos de la ciudad se irán cruzando, a medida que leamos sabremos que los une y, como es de esperarse, todos cruzaran en un final eléctrico.
Y ese es el gran problema de la novela. Al irla leyendo ya sabemos que pasará, ya entendemos cual es la intensión del autor.
Entonces la tesis de Caracas Cruzada es simple: En Caracas todos vivimos juntos pero separados, hay una línea gruesa que divide al este con el oeste, a los pobres con los ricos y con la clase media que pretende ser rica, aunque tenga que contar el dinero para pagar unas arepas o tengan que condenarse a una vida falsa rodeados de hipócritas que les impiden ser auténticos aunque sea un segundo. Se necesita, al igual que en la película Crash, de un alto impacto, de un choque, de un cruce, de un suceso extraordinario que confronte a esos personajes y cuando ese suceso ocurra se destruirán como bien lo indica el desolador final del libro qué, por si a alguien le interesa, está basado en un hecho real: Una vez en Las Mercedes un tipo le chocó el carro a otro y el otro se salió del vehículo con un revolver en la mano y asesinó al que lo había chocado. Cuando lo entrevistaron y le preguntaron por qué lo había hecho, el tipo simplemente respondió que estaba muy molesto porque le habían destruido el carro nuevo. Digo esto como una acotación histórica, por si a alguien aquí le importa.
Ahora bien; el que Schnell use una fórmula ya manida y utilizada en miles de ocasiones por el cine moderno, desde Pulp Fiction hasta Babel, pasando por Amores Perros, 21 Gramos, Crash, incluso la ópera prima de Franco De Peña Amor En Concreto tiene un argumento similar; no significa de modo alguno que el libro no valga la pena. Lo vale y bastante.
Si obviamos la construcción formal del libro, nos encontraremos con un texto intenso y profundo y con una brutal y despiadada descripción de la sociedad venezolana del siglo XXI, aunque irónicamente el libro se sitúa en la Caracas de mediado de los noventas.
En particular califico de brillante la construcción del lenguaje, cada arquetipo habla con su lengua, la sifrinita que dice “Xsama, que broma con los sombres”, hasta los malandros cuyo diálogo se hace un poco pesado de seguir, debido a que el autor respeta al máximo su jerga llevando a qué, por ratos, el tono urbano se convierta en algo un poco insufrible.
Pero quien se lleva los honores, y la razón por la que disfruté tanto de éste libro, es el personaje de José Luis. ¡Pana que bestial!. Dudo (y no me digan jalabolas) que haya un personaje así en la literatura venezolana. Un Frankestein del consumismo, un hijo de su putísima madre carente de humanidad o sensibilidad alguna, una basura. Schnell arremete con fuerza contra la clase media-alta de Caracas y contra el proceso en el cual el ser humano deja de valer por lo que es, por lo que piensa o siente y pasa a ser una especie de maniquí vestido con ropa de marca y dedicándole la vida a la adoración de objetos, que pueden ser el Cd Placer Pionner® o el desodorante Gillette®.
Este cretino es insoportable y lo más aterrador es que tipos así abundan, la sociedad moderna es una sociedad insensible y mísera, el consumismo mal entendido lleva a las personas a renunciar a cualquier rastro de humanidad. De hecho, cuando José Luís tiene sexo, ni lo siente, todo es confuso, hasta los orgasmos pasan a ser un trámite social, no es el disfrute del amor o del sexo, sino el poder decir “me cogí a fulana” aunque ni me acuerde de cómo fue.
Creo que arremeter de esa forma contra el hedonismo y la insensibilidad de hoy, es el gran mérito de este libro.
La edición es de El Perro Y La Rana, algo raro encontrarse en medio de tanta porquería propagandística, un libro como este, pero bueno. Lo consiguen en las Librerías Del Sur.
8.5/10
John Manuel Silva