¿Traje ceñido al cuerpo de Evo Morales o poncho multicultural abierto a diferentes lecturas? Posiblemente,la imagen cumbre de “Cocalero” permita responder a la pregunta. En ella, descubrimos a la costurera personal del líder Aymara, Beatriz Canedo, en el momento de confeccionar el atuendo étnico exhibido por el mandatario durante su toma de posesión.La potencia semiótica del instante no sólo vale el precio de la entrada, sino invita a abrigar sendas interpretaciones paralelas.
Por un lado, el arraigo cultural del candidato, al negarse a lucir el tradicional ropaje de etiqueta, exigido por el protocolo de La Paz.Por el otro, la irónica naturaleza fashion del personaje. Allí radica parte de la fuerza documental de la ópera prima de Alejandro Landes,un destacado realizador glorificado en Sundace.
Así pues, el largometraje acompaña al ícono indigenista, a lo largo de su accidentada campaña por la presidencia de la república altiplana.La cámara del autor desnuda las contradicciones latentes del protagonista, aun cuando tampoco busca desmitificarlo por completo.En realidad, el trabajo pretende humanizar al estratega del MAS en lugar de reducirlo al corsé de la satanización amarillista. De hecho, el rodaje se detuvo porque el político desconfiaba del joven autor, al considerarlo un agente de la CIA.
Sin duda, lo mejor de la propuesta es su brillante banda sonora, compuesta por Leonardo Heiblum.Lo único discutible es la condescendencia hacia el discurso de “El Cocalero”. En cualquier caso, una apuesta interesante, para debatir en público, a la luz de experimentos recientes como “Bolivia No Se Vende” y “Our Brand Is Crisis”.