La “2001” de Pixar. De hecho, “Wall-E” le rinde sendos tributos a la odisea del espacio de Stanley Kubrick, al replicar tanto su minimalismo expresivo como su visión desoladora de la tecnología en el futuro, a través de una especie de clon de la computadora mortífera “Hall 9000”,quien funge de enemiga del héroe cibernético de la película.
Por ello, el estreno del film representa la cumbre estética de una manera de entender el cine, como en su momento lo fue el lanzamiento de la obra maestra de la ciencia ficción en 1968, a cargo del creador de “Full Metal Jacket”. A partir de ahora, se puede hablar no sólo de un antes y un después, sino del inicio de la era dorada del lenguaje “3D”, tras los primeros asomos de madurez encarnados por “Ratatouille” y “Kung Fu Panda”.
Así pues, el nuevo film de Andrew Stanton acaba de eclipsar a sus mejores precedentes, al superar el complejo reto de narrar un agudo poema visual de dimensiones apocalípticas, sin depender de la pesada carga de los diálogos. El verdadero interés de la cinta radica en experimentar con los recursos informáticos de la escuela animada en boga, hasta sus últimas consecuencias formales y conceptuales.
En cuanto al empaque artístico, cabe destacar el impresionante trabajo de diseño de sonido, desplegado por Benn Burtt, importado de las ligas mayores de la serie “Star Wars”. Aquí vuelve a demostrar su alto grado de depuración compositiva, al orquestar una inquietante sinfonía de la destrucción, a base de puros ecos industriales de la cultura de desecho,desde una perspectiva irónica.
Incluso, se llega a utilizar el característico tono de la marca Apple, patrocinante de la empresa, para dar vida al personaje central de la ficción, en una estrategia de emplazamiento publicitario desmontada cínicamente por sus propios creadores.
En el mismo sentido, la visión del guión oscila entre un enfoque tecnofóbico y uno tecnofílico, a favor y en contra de la inteligencia artificial. Por ende, el libreto se desarrolla en función del clásico esquema binario, según el cual existen aparatos buenos y malos en la villa del señor. Algo discutible pero explicable en el marco de la construcción del proyecto. Con todo, el pesimismo de “Wall-E” llega a sepultar las falsas esperanzas sembradas por sus mensajes de aliento, para calmar a las grandes audiencias.
En realidad,el largometraje abriga una mirada crítica y melancólica sobre el presente a la luz de los años por venir, donde la tierra queda reducida a un vertedero de escombros, mientras la humanidad permanece enclaustrada y lobotomizada en una suerte de mundo feliz, gobernado por una tiranía de la comunicación incorporada por un big brother a lo “1984”, seguido por un rebaño de gorditos consumistas en clave de “Las Trillizas de Belleville”. Paradójicamente, el único asomo de optimismo reside en el descubrimiento del amor por parte de una pareja de robots, llamados a germinar, cual Adán y Eva, la semilla de una civilización de relevo, por encima de los escombros del pasado. Es la invitación a comenzar de cero.