Gente, mucha gente, demasiada gente. La masa juvenil toma por una noche el centro de Chacao. Si fuera así todos los fines de semana, no habría mayor problema. Sería perfecto. Sería ideal. Menos público encerrado en las ratoneras comerciales de Chacao. Menos vigilancia y control para la especulación del rumbeo en Sambil y Centro San Ignacio.
Pero la realidad es otra. Lo sabemos. Por la calle del medio es, como diría Prigogyne, tan sólo una ilusión.Una ilusión de sábado por la noche.Una ilusión auspiciada por el interés político. Una ilusión patrocinada por Leopoldo López en plan de campaña. Una ilusión de tolerancia policial hacia el consumo de drogas, la ingesta de alcohol y la intervención cultural del municipio. A propósito, vaya una anécdota a manera de ilustración.
El día anterior, el viernes, una amiga fue detenida en la Plaza la Castellana por cargar dos tabacos de marihuana. Para dejarla en libertad, dos policías de Chacao le plantearon el siguiente dilema a modo de chantaje: cuca o quincena. De lo contrario a la cana. Mi amiga, por fortuna, pudo optar por la segunda opción.
24 horas después, la misma policía se hace la vista gorda ante la combustión de la marimba frente al León. Incluso, veo a dos anarcopunks fumar con pipa al lado de tres agentes del orden. No es la primera ni la última contradicción de la velada.
El evento, como cualquier sistema, impone sus reglas, sus leyes, sus formas de orden dentro del aparente caos. Según la programación del circuito, existen dos categorías ,bien diferenciadas, de actores urbanos: quienes ofrecen espectáculo y quienes lo disfrutan entre la pasividad y la interactividad participante dentro de la lógica del difusor del mensaje. Es decir, persiste la idea de un receptor a ser seducido y deleitado por parte de un emisor glorificado y enaltecido por el decorado.
Así, el espacio de mitificación resulta acaparado por colectivos, pincha discos, perfomancistas, bailarines, graffiteros y músicos de diverso origen a la espera del aplauso adulador.
De nuevo, los grafiteros se miran el ombligo, juegan a fanfarronear en vivo y renuncian a cualquier confrontación con el público. Cubren la pared con aerosol de arriba hasta abajo, aunque al final el cambio es nulo. Donde antes había blanco, ahora hay color de baja definición y cero trascendencia. La nada pura. La nada de una época fascinada de su propia nada, de su propia esterilidad. Es la muerte del graffiti, su abolición como discurso de alteración del orden establecido, su domesticación política fiscalizada y aprobada por la policía. La total impostura. Por lo visto, los grafiteros duermen tranquilos y viven en el mundo feliz, donde ellos son el centro de la atención y de la admiración. Su egocentrismo, su narcisismo fashionista, su echonería también marcará, como constante, el desarrollo banal del acontecimiento.
Al respecto, vamos a dejarlos con el top five de la arrogancia y la autocomplacencia durante la celebración del suceso de la semana en la zona este de Caracas:
5) Olas de chicos compiten por quince segundos de fama. Van con sus mejores pintas al supuesto descuido, agotan el almacenamiento de memoria de sus camaritas digitales, ponen caras de malos, desfilan cual modelos de Indiani o maniquíes de Pull and Bear, derrochan intensidad y reafirman su mentada condición de hijos de la posmodernidad cosmopolita. Somos bellos, estamos en la última y nadie nos tumba. En suma, el clásico rebaño de ovejas disfrazadas de zorros y zorras cosificadas por el lenguaje de la publicidad, el mercadeo y los mass media.
4) Patinetas y patineteros vuelan por los aires para derrochar físico. Igualmente, el exhibicionismo condicionará el devenir del resto de los cirquillos al aire libre. Mírame, disfrútame, vacílame, estoy aquí para entretenerte, divertirte y deleitarte. Mi nombre es fulanito de tal, soy diyei y te pongo a sudar con mi electrominimal hard core progresivo. Épa, mi nota es improvisar en público y aterrorizar a la pequeña burguesía con provocaciones ridículas pasadas de hora. Para ello, pego gritos, toco guitarra, me tiro al piso y me muevo como loco.Yo me llamo Estelita del llano y hago pinturas expresionistas abstractas en clave de ready made. Olvídate de Pollock y Duchamp, mi pana. Bienvenido al futuro de la expresión plástica. Un aplauso, por favor, para Caplis de Desorden y para las demás bandas. Gracias totales. Te quedo lindo, gordo.
3) Bobby Perú vuelve a repetir sus esquemas trillados con Metro al ritmo de Batoni. Verlos es emprender un viaje de la máquina tiempo hacia la década del noventa. La reproducción mecánica de un repertorio agotado, bajo la puesta en escena de costumbre en blanco y negro. Ni hablar del inglés de cuarto grado del cantante de marras. Cursito de “Idiomas Ruge” con él.
2) El divismo clasifica, discrimina y afianza a la generación de relevo. Los ancianos y los niños carecen de presencia en tarima. No son el target. Chao con ustedes. El objetivo es captar el voto adolescente.
1) Los breakers detienen el tráfico, los zanqueros detienen el tráfico, los Tres Dueños detienen el tráfico. A Trece lo perdimos ya. Se cree la reencarnación de Godzilla. No obstante, encaja a la perfección con el absurdo del contexto. De momento, rapea para la campaña de la actual gestión de gobierno municipal en Chacao. Sin embargo, en paralelo hace lo propio para la candidatura de Ramón Muchacho, al componerle y entonarle su jingle de campaña.
Alrededor, impera un clima igual de paradójico y enrarecido. La basura impide la circulación por el circuito. La oportunidad de reencontrarse con un ambiente amable de contacto con la ciudad, pronto se convierte en la eterna pesadilla vial de Chacao elevada al cubo. La hostilidad gobierna el paseo, la trayectoria. Los carros se atascan, los cauchos pisan a los turistas, los peatones avanzan en manadas, las cornetas estallan, hay cola para comprar cerveza, cola para ir al baño, cuando consigues baño y cuando consigues cerveza por un precio disparatado.
La ocasión de humanizar el entorno se desvanece, se esfuma, se revierte a través de un efecto boomeran, cuyo reflejo es el sentimiento de alienación, soledad y anonimato compartido.
Giramos y marchamos como reses al matadero, sin ninguna identidad y reconocimiento. Nos sentimos como cucarachas en una ciudad cada vez más entrampada por el dominio corporativo. Las torres , las moles de concreto y los edificios se devoran a la Plaza la Castellana y Por la Calle del Medio no puede hacer nada por evitarlo. Apenas cumple con la tarea de encubrir y atemperar el desastre, por apenas unas horas, bajo el paraguas consolador de la ficción populista. Opio para el pueblo a precio de saldo en una epidérmica y defensiva burbujita de cristal, amurallada y protegida para el regocijo de la clase media snobista. La fórmula para evadir, garantizar escapismo y contribuir al sedimento del status quo. Con jóvenes así, quien necesita de viejos. Esto sí es corrección política de verdad.