Basada en hechos reales, la película denuncia la práctica militar de la rendición extraordinaria, una arbitrariedad extrajudicial aplicada por el gobierno de los Estados Unidos para proceder a encarcelar y torturar a sospechosos de terrorismo fuera del territorio americano en cárceles clandestinas supervisadas por la CIA.
De tal modo, el largometraje narra la tragedia de un ingeniero egipcio secuestrado por la policía secreta, en vista de sus presuntos vínculos con una célula fundamentalista árabe. Acto seguido, la esposa del sospechoso moverá cielo y tierra para dar con su paradero, ante la indolencia xenofóbica de la cúpula del poder, mientras se desarrollan otras historias en paralelo al estilo de “Syriana” y “Michael Clayton”.
La deliberada descentralización de la trama busca adherirse a la corriente iniciada por “Traffic”, ampliada por “Crash” y derivada en la explotación audiovisual del conflicto en el medio oriente, por medio de una agotadora sucesión de reverberaciones melodramáticas.
En el 2007, la manía por moralizar a costa del 11 septiembre alcanzó su cúspide, y de momento comienza a decaer en la cartelera internacional, fruto de la repetición del mismo discurso.
De hecho, tras el relativo éxito de “La Guerra de Charlie Wilson”, el público respondió con frialdad al lanzamiento de propuestas como “Leones Por Corderos” y “El Reino”. Incluso, el rendimiento de “El Sospechoso” en la taquilla anglosajona, fue desigual. A pesar de ello, vale la pena revisarla por tratarse de la última contribución del autor surafricano de la oscarizada “Tsotsi”(quien no es santo de mi devoción).