I
Yo quiero ser una planta
sensible a la brisa,
ignorante de los hombres,
del dolor y de la risa.
Semejar a un árbol viejo
con raíces derramadas,
superpuestas en la grama
como venas del suelo,
y soportar cualquier tiempo
y servir sombría manta
repitiendo mi deseo:
yo quiero ser una planta.
Sostenerme con los tallos
tan absurdos de mi vida
que no crecen hacia arriba:
se dispersan a los lados
al vaivén de los arados
del campo de mi camisa;
quiero quedarme parado
sensible a la brisa.
Florecer en la maleza
indiferente al desorden
de las hierbas y las flores
que crecen en la pradera;
ornamentar la vileza
de los ricos y de los pobres
permaneciendo en sus mesas
ignorante de los hombres.
Ser capaz de dar los frutos
que alimenten a Artemisa,
y concebir por cada día
el sustento de este mundo.
Olvidarme de los rumbos
del cosmos y de la vida;
olvidarme de lo absurdo
del dolor y de la risa.
Animus a Nemo,
21 de mayo de 2008