CRÓNICAS MÍTICAS (Así empezó todo)

0
1020

     

He estado en cada revuelta, en cada motín, en cada levantamiento, en cada conspiración, en todas las resistencias y todas las revoluciones. He estado en cada avance hacia la libertad, alegre, esperanzado; y también en cada retroceso, bajada la cabeza, la rabia apresada en los puños prietos y la mirada humedecida en el desencanto. Así… desde el principio. Porque estoy condenado a no vencer nunca y a no morir jamás.

Mi nombre es Anarkirias; desde que me robaron el brillo, la ausencia de luz es mi color; el negro, mi bandera; la tiniebla, mi hogar y mi paisaje; mi objetivo, la ansiada muerte, pero, para morir, necesito conquistar el paraíso, la utopía. Por eso, no moriré jamás. Porque aún no ha nacido el que pueda matar una idea.

No sé cuánto tiempo hace que nací en Tartessos, esa tierra que tantas veces ha cambiado de nombre y de la que adopté el apellido. Soy hijo de una prostituta sagrada atlante y de un picapedrero liberto, del lugar que hoy conocéis como Huelva, y al que acabaron ejecutando por su colaboración en fugas de esclavos. De muy niño quedé al cuidado de un sacerdote amigo de mi madre, que por su oficio altamente cualificado y sacro no podía ocuparse de mí. Él me enseñó los arcanos de las ciencias y las artes, así como las más depuradas técnicas amatorias.

Cuando apenas contaba quince años, un viejo fenicio, comerciante en cáñamo, me dijo que yo le recordaba al protagonista de una antiquísima historia que en su aldea natal se transmitía de generación en generación. Me relató que esa misma leyenda la había oído contar en los lugares más apartados y remotos, usando, claro está, otros nombres, otros entornos y hasta otras fechas como referencias, pero siendo siempre, en lo esencial, la misma ancestral leyenda.

Me contó que en un tiempo tan lejano que el tiempo se creó después, hubo en el cosmos un fiero y brutal enfrentamiento entre dos conceptos opuestos del “ser”. Al vencedor de la gran batalla se le llamó el “Bien”, y al perdedor el » Mal”. Cuentan que Mal era el ser más bello, luminoso y sabio del universo. Y también el más generoso, pues quiso arrebatar a Bien el paraíso que disfrutaba él sólo y sus acólitos para ofrecérselo al resto de las criaturas y terminar, mediante la fraternidad universal, con la teocracia. Pero Bien fue más fuerte y, después de comprar a gran parte del ejército de Mal con una felicidad bobalicona, en la que no importan la libertad ni la justicia, venció a Mal y lo condenó al fuego: un planeta en formación. Y aquí sigue desde entonces, empeñado en recuperar la utopía, en asaltar de nuevo el paraíso para dárnoslo. Aquí sigue, alentando cada rebelión, cada asalto a los muros de todos los cielos.

Desde que aquel fenicio terminó su historia supe que no moriría jamás, fue como si aquel relato hubiese ejercido de bautismo en mi memoria ancestral y me hubiera puesto en camino.

Desde aquella primigenia y mítica revolución he participado en todas las demás. A partir de la semana que viene comenzaré a contaros aquellas que ya podréis encuadrar dentro de lo que llamáis “historia real”.

Para seguir con esta «historia de las revoluciones» ir a www.cgt.info/aytomadrid y pinchar en sección PARA LEER  y después en Memorias de Anarkirias.

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here