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Más Hugo que Hugo Mismo

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“Que pase el siguiente paciente” dice el Dr. tratando de disimular el fastido que presagia otra conversación con almas perdidas. Pero los 250 BsF justifican la ladilla de oir tantas majaderías. “Esa enfermera tiene buen culo”, piensa Chirinos mientras Yadira abre la puerta de la sala de espera y dice: “Sr. Cobranza, pase por favor.”

El director de la cárcel le ha permitido al Dr. Chirinos continuar atendiendo pacientes. El ministro lo autorizó diciendo. “Ramiro, cada loco con su tema. Mientras ese guebón no se ponga a hablar mariqueras del comandante, que vea a todos los locos que quiera ver. Pero eso sí, que no se le ocurra hablar del presidente, ni bueno ni malo, porque lo meto en el trigrito. Que quede eso claro.”

Chirinos dice en baja voz: “Buenas tardes Sr. Cobranza. Hable con confianza. Yo estoy para ayudarlo”. Cobra no cree en la psiquiatría y mira a Chirinos con desconfianza. Pero tiene un ataque de ansiedad desde que Carlos Elio empezó a ladillarlo con la vaina del SILA y todos le han dicho que tiene que ver a un psiquiatra, al mejor, al que todos somos: a Chirinos. Que vergüenza ir a visitar a un loquero en una cárcel, y sobre todo a ese tal Chirinos. Si lo vieran sus amigos de PanfletoNegro, se moriría de pena.

Empieza con un tartamudeo. “Dr. Chirinos, yo yo yo, ahem, yo creo que la psiquiatría es un fósil histórico, una pieza de museo. Debe ser derogada, ridiculizada, humillada y puesta contra el paredón. Las tesis de Freud desembocaron en un enorme fiasco internacional, denunciado por los promotores de la deconstrucción antiedípica, mientras el piscoanálisis alcanzó el status de chiste y de farsa, para imbéciles ilustrados. El psicoanálisis es una farsa para inútiles, junto con sus interpretaciones oníricas de opereta.”

Chirinos no está prestando mucha atención, está pensando en el culo de Yadira y le dice. “Eso está bien, en el fondo no tiene nada de malo y no deberías preocuparte mucho por ello. ¿Qué otras cosas te procupan.” Cobra siente un gran alivio al oir las palabras reconfortantes del psiquiatra. Un burbujeo de afecto lo envuelve y sin poder evitarlo dice: “Mil besos, Chirinos, te mereces mil besos” Eso sorprende a Chirinos quien estaba pensado en besarle la totona a Yadira y dice. “No Cobra, no mil, pero si una docena. Mil es como mucho, ¿no crees?”

BIG MISTAKE. Cobra nunca ha soportado que alguien lo contradiga. Si él dice mil, son mil, no una docena. La ira se instala de nuevo en la zona límbica del hipotálamo de Cobra. “Por ahí no van los tiros de la discusión, Chirinos. Pero si quieres, te puedo seguir cayendo a palos de gratis. Sólo me basta con hilar tres frases emocionales, para desarmarte tu castillito de naipes, lleno de carticas marcadas, lleno de hipocresía académica». ¡Qué coincidencia! Chirinos había marcado una carticas para jugar ajiley con el director de la cárcel esa noche y le sorprende la alusión. Recuerda haber entrevistado a Hugo uno años atrás y haber observado una reacción similar. A Hugo tampoco le gusta que lo contradigan y salta de los besos a los palazos con la misma labilidad emocional de un niño de 3 años. Acomodándose la bata y paseandose la mano por la calvicie vergonzante cubierta con el poquito de pelo que le crece sólo en un lado del cogote, le dice a Cobra. “Coño, chamo, no te me huguifiques ahorita. Vamos a tomar las cosas con calma, ten confianza. Yo te voy a curar esa huguificación.”

Para Cobra, no hay peor cosa que la comparación con Hugo. La ira se hace estridente y salta de un area a otra del hipotálamo llegando al mecanismo de defensa más recóndito. “JA JA JA JA JA, me das mucha risa Chirinos, que risa me das.” Pero no se detiene allí, la onda sigue su vuelo aerodinámico por la región de los sueños reprimidos de Cobra, quien añade sin que medie ningún vínculo lógico: “De ahí la impronta del pasaje aéreo, medio onírico y cuasi fantástico a lo “Tigre y el Dragón”, durante el curioso encendido del pebetero, dejando tras de sí un kilométrico pergamino de bochornos y protestas en la marcha global de la antorcha del oprobio y la ignominia. La luz vencida por la sombra de la guerra, la violación de los derechos humanos y el holocausto social.”

Ahora Chirinos está seguro que ha visto otro caso igual. Recuerda la carta al Chacal. La misma locura de Hugo, la misma labilidad que lo hace saltar de los besos a los palazos, la misma risa como mecanismo de defensa y de ofensa fallida, la misma logorrea, la misma cadena de non sequiturs. Aunque Chirinos no es psicoanalista recuerda que Ana Freud recomendaba un viaje a los lugares de la infancia como el único remedio para este tipo de enajenamiento. Le dice a Cobra. “¿Por qué no se va de vacaciones a su ciudad natal, donde pasó sus años de infancia? No hay otra forma de ayudarlo. Creame.”

Cobra se hunde en el sillón y empieza a sollozar cubriendo su rostro con sus manos. Se acerca Chirinos y le pregunta «¿Qué te pasa Cobra, por qué tanto dolor?» Cobra le dice entre sollozos: “Es que yo no quiero regresar a Sabaneta”

Cobra paga los 250 fuertes y se va a su casa a hacer maletas para el viaje a Sabaneta. La enfermera entra de nuevo a la sala de terapia y pregunta al Dr. Chirinos: ¿Cuál es el rollo de ese loco? Chirinos la mira ya sin lascivia en su rostro: “Es el caso de huguificación más agudo que he visto en toda mi carrera. Es más Hugo que Hugo mismo.”

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