Por: Lic/Dplmd. Rodolfo I. Mèndez
Cuando ya concluye el año escolar resulta muy conveniente compartir con ustedes ésta, mi fructífera experiencia, como docente en el primer grado de educación básica por segundo año consecutivo. Al habérseme asignado el primer grado me sentí muy inquieto por las implicaciones del reto, sobre todo porque siempre he pensado que es éste el grado de mayor importancia en todo el sistema educativo ya que es en él donde se socializa al individuo y se prepara para su futura formación ética y moral e inicio del dominio de competencias básicas como la escritura, la lectura, el cálculo y el razonamiento lógico-matemático. Lo primero que debo señalar es que los niños y niñas durante los dos o tres primeros meses del año escolar viven el trauma de la adaptación al nuevo sistema (y a la nueva escuela). En este tiempo aún prefieren jugar, saltar, correr, rodar por el piso, ir constantemente al baño, llorar… Prevalece en ellos el esquema mental (y actitudinal) propios del preescolar. Durante el período de adaptabilidad las madres también siguen comportándose extremadamente posesivas y sobre protectoras; se quedan en la escuela hasta mucho después de la hora de entrada dándoles a sus representados instrucciones diversas… Superada esta etapa crítica inicial, los niños y niñas inician una de mayor exigencia en la cual se hace prevalecer acciones como por ejemplo, permanecer sentados por largo tiempo frente a una pizarra copiando contenidos aún sin entenderlos. Se reduce la intensidad de la actividad del juego espontáneo por actividades lúdicas dirigidas y asociadas a los contenidos programáticos exigidos. Igualmente el niño, la niña y su representante (la madre o el padres específicamente) comienzan a adaptarse de progresivamente a nuevas normas de convivencia y reglas institucionales, acoplando su accionar a las mismas (Reglamento Interno de la Escuela). En ocasiones suele ocurrir que el docente de primer grado se le complica enormemente su labor de enseñanza debido a la composición de su grado, es decir, cuando el grado es heterogéneo en cuanto a caracteres y actitudes con una cantidad significativa de alumnos y alumnas intrusivos. La complicación viene, precisamente, en que el docente primero debe “controlar” la intrusividad, las emociones desbordadas, para después avanzar en la enseñanza de contenidos, conocimientos y experiencias nuevas, vinculadas siempre a sus previas experiencias (aprendizaje significativo).
Al final el docente evaluará su labor y por más fructífera que ésta haya sido nunca se sentirá del todo satisfecho.
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