Me llamo Juan y mi hija se llama Bianca. A mi hija la tengo secuestrada en el sotano de mi casa desde hace 20 años. Hasta ahora me ha dado cuatro hijos. Todos ellos deformes y contrahechos. Uno se murió anteayer y tuve que incinerarlo con la basura de la casa. Es una lástima. Por supuesto, Bianca no entiende nada, ni yo tampoco. Simplemente nos amamos. Pero es un amor extraño. Es un amor de padre a hija, o de hija a padre, o de macho y hembra. Pero lo cierto es que nos amamos. Después de los años, ella ha terminado por aceptar mansamente su destino conmigo. Ha entendido quien lleva los pantalones de la casa, quien le da de comer, quien le permite ver televisión los domingos, quien la valora y la quiere. Porque yo soy el único que la valora y la quiere en el mundo. Más nadie la quiere, ni sus hijos.Los niños de ella son extraños. Mis hijos, pues, son extraños. El menor se llama Juan , como su padre, y no habla. Tiene diez años y además sufre de asma crónica. El doctor de la familia no le da seis meses de vida. Morirá pronto y le tocará el turno del fogón. Así lo hemos decidido su madre y yo. El mayor también se llama Juan y tampoco habla, pero tiene 18. Grita todo el día y le gusta comer manzanas. Eso es lo único que hace. Gritar y comer manzanas. Sus preferidas son las manzanas verdes. Si en la casa no hay manzanas, grita más duro. Por eso tengo que ir a la tienda a comprarle manzanas frescas todos los días. Yo le digo que no coma tantas manzanas pero no me hace caso. Yo le digo que se va a morir de comer tantas manzanas, porque uno no puede vivir toda la vida comiendo una sola cosa. Una vez leí un libro en donde decían eso. Ya no recuerdo el autor, pero el libro decía eso. Decía que uno se podía morir comiendo chocolate durante seis meses. Que el cuerpo se desintegraba poco a poco y el estomago quedaba echo papilla. Así creo que va a terminar el mayor de mis Juanes. Y después habrá que tirarlo a la basura, y candela con él.Nuestra familia tiene una muy buena relación con el fuego. Nos gusta el color del fuego y el olor del fuego. El color del fuego es muy bonito. A veces se pone amarillo, luego torna a rojo, y después a oscuro.Como la gente del pueblo murmura de nosotros y no nos entiende, yo sé que algún día van a venir por nosotros. Y posiblemente nos quemen, porque eso es lo que ha pasado aquí con todas las personas como nosotros. Las queman, las sacrifican, las llevan a la candela. Pues bien, a nosotros eso nos tiene sin cuidado. Que vengan cuando quieran. Ya estamos preparados para la hoguera.Mientras tanto, Bianca y yo somos felices. Tenemos una casa, una familia y una rutina de vida. De día vemos televisión y comemos. De noche hacemos el amor si los niños nos dejan. Con el paso de los años, Bianca se ha terminado de adaptar a su cautivero, y yo me he terminado de amoldar a su cautiverio. Los dos nacimos para esto.Yo no sé si lo que hacemos está bien o mal. No estoy seguro. Lo que si tenemos claro es que ya no nos interesa saberlo. Sólo basta con mirarnos a los ojos y calentarnos con el fuego.
No sé qué me dio más risa, si el texto-parodia sobre Josef Fritzl o el haberme reencontrado con Wendy Sulca gracias a Coco.